Vaticano

“Puertas abiertas”, deseo del Papa en la fiesta de san Pedro y san Pablo

En vísperas del año Jubilar de 2025, en la solemnidad de san Pedro y san Pablo, el Papa Francisco ha llamado a “que el Señor abra las puertas de nuestro corazón ―a veces atrancadas por el miedo, cerradas por el egoísmo, selladas en la indiferencia o la resignación―, para abrirnos al encuentro con Él”. Y también a “construir una Iglesia y una sociedad de puertas abiertas”, al imponer el palio a 42 nuevos arzobispos metropolitanos.  

Francisco Otamendi·29 de junio de 2024·Tiempo de lectura: 4 minutos
Papa Misa palios 29 junio 2024

El Papa Francisco bendice los palios de los nuevos arzobispos en la Misa solemne de san Pedro y san Pablo en 2024 @OSV

El Santo Padre Francisco ha animado hoy, en la solemnidad de los santos apóstoles Pedro y Pablo, a dejarnos “inspirar por sus historias, por el celo apostólico que marcó el camino de sus vidas. En su encuentro con el Señor, tuvieron una verdadera experiencia pascual: fueron liberados y ante ellos se abrieron las puertas de una vida nueva”. 

Y los ha descrito de este modo: san Pedro, “el pescador de Galilea a quien Jesús hizo pescador de hombres”. San Pablo, “el fariseo perseguidor de la Iglesia transformado por la gracia en evangelizador de los gentiles.”.

En la solemne celebración eucarística en la Basílica Vaticana con los cardenales, los nuevos arzobispos metropolitanos, a quienes ha entregado el palio, con los obispos, sacerdotes y fieles, y con una delegación del Patriarcado de Constantinopla presente en la Santa Misa, el Papa se ha referido en su homilía a la liberación de Pedro de la prisión, y al próximo Jubileo, que comenzará en la Iglesia el 24 de diciembre.

Dios abre las puertas

“La primera lectura nos ha descrito el episodio de la liberación de Pedro de su cautiverio. (…). Lo que se nos narra, pues, es un nuevo éxodo; Dios libera a su Iglesia, a su pueblo, que está encadenado, y se muestra una vez más como el Dios de la misericordia que sostiene su camino. En aquella noche de liberación sucedió que, ante todo, se abrieron milagrosamente las puertas de la prisión. Luego, de Pedro y del ángel que lo acompaña se dice que ‘llegaron a la puerta de hierro que daba a la ciudad. La puerta se abrió sola delante de ellos’. No fueron ellos los que abrieron la puerta, sino que se abrió sola”. 

“Es Dios quien abre las puertas”, ha subrayado el Pontífice.  “Es Él quien libera y despeja el camino. A Pedro ―como escuchamos en el Evangelio―, Jesús le había confiado las llaves del Reino. Pero Pedro experimenta que es el Señor quien abre primero las puertas, porque Él nos precede siempre. 

También el itinerario del apóstol Pablo es, antes que nada, una experiencia pascual, ha señalado el Papa. “Él, en efecto, primero fue transformado por el Resucitado en el camino de Damasco y después, en la incesante contemplación de Cristo crucificado, descubrió la gracia de la debilidad; cuando somos débiles ―decía― en realidad, justo entonces, es que somos fuertes porque ya no nos aferramos a nosotros mismos, sino a Cristo. Aferrado al Señor y crucificado con Él, Pablo escribía ‘ya no vivo yo, sino que Cristo vive en mí’”.

El Jubileo y las puertas de la evangelización

“Detengámonos a considerar precisamente la imagen de la puerta. El Jubileo, en efecto, será un tiempo de gracia en el que abriremos la Puerta Santa, para que todos tengan oportunidad de cruzar el umbral de ese santuario vivo que es Jesús y, en Él, experimentar el amor de Dios que fortifica la esperanza y renueva la alegría.  También en la historia de Pedro y de Pablo hay puertas que se abren. Meditemos sobre ello”.

“Hermanos y hermanas, los dos Apóstoles Pedro y Pablo tuvieron esta experiencia de gracia.”, ha proseguido.  “Ellos, en primera persona, experimentaron la obra de Dios, que les abrió las puertas de su prisión interior y también de las prisiones reales, donde estuvieron encarcelados a causa del Evangelio. Y, además, abrió ante ellos las puertas de la evangelización, para que pudieran experimentar la alegría de encontrarse con los hermanos y hermanas de las comunidades nacientes y llevar la esperanza del Evangelio a todos.

“Por eso, mientras nos preparamos para abrir la Puerta Santa, éste mensaje es también para nosotros. También nosotros necesitamos que el Señor abra las puertas de nuestro corazón ―a veces atrancadas por el miedo, cerradas por el egoísmo, selladas en la indiferencia o la resignación― para que podamos abrirnos al encuentro con Él”, ha señalado el Papa. “También nosotros necesitamos una mirada capaz de reconocer qué puertas abre el Señor para el anuncio del Evangelio, para redescubrir la alegría de evangelizar y superar los sentimientos de derrota y pesimismo que contaminan la acción pastoral”.

Mensaje al imponer el palio

Al concluir, Francisco se ha referido a la imposición del palio “a los arzobispos metropolitanos nombrados durante el último año. En comunión con Pedro y siguiendo el ejemplo de Cristo, puerta de las ovejas, están llamados a ser pastores diligentes que abran las puertas del Evangelio y que, con su ministerio, ayuden a construir una Iglesia y una sociedad de puertas abiertas”.

Asimismo, el Pontifice ha saludado “con afecto fraterno a la Delegación del Patriarcado ecuménico: gracias por haber venido a manifestar el deseo común de la plena comunión entre nuestras Iglesias. Que los santos Pedro y Pablo nos ayuden a abrir la puerta de nuestra vida al Señor Jesús; que intercedan por nosotros, por la ciudad de Roma y por el mundo entero. Amén”.

Ángelus: la autoridad es servicio, liberación de prisioneros

A las doce, el Papa se ha asomado a la ventana del Palacio apostólico, y ha rezado el Ángelus con los fieles. En su breve meditación, Francisco ha recordado algunas ideas de su homilía de la mañana, y ha resaltado, al considerar la promesa de Jesús de entregar a Pedro las llaves del Reino de los cielos, que “la autoridad es un servicio. Si no, es una dictadura”.

También ha señalado que su misión no iba a ser cerrar las puertas de la casa, sino ayudar a todos a encontrar el camino de entrada, “a todos, a todos”, y que no le confió las llaves porque no fuera pecador, sino “porque era humilde y honesto”. 

Finalmente, ha recordado a las familias, a los ancianos solos, a los enfermos, y ha rogado una oración por los que sufren por las guerras, por la paz en el mundo, y por la liberación de todos los prisioneros, al alegrarse de la liberación de dos sacerdotes grecocatólicos.

El autorFrancisco Otamendi

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