Leyendo el texto de la encíclica Fratelli tutti del Papa Francisco, me han impresionado tres palabras en particular.
La primera es la complejidad: no entendida en un sentido mecánico, sino como la serie de fenómenos que conciernen a la humanidad; el Papa Francisco entra en esta complejidad que caracteriza al hombre examinando todas las cuestiones e implicaciones que tienen que ver con la vida de cada uno de nosotros y nuestra relación con la vida de los demás.
La segunda palabra es acción: ¡debemos ocuparnos nosotros! Cada uno con sus competencias y según sus responsabilidades tenemos que tratar de dar luz a este mundo lleno de situaciones que requieren ser revisadas y actualizadas. Esta acción, en mi opinión, tiene que ver con la comunidad (los gobiernos y las naciones deben hacerlo) y con la responsabilidad individual a la que cada individuo de buena voluntad está llamado. Por otro lado, este es el significado de la encíclica: una carta circular que no es sólo para la Iglesia, sino que está dirigida a todos aquellos que miran el mundo con perspectiva.
La tercera palabra es sueño: ¡soñar con esperanza, podemos lograrlo!
Bien común
Esta encíclica es un excelente vademécum que resume la visión de la Iglesia sobre el bien común. No es casualidad que se la tilde de «social», porque resume la Doctrina Social de la Iglesia con referencias también al Magisterio anterior (Deus caritas est de Benedicto XVI y Centesimus Annus de Juan Pablo II) y en continuidad con este último. Aconsejaría a todos, tanto a los jefes de estado y de gobierno como a todos los ciudadanos, que la lean; no tanto por una cuestión de adhesión a los principios de la fe, sino por el deseo de construir una sociedad mejor.
Comunicación y diálogo
Citando a Juan Pablo II, si tuviera que resumir en un título la Fratelli Tutti, usaría su famosa expresión dirigida a los ciudadanos romanos: Damose da fa’ (“Pongámonos en marcha” en dialecto romano). Es una llamada a la acción, porque el mundo sucumbe ante tantas situaciones y depende de nosotros cambiarlo: ¡pongámonos en marcha!
Ya en la Christus vivit, dedicada a los jóvenes, el Papa Francisco nos invita a no reducir la comunicación a un instrumento, sino a hacernos nosotros mismos comunicación, porque en el fondo lo somos.
Esta encíclica esboza, en mi opinión, el elemento del diálogo. Hay una revolución de la intención con respecto a esta palabra: el diálogo también tiene en cuenta lo que el otro tiene que decir y que puede servirme para entender mejor el mundo. Es un aspecto fundamental, que debe animarnos a iniciar estos caminos de relación con los demás y al mismo tiempo superar todos los malos usos de la red: evitar los monólogos buscando del otro algo útil para mí y para la sociedad en su conjunto.
El Evangelio propone una palabra clave: el amor. El amor no entendido como puro sentimentalismo, sino ser el prójimo de nuestros cercanos y también de los que viven en situaciones lejanas a nuestra comodidad. Esta es la clave para cambiar el mundo: la Iglesia lleva 2000 años enseñando esto y en esta encíclica se ofrece el método en el segundo capítulo con la parábola del buen samaritano.
Debemos cuidar a aquellos a quien, en primer lugar, no daríamos crédito: esto es lo que hace el buen samaritano.
(También puedes leer aquí el análisis de Ramiro Pellitero de la Encíclica Fratelli Tutti que ofrecimos el día de su publicación).