Pío XII es una figura controvertida. Por un lado, protagonista de reconocidas acciones para proteger a las víctimas del nazifascismo, especialmente en los dramáticos meses de la ocupación de Roma; por otro, acusado por demasiados «silencios» ante las dramáticas noticias que llegaban al Vaticano, ya en 1939, desde los territorios ocupados por Hitler, empezando por Polonia.
En 2020, el Archivo Apostólico Vaticano puso a disposición de los estudiosos los documentos del pontificado de Pío XII. Gracias a esta extraordinaria oportunidad de investigación, ahora es posible realizar un análisis más completo y una interpretación más precisa de un pasaje crucial de la historia del siglo XX.
Por voluntad del Papa Francisco, desde el pasado 23 de junio, ese precioso patrimonio de documentos, que incluye 170 volúmenes, está en gran parte disponible en internet en versión digital, de libre acceso para todos.
Además de la fotocopia de cada documento individual, el archivo ha puesto a disposición un fichero con el inventario analítico de la serie, en el que se han transcrito los nombres de los beneficiarios de las ayudas que figuran en los documentos. Hasta ahora se puede consultar el 70% del material total, que se completará más adelante con los últimos volúmenes.
Durante un encuentro promovido por la Asociación ISCOM sobre la Persecución de los Judíos durante el pontificado de Pío XII (encuentro al que han asistido más de 30 vaticanistas), Johan Ickx, responsable del Archivo Histórico de la Sección de Relaciones con los Estados de la Secretaría de Estado, ha explicado los motivos de la decisión del Papa Francisco de digitalizar la serie archivística Judíos, poniéndola a disposición de todos.
La decisión del Papa, además de dar un nuevo impulso a la investigación historiográfica, facilitará a los familiares de los perseguidos la reconstrucción de las historias de sus parientes que pidieron ayuda a la Santa Sede durante la Segunda Guerra Mundial.
«La serie judía es un poco especial», señala Ickx, «porque normalmente las series de nuestros archivos históricos de la Secretaría de Estado se distinguen por el nombre de un Estado, con el que la Santa Sede tenía relaciones bilaterales normales en un periodo histórico determinado.
Bajo el pontificado del Papa Pacelli, alrededor de 1938, se creó repentinamente una serie de archivos con este nombre – «judíos»- como si, para la Santa Sede, se tratara de una nación específica. La serie permaneció abierta hasta el 46 y luego, con el fin de la Segunda Guerra Mundial, se cerró».
No es la primera vez que el Papa Francisco promueve este tipo de iniciativas. En el pasado había querido abrir por adelantado los archivos del Vaticano sobre los años de la dictadura en Argentina, para ayudar a las familias de las víctimas a descubrir las verdades que los propios archivos podrían haber ocultado.
El Vaticano ya había dado un paso en esta dirección en los años 70, durante el pontificado de Pablo VI, con la publicación de las Actas y documentos del Santuario relativos al periodo de la Segunda Guerra Mundial.
Ahora se ofrece a cualquier internauta la posibilidad de ver, en formato pdf, todas las peticiones de ayuda dirigidas a la Santa Sede por los perseguidos y, a continuación, los expedientes resultantes sobre las personas, familias o grupos que pidieron ayuda al Papa Pío XII.
En opinión de Ickx, «será interesante ver cómo las universidades, las asociaciones que se ocupan de este tipo de investigación, pero también los Museos de la Shoá de todas las ciudades europeas, trabajarán sobre estos documentos. Estos centros de documentación pueden ahora recurrir a este material más fácilmente y en tiempo real».
En su libro «Pío XII y los judíos» de 2021, Ickx demuestra la voluntad de la Santa Sede de ayudar a los perseguidos por el nazifascismo. Pero también su incapacidad a menudo, porque muchas veces la Santa Sede se vio obstaculizada: «Los nazis estaban presentes en media Europa en ese momento e impedían cualquier iniciativa de ayuda. Pero también el régimen fascista de Italia llevó a cabo una persecución y, por tanto, obstaculizó a menudo las acciones de rescate del Vaticano. Muchas veces ni siquiera los gobiernos nacionales cooperaron».
La idea de que acudir al Papa era una posible vía de salvación queda más acreditada por el contenido y el tenor de las propias cartas: 2.800 peticiones de ayuda o intervención para unos 4.000 judíos entre 1938 y 1944. Entre ellos, el libro hace referencia a Mario Finzi, entonces jefe de la delegación de asistencia a los emigrantes judíos en Bolonia, que escribió al Papa Pío XII, refiriéndose a una petición concreta de ayuda de una familia: «Usted es el último que puede hacer algo por esta familia». Hoy sabemos que una parte de esa familia, cuyos miembros, como era frecuente, estaban dispersos por el territorio, se salvó.
Uno de los documentos más interesantes del libro es una carta del cardenal Gasparri, fechada el 9 de febrero de 1916, en la que responde a una petición del Comité Judío Americano de Nueva York. Una carta, argumenta Ickx, inspirada precisamente por Eugenio Pacelli, entonces ministro de Asuntos Exteriores de la Secretaría de Estado: «En ese caso, los judíos americanos pidieron al Vaticano una postura del Papa Benedicto XV sobre la persecución racial que ya había comenzado durante la Primera Guerra Mundial.
El Secretario de Estado Gasparri respondió con este texto, autorizando explícitamente su publicación. Los periódicos de las comunidades judías norteamericanas se hicieron eco de ella, calificándola con satisfacción de auténtica «encíclica». En el texto, los judíos son definidos literalmente como «hermanos» y se afirma que sus derechos deben ser protegidos como los de todos los pueblos.
Es el primer documento en la historia de la Iglesia Católica y de la Santa Sede que expresa este principio. «Estas son las palabras que -concluye Ickx- encontramos en el documento Nostra Aetate del Concilio Vaticano II, publicado en 1965. Estos son precisamente los principios que Pío XII aplicó durante décadas en su pontificado frente al gran desafío del nazismo y luego del comunismo».