El Papa Francisco ha presidido en la Basílica de San Pedro la Santa Misa en la fiesta del Espíritu Santo. Las grandes celebraciones con fieles vuelven a la normalidad en el Vaticano tras la pandemia. Al acabar la ceremonia, el Papa se asomó al balcón de su oficina para saludar a los peregrinos allí congregados y rezar con ellos el Regina Caeli por última vez este año.
Con su habitual pedagogía clara y cercana, el pontífice destacó dos de las principales tareas del Espíritu Santo, enseñar y recordar. En la época de internet y la globalización a muchas personas les parece que el Evangelio es un libro poco actual. El Papa Francisco lo glosaba diciendo: «puede surgir la inquietud de que hay mucha distancia entre el Evangelio y la vida cotidiana. Jesús vivió hace dos mil años, eran otros tiempos, otras situaciones, y por eso el Evangelio parece ya anticuado, inadecuado para hablar a nuestro hoy con sus exigencias y sus problemas».
Tratar al Espíritu Santo
La labor del Espíritu Santo es fundamental para la santidad personal y la labor evangelizadora, por eso el cristiano ha de tener una actitud de escucha atenta. «De hecho, cuando el Espíritu enseña, actualiza, mantiene la fe siempre joven. Nosotros corremos el riesgo de hacer de la fe una cosa de museo, Él en cambio la pone en sintonía con los tiempos. Porque el Espíritu Santo no se ata a épocas o modas pasajeras, sino que trae al presente la actualidad de Jesús, resucitado y vivo. ¿De qué manera el Espíritu realiza esto? Haciendo que recordemos. Aquí está el segundo verbo, re-cordar, es decir, traer de vuelta al corazón«.
En sus palabras finales el Santo Padre animaba los fieles a hacer examen de conciencia y leer el Evangelio para descubrir la voluntad de Dios. «Y nosotros – tratemos de preguntarnos – ¿somos cristianos olvidadizos? ¿Quizás basta una adversidad, un cansancio, una crisis para olvidar el amor de Jesús y caer en la duda y el miedo? El remedio es invocar al Espíritu Santo. Hagámoslo a menudo, especialmente en los momentos importantes, antes de las decisiones difíciles. Tomemos el Evangelio en la mano e invoquemos al Espíritu. Podemos decir: Ven, Espíritu Santo, recuérdame a Jesús, ilumina mi corazón. Luego, abrimos el Evangelio y leemos un pequeño pasaje, lentamente. Y el Espíritu lo hará hablar a nuestras vidas».