Vaticano

Roma reza, el Papa Francisco descansa

Pensar en la muerte de un Papa en Roma es recorrer sin querer los círculos de la "Divina Comedia" porque todo lo que aquí ocurre —en el corazón de la Iglesia— tiene algo de juicio final, de balanza, de cielo y tierra juntándose.

Javier García Herrería·24 de abril de 2025·Tiempo de lectura: 3 minutos
Roma

CNS photo / Lola Gomez

En la Roma eterna, donde Bernini talló la gloria en el travertino de San Pedro, la historia no se detiene. Tampoco la fe. Ni el duelo. Ni el amor del pueblo por su pastor.

Pensar en la muerte de un Papa en Roma es recorrer sin querer los círculos de la «Divina Comedia» porque todo lo que aquí ocurre —en el corazón de la Iglesia— tiene algo de juicio final, de balanza, de cielo y tierra juntándose. Aquí el duelo por un Papa tiene resonancia teológica y política, mística y popular.

Valoraciones de un pontificado

Los analistas ya se han puesto manos a la obra. Todos coinciden en señalar que el pontificado de Francisco ha estado marcado por una creciente polarización dentro de la Iglesia. En especial, en los últimos años, las tensiones han salido a la luz con mayor dureza. El legado de este papado aún está por escribirse. Hará falta distancia, perspectiva, sabiduría… y seguramente generaciones que recen más y opinen menos.

Algunos han escrito con aprecio y equilibrio, otros con notable crítica. El tiempo juzgará, como juzgó a los papas que Dante situó en lo más oscuro del Inferno o en las cumbres del Paraíso.

Los creyentes rezan por el papa

Pero por ahora, en el presente sin filtros ni relatos definitivos, lo único cierto es que en la cola de San Pedro el pueblo fiel hace lo que ha hecho durante siglos: rezar por el Papa. Porque por encima de todas las ideologías y matices, ser católico es estar unido al Papa —a este, al anterior y al que venga— aunque uno no comparta todas sus comentarios o decisiones. Porque el Papa es el sucesor de Pedro. Y cuando muere, la Iglesia entera se detiene.

No faltará quien establezca paralelismos entre las filas de estos días y las que se formaron durante el funeral de Juan Pablo II, preguntándose si ahora son más breves, menos vistosas o más silenciosas.

Algunos recordarán, además, que estas jornadas coinciden con el Jubileo de los adolescentes y con la postergada canonización de Carlo Acutis, lo que explicaría la inesperada marea de peregrinos que ayer desbordó cualquier previsión, con colas de entre tres y cinco horas que se mantuvieron incesantes hasta el cierre, pasadas las dos de la mañana. “Vinimos con la ilusión de ver a Carlo en los altares, pero la noticia nos dejó el corazón roto. Ahora estamos aquí para rezar por el Papa y agradecerle todo lo que ha hecho”, cuenta Valentina, una joven de Arezzo que llegó acompañada por su parroquia.

Historias en la cola de San Pedro

Muchos han llegado desde distintas regiones de Italia para rendir homenaje al Pontífice que marcó una época. Giuseppe y Annamaria, un matrimonio de jubilados de Bari, llegaron en tren: “No queríamos faltar. Francisco fue un pastor cercano, un abuelo para el pueblo. Hemos rezado mucho por él en estos días”.

El ambiente en la plaza no es solo de recogimiento, pues son muchas horas al sol, de pie y con una masa de gente alrededor. Algunos turistas se animan a hacer la cola con la esperanza de hacerse un selfie cuando estén a poco más de dos metros del cadáver del Papa, pero cuatro horas de penitencia son un precio que solo el amor verdadero es capaz de pagar.

“Cada rostro en la fila es un testimonio del cariño que Francisco supo sembrar”, dice el padre Marcelo, sacerdote brasileño. “Ha sido un Papa que nos habló al corazón, que nos enseñó a mirar con ternura y a confiar en la misericordia de Dios. Este último gesto, venir a despedirle, es también una oración”.

Algunos rezan el rosario, y no es raro que quienes están cerca se unan espontáneamente a la oración. Hay jóvenes, familias con niños y ancianos. A pesar del cansancio, la espera se vive con serenidad y expectación. “Cinco horas de cola no son nada para devolverle un poco de lo que él nos ha dado”, comenta Marta, una mujer de Perú.

En la noche, mientras la ciudad se va apagando, la fila de fieles continúa avanzando lentamente hacia la Basílica. Muchos caminan en silencio. En el aire, un sentimiento compartido: gratitud. Porque, como se escucha decir a uno, “se ha ido el Papa, pero no su legado. Su voz sigue viva en nosotros”.

Bajo el baldaquino dorado que diseñó Bernini, descansan los restos de un hombre por quien la Iglesia reza. Un pastor a quien la gente sencilla despide no con editoriales, sino con oraciones. Porque al final, más allá del ruido y las cifras, la Iglesia siempre responde igual ante la muerte de un Papa: con fe, con esperanza… y con una larga fila de fieles que, sin saber explicarlo del todo, sienten que deben estar ahí. Porque saben que los grandes adioses no se gritan. Se rezan. Y eso lo aprende uno en la cola para despedirse de Francisco en San Pedro.

El cuerpo del Papa Francisco se velará en la Basílica hasta el viernes. El funeral tendrá lugar el sábado por la mañana en la Plaza, en una ceremonia que se prevé multitudinaria.

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