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Raimo Goyarrola: “Finlandia tiene una misión especial en la Iglesia”

En esta entrevista con Omnes, Raimo Goyarrola, obispo de Helsinki, no solo habla de su libro "Romper el hielo", sino que ofrece un panorama lleno de esperanza de los católicos en Finlandia, donde la energía de los jóvenes se une a un ecumenismo excepcional y a los desafíos propios de la Iglesia más pobre de Europa.

Paloma López Campos·19 de marzo de 2025·Tiempo de lectura: 7 minutos
Raimo Goyarrola

Raimo Goyarrola, obispo de Helsinki, Finlandia

Raimo Goyarrola es obispo de Helsinki, Finlandia. Nacido en Bilbao, estudió Medicina antes de ordenarse como sacerdote en 2002. Cuatro años después se trasladó a Finlandia para atender a jóvenes universitarios, dar clases de religión e incluso ser capellán militar. Pero todo cambió cuando en 2023 el Papa Francisco le pidió que tomara las riendas de la Iglesia en Helsinki como obispo de la diócesis de la capital del país.

Ahora publica en la editorial Palabra su libro “Romper el hielo”, donde cuenta anécdotas de la Iglesia local y destaca la iniciativa personal como clave para difundir el mensaje del Evangelio en el mundo entero.

En esta entrevista con Omnes, monseñor Goyarrola no solo habla de su libro, sino que ofrece también un panorama lleno de esperanza de la Iglesia en Finlandia, donde la energía de los jóvenes se une a un ecumenismo excepcional y a los desafíos propios de la Iglesia más pobre de Europa.

¿Cómo ha sido su experiencia liderando la Iglesia en Helsinki?

– La ventaja que tenemos en Finlandia es que la Iglesia realmente es católica. Tenemos más de 120 nacionalidades, gente de todos los continentes. Es una experiencia muy gratificante, humanamente hablando, por el cariño que se siente.

Yo recorro todo el país, a pesar de ser obispo de Helsinki. Es un territorio muy grande, en el que hay cinco millones y medio de habitantes. Yo lo que veo es unidad, cariño, y me conmuevo a veces, aun siendo vasco. Al acabar la Misa, la gente viene a saludarme, me pide fotos y comparte lo que lleva en su corazón. En ese momento me doy cuenta de que soy pastor, el padre de esta familia o el hermano mayor, y doy gracias a Dios por este regalo que no merezco pero me llena el corazón.

¿Cómo ve la evolución del catolicismo en Finlandia en los últimos años?

– La población local finlandesa es mayoritariamente luterana. Por desgracia, muchos abandonan su Iglesia y caen en una especie de limbo medio espiritual, medio espirituoso. Pero también es verdad que muchos de ellos, después de esto, se acercan a la Iglesia católica. Creo que ven la belleza de la verdad y de la bondad, porque los tres conceptos están unidos y la Iglesia católica ofrece el pastel completo. Tenemos el pastel completo de dos mil años de historia, de tradición, de Padres de la Iglesia, los sacramentos, la moral y la antropología. Lo que busca la gente es la verdad completa, ese pastel entero.

En este sentido, la Iglesia católica es exigente. Muchos jóvenes finlandeses se están acercando a la fe católica, quizás por esta autenticidad de la exigencia de la verdad. La verdad a veces no es cómoda, pero es bella, y su belleza y bondad atraen muchísimo.

La otra parte de nuestra Iglesia local es una Iglesia de más de 120 países, que traen su propia cultura, su idioma y una visión propia. Esto es una riqueza que atrae mucho a los locales. Muchos finlandeses se sienten atraídos por las familias numerosas que llegan de otros lugares o por la alegría que transmiten los africanos. Aquí se ve lo atractivo de la catolicidad.

¿Cómo ha sido la relación entre la Iglesia católica y otras confesiones cristianas en Finlandia, especialmente en el contexto ecuménico?

– La relación es excepcional. Para hacerse una idea, tenemos Misa los domingos en 33 ciudades y solo hay templos católicos en 7 de ellas. Esto quiere decir que en 25 ciudades celebramos la Misa en templos no católicos, en concreto, 20 iglesias luteranas y 5 iglesias ortodoxas que nos prestan para la Misa.

La relación es maravillosa. Tenemos una semana de formación conjunta para sacerdotes católicos y sacerdotes ortodoxos. El año pasado hicimos la primera procesión de la historia conjunta con los ortodoxos el día del nacimiento de la Virgen, el 8 de septiembre. Fuimos unidos en procesión desde la catedral ortodoxa a la católica, con los obispos a la cabeza. Estaban la Virgen de Fátima y un icono bizantino. Los fieles estaban emocionados. Poco después, el obispo luterano me preguntó por qué no le había avisado de esa procesión. Yo le contesté que no pensaba que quisieran acudir a esta procesión con la Virgen María, pero me respondió que este año quieren estar, porque la Virgen no deja de ser la Madre de Jesús.

En un contexto de creciente secularización, ¿qué estrategias está implementando la Iglesia local para conectar con las nuevas generaciones?

– Hace un año fundamos “Juventus Catholica”, una asociación de jóvenes católicos en la que tienen la libertad de ser ellos quienes organicen sus iniciativas y tomen sus propias decisiones. Aquí se ve su iniciativa personal y se vuelven conscientes de que ellos son Iglesia.

Hay muchos jóvenes en Finlandia que están despistados y que sufren. La soledad espiritual es un infierno en la tierra y gracias a esta asociación y a los jóvenes que contagian la alegría del Evangelio, hay muchos jóvenes que se acercan a las parroquias. Como ejemplo, el miércoles de ceniza de este año hemos celebrado 6 Misas en Helsinki, el año pasado celebramos 4 y el anterior 2. Pero es que se llena la iglesia, la gente no cabe en el templo porque vienen cantidad de jóvenes.

Aquí se ve que los jóvenes necesitan la autenticidad y exigencia de la fe católica. Exigir a los jóvenes es positivo, porque les ofrecemos algo mucho mayor: Dios mismo.

¿Cuál considera que es el principal desafío que enfrenta la Iglesia en Finlandia?

– En este sentido, me gusta más hablar de oportunidades y aventuras. Tenemos dos desafíos claros y evidentes. Uno de ellos es la distancia. La iglesia más cercana para una familia católica a veces está a 300 kilómetros. Yo como pastor que quiere alimentar a sus hijos y hermanos quiero llevar el alimento divino, la Eucaristía. Eso exige conducir miles de kilómetros cada fin de semana. Hay muchas familias que piden tener Sagrarios en el pueblo, pero no hay iglesias. Y aquí está el segundo desafío: la economía. Somos la Iglesia más pobre de Europa. No llegamos a cubrir los gastos ordinarios y la guerra entre Rusia y Ucrania ha complicado la situación.

Además, es una aventura construir una diócesis. Yo tengo en mis manos 8 parroquias y ya está. Hace falta una estructura diocesana, un colegio católico, que si Dios quiere abriremos en agosto; una casa diocesana, donde haya cursos, retiros y clases, que vamos a empezar a construir en mayo; y una residencia de ancianos, para cuidar a nuestros mayores. Esto es un reto económico y esa es una de las razones por las que estoy aquí en Madrid. He venido a buscar dinero, al igual que san Pablo recorrió las Iglesias del mediterráneo pidiendo colectas para Jerusalén.

Estoy convencido de que Finlandia tiene una misión importante a nivel mundial, una labor especial en la Iglesia católica. No soy profeta ni hijo de profeta, pero intuyo que algo grande va a pasar, y hay que prepararse, por lo que necesitamos una estructura.

Pero la realidad a día de hoy es que en las iglesias de Helsinki ya no cabe la gente. La gente se tiene que volver a casa para seguir alguna de las 8 Misas que celebramos a través de internet. Lo que tenemos en Finlandia es un santo problema, santo porque es una bendición de Dios, pero un problema porque nos hace falta otra iglesia.

¿Qué mensaje puede dar al resto del mundo la Iglesia en Finlandia?

– No voy a ser yo quien diga el ejemplo que damos a los demás. Eso lo pueden decir solo quienes nos vean. Pero sí considero que la Iglesia en Finlandia destaca por la responsabilidad personal. Los fieles finlandeses saben que son católicos, son conscientes de que la Iglesia católica no es una suma de parroquias, sino que la Iglesia somos tú y yo como miembros del Cuerpo de Cristo.

Muchos finlandeses son los únicos católicos en su entorno y, en lugar de camuflarse con los demás, no tienen miedo de mostrarse como católicos y hablar de Cristo a la gente. Hablan con naturalidad de la Eucaristía y de Jesús. Son misioneros y apóstoles allá donde van, y este es un ejemplo para el resto del mundo.

Otro aspecto a destacar es el ecumenismo. Los cristianos estamos muy unidos en Finlandia. Para que el mundo crea hace falta ecumenismo y esto es una obligación para los católicos. No tiene sentido que critiquemos a otros católicos y que sintamos envidia. Hay que buscar unidad entre nosotros, es el primer ecumenismo que Dios nos pide. Si la Iglesia está unida será luz y oxígeno para el resto de cristianos y para todo el mundo.

En su nuevo libro, “Romper el hielo”, habla de diversas iniciativas y proyectos para evangelizar en Finlandia. ¿Nos puede hablar de alguno que le haya emocionado especialmente o que haya tenido un impacto que no esperaba?

– Todos los años organizo un viaje a Laponia con una mochila de 30 kilos en la que cada uno lleva todo lo que necesita: ropa, comida, abrigo y todo lo necesario para la Misa. Pasamos 5 días caminando y contemplando. Esto acaba en conversiones, vocaciones y confesiones. Da unos frutos increíbles, no solo porque el sufrimiento de caminar 100 kilómetros entre lluvia y nieve une mucho, sino porque caminas con alguien y contemplas en silencio la naturaleza: los fiordos, las colinas… Dios habla aquí. En ese silencio contemplativo los jóvenes redescubren al Señor y comienzan a vivir como templos, como Sagrarios del Espíritu Santo que son.

¿Por qué le parece importante la publicación de este libro? ¿Qué conclusión quiere que saquen los lectores?

– Cuando me pidieron desde la editorial que escribiera el libro, la realidad es que no tenía tiempo, pero yo no sé decir que no. En verano, como tenía algún hueco, decidí que iba a dedicar un rato todos los días a jugar al fútbol, porque me encanta. Al segundo día de este propósito, me lesioné por tres meses. Gracias a eso, saqué tiempo para el libro, que creo que va a hacer mucho bien. No porque lo haya escrito yo. El propio libro me ha hecho bien a mí, a pesar del pudor que siento al escribir sobre mí mismo. Pero me doy cuenta de que no hablo sobre lo que yo he hecho, sino sobre lo que Dios ha hecho a través de mí.

Todos los cristianos estamos llamados a escribir este libro sobre nuestra propia vida, hablando sobre las grandezas que ha hecho el Señor en nosotros y a través de nosotros. Si eres fiel a Dios en tu vida, sin necesidad de hacer cosas raras, esto se hace realidad. Mi intención con el libro es animar a romper el hielo de tantos corazones que están fríos porque están lejos del calor de Dios.

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