El 6 de junio de 1944, Pío XII se dirigió a una multitud que abarrotaba la plaza de San Pedro: «Con indecible gratitud veneramos a la Santísima Madre de Dios y Madre nuestra, María, que a las glorias de ‘Salus Populi Romani’ ha añadido una nueva prueba de su bondad maternal que permanecerá en la memoria imperecedera de los anales de la Urbe». Es decir, haber salvado a Roma de los bombardeos aliados en una ciudad bajo el dominio alemán.
El discurso del Papa Pío XII, emitido al día siguiente como mensaje radiofónico, se sitúa en el contexto de la Segunda Guerra Mundial. Un año antes, en Roma, el Scalo San Lorenzo había sido bombardeado, al igual que las capitales y las principales ciudades de Europa. El conflicto bélico implicaba a muchas naciones y las poblaciones vivían con miedo e incertidumbre. Los alemanes, en retirada, se habían atrincherado en Roma.
La diplomacia vaticana se esforzó por evitar que la Ciudad Eterna fuera bombardeada, haciendo hincapié en que era una «ciudad santa». El Primer Ministro británico, Winston Churchill, respondió que si Roma era sagrada, Londres también lo era y, sin embargo, había sufrido los bombardeos. Esta respuesta formaba parte de un intercambio diplomático y militar más amplio sobre la importancia de preservar el patrimonio cultural e histórico durante los conflictos armados.
Aunque el jefe de los bombarderos, refiriéndose a Roma, indicó que los «falsos sentimientos» no bastaban para evitar los ataques aéreos.
«El 4 de junio de 1944, los romanos se reunieron en oración ante diferentes imágenes sagradas. Particularmente querida es la del Divino Amor, sobre una torre en ruinas. El Papa Pío XII temía que fuera destruida por las bombas, así que, para preservarla, la trasladó del santuario de ‘Castel di Leva’ al centro de Roma. Primero estuvo alojada en la pequeña iglesia del mismo nombre de la plaza ‘Fontanella Borghese’; después, en mayo, dada la enorme afluencia de fieles, decidieron trasladarla a ‘San Lorenzo in Lucina’ y de nuevo a ‘Sant’Ignazio di Loyola en Campo Marzio'», indica un comunicado del Vicariato de Roma al recordar la fecha.
Y añade que en la iglesia de San Ignacio «el 4 de junio, miles de personas, entre creyentes y sacerdotes, pronunciaron un voto ciudadano a la Virgen para que la ciudad se salvara. Y eso fue exactamente lo que sucedió: hacia las 19 horas, las tropas aliadas entran en Roma sin encontrar la menor resistencia por parte de los alemanes, que abandonaron la ciudad por el norte».
Ochenta años después, la diócesis de Roma está recordando aquellos acontecimientos en cuatro lugares diferentes: el sábado 1 de junio, en el Centro Don Orione de Via della Camilluccia, con la conmemoración histórica en la iglesia parroquial Santa Maria Mater Dei, la procesión hacia “la Madonnina”, el rezo del Rosario y la solemne concelebración eucarística, animada por el coro de la diócesis de Roma y presidida por el cardenal Enrico Feroci, rector del «Santuario del Divino Amore». Además, se realizó una ofrenda floral a la «Madonnina», al igual que en 1953 en recuerdo de los acontecimientos de 1944, para que pudiera ser vista por toda la ciudad.
El martes 4, el evento se conmemoró en la iglesia de San Ignacio de Campo Marzio: tras el Rosario, se celebró la Misa, en la que monseñor Baldassarre Reina leyó las palabras del Papa Francisco.
El próximo sábado 8 de junio, el programa continuará en la basílica de Santa María la Mayor, con una celebración eucarística presidida por el cardenal Stanislaw Rylko, y el rezo del Rosario.
El programa concluirá el domingo 9 de junio en el Santuario de Nuestra Señora del Divino Amor, en “Castel di Leva”, con una Misa precedida por el cardenal Feroci, seguida de una ofrenda floral en la Torre del Primer Milagro que estará acompañada por la banda del Divino Amor.