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Primera jornada del Papa en Mongolia como «peregrino de la amistad»

El Santo Padre ha iniciado su andadura por tierras mongolas. Aunque llegó la tarde del día 1 de septiembre, la diferencia horaria ha hecho que sea el día 2 el punto de partida a los actos oficiales. La visita a las autoridades y el encuentro con sacerdotes religiosos y consagrados han marcado la agenda de hoy.

Maria José Atienza·2 de septiembre de 2023·Tiempo de lectura: 6 minutos
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El Papa Francisco con el presidente de Mongolia en un ger ceremonial en el Palacio de Estado en Ulán Bator ©CNS photo/Lola Gomez

El viaje del Papa en Mongolia ha comenzado, de manera activa, esta mañana en la Sala “Ikh Mongol” del Palacio de Gobierno. Allí, frente a las autoridades del país se ha definido como “peregrino de la amistad, llegando de puntillas y con el corazón alegre, deseoso de enriquecerme humanamente con vuestra presencia”.

El Papa ha querido recordar, en primer lugar, la antigua relación entre Mongolia y el cristianismo, que se remonta a 1246, cuando fray Juan de Plano Carpini, enviado papal, visitó a Guyuk, el tercer emperador mongol, y le presentó al Gran Kan la carta oficial del Papa Inocencio IV. Esa carta, “se conserva en la Biblioteca Vaticana y hoy tengo el honor de entregarles una copia auténtica, realizada con las técnicas más avanzadas para garantizar la mejor calidad posible. Que este pueda ser un signo de amistad antigua que crece y se renueva”, ha subrayado el Papa.

La figura de los ger, las tradicionales casas nómadas, redondas, mongolas, ha servido al Papa como línea de su discurso. En primer lugar, destacando su respeto por el medio ambiente, así como la unidad entre tradición y modernidad. El Papa se ha referido además a la pluralidad de pueblos que forman parte de Mongolia: “Durante siglos, el abrazar tierras lejanas y muy distintas puso en evidencia la excepcional capacidad de vuestros antepasados de reconocer lo mejor de los pueblos que componían el inmenso territorio imperial y de ponerlas al servicio del desarrollo común”, ha afirmado el Papa,

Mirar a lo alto

“Al entrar en una ger tradicional, la mirada se eleva hacia el centro, a la parte más alta, donde hay una ventana abierta al cielo. Quisiera subrayar esta actitud fundamental que vuestra tradición ayuda a descubrir: el saber dirigir nuestra mirada hacia lo alto”, ha proseguido el Papa, que ha alabado que “Mongolia sea un símbolo de libertad religiosa”.

En este sentido, el Papa ha destacado que las religiones “cuando se inspiran en su patrimonio espiritual original y no son corrompidas por desviaciones sectarias, son a todos los efectos soportes fiables para la construcción de sociedades sanas y prósperas, en las que los creyentes no escatiman esfuerzos con el fin de que la convivencia civil y los proyectos políticos estén siempre al servicio del bien común, representando también como un freno a la peligrosa carcoma de la corrupción”. 

El Papa ha querido tener un recuerdo para la pequeña comunidad católica que se encuentra en Mongolia que “aun siendo pequeña y discreta, participe con entusiasmo y compromiso en el camino de crecimiento del país, difundiendo la cultura de la solidaridad, la cultura del respeto por todos y la cultura del diálogo interreligioso, y entregándose a la causa de la justicia, la paz y la armonía social”. 

La jornada del Papa ha continuado por la tarde en Mongolia con el singularmente significativo encuentro que el Papa Francisco ha mantenido con los obispos, sacerdotes y consagrados y consagradas en la Catedral de San Pedro y San Pablo.

“Bienvenido a nuestro ger”

El presidente de la Conferencia Episcopal de Asia Central, Mons. José Luis Mumbiela ha sido el encargado de dar la bienvenida al Santo Padre a una tierra que “han esperado durante más de dos décadas la visita del Obispo de Roma” como ha destacado Mumbiela.

Una visita que, como ha querido destacar el presidente de los obispos de la zona, “es un testimonio vivo y gozoso que justifica la esperanza de tantos siglos; es como una teofanía que nos acompaña y estimula en nuestra peregrinación como Iglesia misionera. En Asia sabemos lo que significa vivir de la esperanza. Y ahora también estamos convencidos de que ‘la esperanza no nos defrauda».

También ha querido destacar el obispo de Almaty que, aunque la mayor parte de los misioneros y consagrados allí reunidos proceden de diversas partes del mundo “nadie es extranjero, porque dentro de la Iglesia católica, nadie es extranjero. La Iglesia crea fraternidad, porque la Iglesia es fraternidad”.

Los misioneros, libros vivos de la fe

Seguidamente han tomado la palabra una religiosa, Sr. Salvia Mary Vandanakara, M.C., Peter Sanjaajav, un sacerdote mongol y Rufina Chamingerel, una de las agentes pastorales que trabajan allí para ofrecer sus testimonios al Papa.

En el primero de ellos, la Misionera de la Caridad de la Madre Teresa ha detallado al Papa cómo su trabajo se centra en “el cuidado de niños discapacitados física y mentalmente, la atención a los enfermos y a los ancianos abandonados por sus familias, el cobijo de los sin techo, la alimentación de los hambrientos y el acercamiento a las familias pobres y desatendidas”. Tarea no fácil en una nación cuyo índice de pobreza se sitúa en torno al 20%.

“A través de todas estas obras de caridad, intentamos que las personas se den cuenta de lo preciosas que son a los ojos de Dios”, ha afirmado la religiosa que ha recordado cómo llegó al país en 1998, cuando la Iglesia acababa de re-comenzar su tarea allí.

“En aquella época, muchos niños no tenían instalaciones adecuadas para hacer los deberes, así que organizamos un programa extraescolar con la ayuda de algunos profesores mongoles, y más tarde pudimos admitirlos en escuelas normales para que pudieran completar sus estudios”, ha contado la religiosa que ha añadido emocionada cómo “entre los jóvenes a los que atendimos, había también un chico que hoy es sacerdote, nuestro querido P. Sanjaajav Peter”.

Este joven sacerdote ha sido el siguiente en tomar la palabra. Con visible emoción, Sanjaajav Peter ha subrayado ante el Papa que “Dios me ha dado numerosas oportunidades para crecer como mongol en tierra mongola, y también me ha elegido para contribuir a la salvación de mi pueblo” y recordando el tradicional modo de vida mongol, unido a la tierra, ha afirmado, esperanzado, cómo “el fruto del amor de Dios empezó a crecer hace mucho tiempo, está madurando ahora mismo, y estoy seguro de que su visita producirá una rica cosecha”.

Por último, Rufina Chamingerel, una agente de pastoral que ha contado al Papa su historia de fe que se acentuó en su época de estudiante. Rufina sintió la responsabilidad de ser faro de la fe en su país y esto la llevó a estudiar en Roma y volver a Mongolia para ayudar al crecimiento de la Iglesia. “Aprender a conocer el catolicismo me pareció como aprender un nuevo idioma, el idioma católico. Llevo catorce años estudiando este idioma, y seguiré aprendiéndolo”, ha narrado al Papa, ante quien ha querido destacar el importantísimo papel de los misioneros en Mongolia: “no tenemos muchos libros de catequesis en nuestra lengua, pero tenemos muchos misioneros que son libros vivos”.

El Papa: “Volved a la primera mirada”

Haciendo referencia al salmo 34

“Gustad y ved qué bueno es el Señor” junto a ellos, ha querido “saborear el gusto de la fe esta tierra haciendo memoria de historias y de rostros, de vidas gastadas por el Evangelio. Gastar la vida por el Evangelio: es una bella definición de la vocación misionera del cristiano, y en particular del modo en que los cristianos viven esa vocación aquí”, ha destacado el Papa.

El pontífice ha querido poner el acento en la relación personal con el Señor, necesaria para llevar adelante la misión y la entrega a los hermanos. Sin esa relación de amor personal, no es posible la misión -por amor al otro- porque no hay experiencia de Dios: “Esta experiencia del amor de Dios en Cristo es pura luz que transfigura el rostro y lo hace a su vez resplandeciente. Hermanos y hermanas, la vida cristiana nace de la contemplación de este rostro, es una cuestión de amor, de encuentro cotidiano con el Señor en la Palabra y en el Pan de vida, en el rostro de los demás, en los necesitados, donde Cristo está presente”.

En este sentido, ha animado a la pequeña, pero activa comunidad religiosa y consagrados que desarrollan su labor pastoral en Mongolia a “que gusten y vean al Señor, a que vuelvan una y otra vez a aquella primera mirada de la que surgió todo”.

La Iglesia no tiene agenda política

Otro de los puntos que ha querido subrayar el Papa ha sido la misión de la Iglesia, a la que los gobiernos no han de temer porque la Iglesia “no tiene ninguna agenda política que sacar adelante, sino que sólo conoce la fuerza humilde de la gracia de Dios y de una Palabra de misericordia y de verdad, capaz de promover el bien de todos.

Aunque los datos de la Iglesia en Mongolia son pequeños, el Papa ha subrayado ante ellos la necesidad de comunión. En este sentido, ha querido apuntar que “la Iglesia no se comprende en base a un criterio puramente funcional, según el cual el obispo hace de moderador de distintos miembros, basándose tal vez en el principio de la mayoría, sino en virtud de un principio espiritual, por el cual Jesús mismo se hace presente en la persona del obispo para asegurar la comunión de su Cuerpo místico”.

En este sentido ha recordado que la unidad de toda la Iglesia y la comunión con Roma tienen un ejemplo claro en Mongolia que, a pesar de su reducido número, cuenta con un cardenal al frente: Mons. Giorgio Marengo.

Por último, el Papa ha dirigido la mirada a la Virgen. No es una mirada casual,, la devoción mariana tiene un fuerte sentido en este viaje en el que el Papa bendecirá la imagen de la madre del Cielo, una talla de madera que una mujer mongola encontró y rescató de un basurero antes de la caída del sistema comunista y la llegada de la Iglesia.

El Papa se ha referido a esta devoción mariana como un pilar seguro y ha destacado que “nuestra Madre celestial, que —me ha gustado mucho descubrirlo— ha querido darles un signo tangible de su presencia discreta y premurosa dejando que se encontrase una imagen suya en un vertedero. En un lugar de desechos ha aparecido esta hermosa estatua de la Inmaculada. Ella, sin mancha, inmune al pecado, ha querido hacerse cercana hasta el punto de ser confundida con los deshechos de la sociedad, de forma que de la suciedad de la basura ha surgido la pureza de la Santa Madre de Dios”.

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