En los discursos del Papa Francisco, no es nueva la llamada, a todos los que tienen cargos de responsabilidad en la Iglesia, a considerar su posición de gobierno como una misión de servicio, de abnegación total y de ejemplo para los demás.
La incomprensión de esta dinámica, simple en apariencia, pero que se complica, genera toda una serie de problemas en las diversas asociaciones de fieles, desde las comunidades religiosas hasta las parroquias y los movimientos laicos, también por los modelos “distorsionados” que se observan en la sociedad.
Precisamente a los responsables de estos organismos convocados en el Vaticano por el Dicasterio para los Laicos, la Familia y la Vida, el Papa Francisco les reiteró la urgencia de reconducir las responsabilidades de gobierno de estos organismos, para que se eviten “los casos de abusos de diversa índole”, que muchas veces se han producido y desgraciadamente aún se producen en estas realidades.
De hecho, el Papa se refirió no sólo a aquellas “situaciones feas que hacen ruido”, como los casos de abusos sexuales, sino también a “las enfermedades que provienen del debilitamiento del carisma fundacional, que se vuelve tibio y pierde su capacidad de atracción”.
Una cultura del servicio
Los casos de abusos sexuales que tanto han conmocionado la vida de la Iglesia en las últimas décadas suelen ir unidos del germen inicial del “simple” abuso de poder y de conciencia. El Papa lo había explicado con detalle en su Carta al Pueblo de Dios del 20 de agosto de 2018, y en el posterior viaje a Irlanda.
Fue con ocasión de la publicación, en los días previos, del informe de más de 1.300 páginas sobre abusos en seis de las ocho diócesis de Pensilvania. En esa ocasión escribió, abrumado por el dolor: “Mirando hacia el pasado nunca será suficiente lo que se haga para pedir perdón y buscar reparar el daño causado. Mirando hacia el futuro nunca será suficiente todo lo que se haga para generar una cultura capaz de evitar que estas situaciones no solo no se repitan, sino que no encuentren espacios para ser encubiertas y perpetuarse”.
También apuntó al clericalismo, como “una forma poco ética de entender la autoridad en la Iglesia”, una actitud que “genera una escisión en el cuerpo eclesial que beneficia y ayuda a perpetuar muchos de los males que hoy denunciamos”. Decir no al abuso, es “decir enérgicamente no a cualquier forma de clericalismo”.
Mientras tanto, en lo que respecta al gobierno de los grupos laicales, el pasado 11 de junio se promulgó un Decreto, firmado por el Santo Padre, que reconfigura sustancialmente los cargos de gobierno dentro de estas organizaciones internacionales, estableciendo una duración de los mandatos de cinco años, y un máximo de diez años consecutivos, con la excepción de los fundadores.
La creatividad del amor
En el encuentro de hace unas semanas, el Papa explicó los motivos de esta decisión, que se derivan de “la realidad de las últimas décadas”. De ahí la aclaración de que “las tareas de gobierno que os han sido encomendadas” “no son otra cosa que una llamada a servir”.
Y lo que socava esta misión de servicio es, sobre todo, la “voluntad de poder”, que puede expresarse de muchas maneras y acaba anulando cualquier “forma de subsidiariedad” dentro de los movimientos. El Papa citó casos de “superiores generales que se eternizan en el poder y hacen mil cosas para ser reelegidos, incluso cambiando las constituciones”.
El otro obstáculo al verdadero servicio cristiano, es la “deslealtad”, que lleva a servir a Dios y a los demás de palabra, “pero en realidad servimos a nuestro ego, y nos plegamos a nuestro deseo de aparentar, de obtener reconocimiento, aprecio…”. En cambio, advirtió el Papa Francisco, “el verdadero servicio es gratuito e incondicional, no conoce ni cálculos ni pretensiones”.
“Al igual que las numerosas asociaciones de laicos, a pesar de los duros meses de la pandemia y de las innumerables restricciones, no se han rendido”, reconoció el Pontífice en su discurso, al contrario, han multiplicado su solidaridad, ayuda y testimonio evangélico “con esa creatividad que nace del amor, porque quien se siente amado por el Señor ama sin medida”.