La izquierda bolivariana se bate en retirada en América Latina, ahogada por sus propios excesos: la mala gestión del Estado, la corrupción, el abuso de poder, el personalismo y la crisis económica.
— Juan Ignacio Brito
La estrella política de la izquierda populista latinoamericana se está extinguiendo. Hace una década brillaba con fuerza; hoy ha sido alejada del poder, tiene las horas contadas o se halla bajo amenaza severa en los países donde hasta hace poco dominaba sin contrapesos. El deterioro de la situación económica, el cansancio de la población con un discurso polarizador, la corrupción rampante y el agotamiento de los personalismos han terminado por poner en jaque a una tendencia política que prometió liberar a América Latina de sus cadenas y ha finalizado generando odiosidades y más pobreza. No es raro que la izquierda bolivariana haya criticado la decisión del Senado brasileño de abrir juicio político y suspender por 180 días a la mandataria Dilma Rousseff, denunciando que se trataba de un “golpe de Estado”. Se trata de una acusación habitual en el vocabulario político del populismo progresista. Sin ir más lejos, Nicolás Maduro, el presidente venezolano, recurrió a ella para justificar su decisión de decretar el estado de emergencia económica y llamar a “recuperar el aparato productivo, que está siendo paralizado por la burguesía”, a través de tomas de empresas. El objetivo, según Maduro, es “derrotar el golpe de Estado”.
Juan Ignacio Brito es decano de la Facultad de Comunicación de la Universidad de los Andes, Santiago de Chile.