Vaticano

Raffaella Petrini: «El liderazgo de las mujeres al servicio de la Iglesia»

"La mujer presenta dones innatos, entre ellos el cuidado de los demás, que pueden rastrearse ante todo en su capacidad estructural de realizar la maternidad", cuenta Sor Raffaella Petrini, Secretaria General del Governatorato del Estado de la Ciudad del Vaticano.

Antonino Piccione·8 de marzo de 2023·Tiempo de lectura: 4 minutos
Mujeres iglesia

Sor Raffaella Petrini y el Papa Francisco (CNS photo/Vatican Media)

 «Las mujeres que ocupan altos cargos, dentro y fuera de la Iglesia, están llamadas hoy a ejercer su libertad para llevar a cabo las tareas que el Papa Francisco atribuye a todo líder: cuidar de los frágiles y volver a poner la dignidad de la persona en el centro de cada decisión. Sabiendo que el paradigma de la «gerencialidad del cuidado» constituye un punto de referencia ético para cualquier organización: todos estamos inmersos en una red de relaciones de dependencia, que definen lo que somos y lo que llegaremos a ser, resultando fundamentales para nosotros y para los demás».

Así se expresó Sor Raffaella Petrini, Secretaria General del Governatorato del Estado de la Ciudad del Vaticano, con ocasión del Día Internacional de la Mujer. En su intervención en la segunda sesión del Curso de Especialización en Información Religiosa promovido por ISCOM y la Pontificia Universidad de la Santa Cruz, Petrini traslada su reflexión al dilema del liderazgo puesto de relieve por el filósofo polaco Zygmunt Bauman, es decir, la elección entre competencia y solidaridad. “La competencia», explica Bauman, «empuja a los seres humanos a avanzar en su propia posición imponiendo sus propios deseos e intereses al otro, o a los otros”; la solidaridad, en cambio, presupone que «los hombres y las mujeres pueden vivir juntos de forma colaborativa y pueden intentar llegar a ser, todos ellos, más felices».

“A lo largo de los últimos pontificados», observa Petrini, «especialmente con el Papa Francisco, se ha hecho mucho para ofrecer a las mujeres la oportunidad de expresar su libertad de manera más concreta, incluso nombrándolas formalmente para puestos de liderazgo, administración y gestión dentro de las estructuras eclesiales, incluida la Curia Romana y el Governatorato del Estado de la Ciudad del Vaticano».

La solidaridad, principio central del pensamiento social cristiano, es definida así por el Papa Juan Pablo II en su encíclica “Sollicitudo rei socialis” (1987): «Es, ante todo, interdependencia, sentida como sistema determinante de relaciones en el mundo contemporáneo, en sus componentes económico, cultural, político y religioso, y asumida como categoría moral. Cuando se reconoce así la interdependencia, la respuesta correlativa, como actitud moral y social, como «virtud», es la solidaridad. No se trata, pues, de un sentimiento de vaga compasión o de simpatía superficial por los males de tantas personas, cercanas o lejanas. Por el contrario, es la determinación firme y perseverante de comprometerse por el bien común: es decir, por el bien de todos y cada uno, porque todos somos verdaderamente responsables de todos».

Tres dimensiones

En este sentido, Sor Raffaella indica «tres dimensiones que, al menos en mi experiencia personal en este primer año como Secretaria General del Governatorato del Estado de la Ciudad del Vaticano, vinculan las expresiones de solidaridad dentro de una organización».

En primer lugar, la conciencia de la diversidad, es decir, el reconocimiento de las cualidades femeninas, según las cuales «la mujer presenta dones innatos, entre ellos el cuidado de los demás, que pueden rastrearse ante todo en su capacidad estructural de realizar la maternidad, de ahí su disposición a acoger la nueva vida, al cambio y a la transformación, a proteger la vulnerabilidad, al sacrificio y a relacionarse con la alteridad». Entre los corolarios, según el Secretario General del Governatorato del Estado de la Ciudad del Vaticano, están la atención a las necesidades de las personas, la responsabilidad que genera el deseo de satisfacer esas necesidades, la competencia profesional y el respeto. Todos ellos son ingredientes que están en el origen del funcionamiento eficaz de cualquier sistema organizativo.

La complejidad de las organizaciones modernas -la segunda dimensión del análisis de la monja franciscana- «requiere necesariamente un enfoque multidisciplinar de la resolución de problemas y la disposición, por tanto, a buscar y acoger la contribución de diferentes competencias, tanto blandas como duras». Se trata de un tema que afecta a la propia Gobernación, dividida en siete direcciones, de naturaleza y funciones muy diferentes, que colaboran con el Presidente, el Secretario General y el Vicesecretario General para llevar a cabo las actividades institucionales del Estado de la Ciudad del Vaticano: 1) Infraestructuras y Servicios; 2) Telecomunicaciones y Sistemas de Información; 3) Economía; 4) Servicios de Seguridad y Protección Civil; 5) Sanidad e Higiene; 6) Museos y Bienes Culturales; 7) Villas Papales.

Por último, el servicio como actitud esencial del liderazgo. En los cuatro pilares identificados desde los años setenta por el investigador estadounidense Robert Greenleaf, y esquematizados así por Petrini: el servicio a los empleados, que, reforzado por la motivación interna, fomenta la productividad; un enfoque holístico del trabajo, según el cual el trabajo es para el hombre, y no viceversa; el sentido de comunidad, en la conciencia de una fragilidad compartida que requiere apoyo mutuo; la participación del poder de decisión, fomentada por estructuras menos verticalistas y más flexibles y horizontales.

Del despliegue de las dimensiones descritas desciende la aptitud para el cuidado de las cosas, que estamos llamados a gestionar y no a poseer, como nos recuerda también el último Motu Proprio del Papa sobre el Derecho Originario, y de las personas, del capital humano capaz de hacer funcionar las organizaciones, más allá de las necesarias reformas estructurales. Raffaella Petrini concluye: «Se trata de una actitud basada esencialmente en el principio de mutua dependencia, que pertenece también al núcleo de nuestra fe cristiana, es decir, en la conciencia de que, en el curso de la existencia, todos, sin excepción, hemos sido, somos y seremos sujetos activos y pasivos de cuidado. Hoy, las mujeres, al asumir mayores funciones de responsabilidad en la esfera pública, en el ámbito político-económico, así como en el seno de la Iglesia, participan en el esfuerzo por conciliar el sentimiento moral del cuidado con el sentimiento moral de la justicia».

Con vistas a construir esa «amistad social» que nos induce a «apuntar más alto que nosotros mismos y que nuestros intereses particulares», como propugna el Papa Francisco (“Fratelli Tutti”, 245).

El autorAntonino Piccione

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