Se lee en apenas dos días. Probablemente, la rapidez de su lectura se deba, en gran medida, a que Casi atrapa al lector desde sus primeros compases.
El periodista Jorge Bustos realiza una crónica del desamparo, como él mismo subtitula esta obra, no desde la perspectiva económica o sociodescriptiva del político, ni como una de esas prédicas moralizantes de los nuevos sacerdotes laicos en los que hemos mutado muchos comunicadores.
Casi es una crónica de primera mano, escrita desde el comedor del centro de acogida, desde el autobús compartido y las charlas confidenciales de los paseos cortos de una excursión.
Casi
Casi nace de una mirada reconocedora, no del vistazo rápido, a esos miles de “sin techo” que pueblan nuestras calles del primer mundo. Esos que están tan cerca de nosotros que ni los vemos, que los hemos “asimilado” al conjunto del paisaje, pero que son el fracaso más rotundo de una sociedad que, como el mismo Bustos apunta, los colectiviza para “diluir la responsabilidad, que pertenece siempre a unas decisiones concretas de unas personas concretas”.
Casi se compone de retazos de historias inconclusas, porque se siguen viviendo mientras usted lee estas líneas: la vida de los sin techo, sus luces y sombras, la tarea ingrata y maravillosa al mismo tiempo de quienes los atienden; la labor de unas Hermanas de la Caridad que son, además de hermanas, padre y madre para cientos de personas a las que nadie quiere llamar familia.
Con la agudeza estilística que le caracteriza, Bustos da el paso del periodista-contador al periodista-escuchador, encarnando a un narrador que reflexiona, analiza, recuerda… y desaparece cuando es necesario. Comparte con los verdaderos protagonistas —esos invisibles— comida y conversación. También con quienes los atienden, en el madrileño Centro de Acogida San Isidro (Casi), en otros centros como La Rosa o el Juan Luis Vives.
Por estas páginas desfilan drogadictos que nacieron con síndrome de abstinencia, mujeres maltratadas una y otra vez, catedráticos a los que el alcohol ha bajado del aula a las noches en un frío banco de la calle e inmigrantes marcados por etiquetas de uno y otro signo. No es un relato de denuncia. sus integrantes no aparecen como pobres pisoteados (aunque más de uno lleva la marca de una suela en el rostro), sino con la dignidad de quien, como mujer u hombre, tiene entre sus costillas un corazón y una historia.
En la era de la información low cost (y rápida), del tertuliano y del periodista ChatGPT, que uno de los nuestros se avenga a bajar a la calle más de dos horas para un reportaje es una muestra más que loable de devoción particular por la profesión y de respeto al lector.
Si, como en este caso, le ha dedicado días y noches e incluso su propia celebración de cumpleaños, pasamos a algo más que un reportaje informativo o “de denuncia”.
Jorge Bustos materializa en estas páginas la única razón de ser del periodista, esa profesión que habla de todo lo que no vive: contar las historias que merecen ser escuchadas. Ser la voz de quienes no pueden contarla, no tienen voz o ni siquiera son conscientes de que son sus vidas las que, realmente, materializan el pulso de una sociedad.
Casi es un libro que no se termina de leer al voltear la página 189. Tiene hasta gracia pensar que “casi lo” terminas, pero no. Porque, si tiene usted corazón, entrañas y vista… Mejor dicho, si tiene usted ojos en el corazón, seguirá leyendo páginas de Casi, cada día, en las calles de su ciudad