Hemos oído hablar de indulgencias plenarias y puertas santas. Sin embargo, pocos saben que fue en una pequeña ciudad del centro de Italia donde se inició en el año 1294 la tradición de otorgar indulgencia plenaria por la participación devota en una celebración litúrgica. En ese año en la ciudad de L’Aquila, con ocasión de la memoria litúrgica del martirio de san Juan Bautista y del inicio de su pontificado, el Papa san Celestino V concedió mediante la bula “Inter sanctorum solemnia“ la indulgencia plenaria a cuantos “sinceramente arrepentidos y confesados entren en la iglesia de Santa María de Collemaggio desde las vísperas de la vigilia de la festividad de San Juan hasta las vísperas inmediatamente siguientes a la festividad”. Desde entonces, todos los años, del 29 al 30 de agosto, los habitantes de L’Aquila ejercen con gran devoción el derecho y gracia que les otorgó el Papa Celestino V, fiesta conocida como “Perdonanza Celestiniana“.
Varios pontífices han pasado por estas tierras de los Abruzos, entre ellos san Juan Pablo II y el Papa emérito Benedicto XVI, pero han debido transcurrir 728 años para que un romano pontífice presidiera expresamente esta fiesta del perdón. Francisco es el primer pontífice en abrir la puerta santa del Collemaggio para que miles de fieles se beneficien de la “Perdonanza“.
La fiesta de la Perdonanza
El domingo 28 de agosto, en la explanada de la basílica de Santa María de Collemaggio repleta de personas, Francisco presidió la Santa Misa y celebró el rito de apertura de la puerta santa. Junto a su Arzobispo, Card. Giuseppe Petrocchi, L’Aquila se vistió de gala para recibir al Papa. Desde muy temprano, a pesar del mal pronóstico del tiempo y de una densa niebla, miles de personas se acercaron a la explanada que tiene como fondo la fachada de la imponente basílica. En el atrio se había montado una estructura metálica que fue elegantemente preparada como presbiterio. A la derecha estaba ubicado un coro compuesto por cientos de hombres y mujeres que interpretaron un bellísimo repertorio. Miles de libretos fueron distribuidos para seguir la celebración litúrgica y tanto estos como toda la decoración y ornamentos estaban diseñados con motivos y simbología de la Archidiócesis de L’Aquila.
La visita del Papa fue breve pero intensa. A las 8.30 escuchamos sobrevolar el helicóptero que le traía desde Roma, pero debido a la niebla era imposible verlo. Hubo algunos problemas pero finalmente, en medio de la niebla se abrió un espacio de luz que permitió que el helicóptero aterrizara y así dio inicio la visita que debía finalizar al mediodía.
Con las víctimas del terremoto
El primer evento fue el saludo del Papa a familias víctimas del terremoto que destruyó gran parte de L’Aquila el 6 de abril de 2009 y en el que fallecieron 309 personas. El encuentro tuvo lugar en la plaza de la Catedral. También se pudo seguir a través de pantallas gigantes dispuestas en la explanada de Collemaggio.
Un Francisco sonriente, a pesar de las dolencias que le obligan a movilizarse en silla de ruedas, ofreció palabras de aliento a quienes lo han perdido todo, incluso seres queridos. Les invitó no solo a la reconstrucción material sino también a la espiritual pero siempre juntos, “insieme”, como se dice en italiano. Fue correspondido con afecto por el aplauso de los presentes y también por el de los que nos encontrábamos en Collemaggio. Seguidamente, escoltado por el Card. Petrocchi, inspeccionó las obras de reconstrucción de la Catedral, aún cerrada por las afectaciones del terremoto. Inmediatamente después se trasladó hacia el Collemaggio e ingresó a la explanada en el papa móvil saludando con entusiasmo a todos los presentes.
Santa Misa
A las 10.00 inició la Santa Misa. Para entonces la niebla había dado paso a un sol radiante que nos acompañó durante toda la celebración. La Misa fue precedida por el Papa, aunque gran parte de la liturgia la celebró el Card. Petrocchi, debido a las limitaciones de movilidad de Francisco. En la homilía, centrada en la humildad -refiriéndose al Papa Celestino V- y en el perdón, Francisco recordó que “todo el mundo en la vida, sin experimentar necesariamente un terremoto, puede, por así decirlo, experimentar un ‘terremoto del alma’, que le pone en contacto con su propia fragilidad, sus propias limitaciones, su propia miseria”.
Asimismo dijo que en medio de esas miserias se abre un espacio de luz, como les ocurrió en el helicóptero, y que cuando veamos ese espacio tenemos que correr hacia él porque son las llagas de Cristo que nos esperan para purificarnos, para sanarnos, para perdonarnos. Finalmente animó a los fieles de L’Aquila para que esta ciudad “sea realmente una capital del perdón, ¡la paz y la reconciliación!”.
Apertura de la puerta santa
Luego de las sentidas palabras de agradecimiento del Card. Petrocchi al Papa, este se trasladó hacia el lado izquierdo de la basílica para cumplir con el rito de apertura de la puerta santa. Sentado en su silla de ruedas ante la antiquísima puerta de madera cerrada, Francisco escuchó al coro entonar la letanía de los santos, luego de lo cual se puso en pie, dio unos pasos para acercarse a la puerta y recibió un palo de madera con el que golpeó con fuerza, en tres ocasiones, la puerta que se abrió y en la que rezó un momento para luego atravesarla dirigiéndose a rezar ante los restos de san Celestino V, ubicados en la capilla lateral derecha de la basílica.
Así quedó abierta hasta las vísperas del día 30 de agosto la «Perdonanza Celestiniana». El Papa Francisco salió de la basílica, se despidió de las autoridades civiles y eclesiásticas y abordó un pequeño auto color blanco que lo trasladó hacia el sitio donde le esperaba el helicóptero que lo llevaría a Roma.
Extensión de la indulgencia
Participar de este evento y vivir en primera persona la fe, la esperanza y el orgullo de los ciudadanos de L’Aquila por su tierra y tradiciones ha sido un regalo. Y cuando pensábamos que la «Perdonanza» había finalizado, el Papa Francisco nos sorprendió. A través de la Penitenciaría Apostólica el Santo Padre ha extendido por un año la «Perdonanza Celestiniana». Es decir que hasta el próximo 28 de agosto de 2023, todos los que lo deseen se pueden beneficiar del perdón celestiniano cumpliendo con las condiciones establecidas para tal fin: rezar el Credo, el Padre Nuestro y una oración según las intenciones del Papa, confesarse y comulgar dentro de los ocho días anteriores o posteriores a la participación en un rito en honor de Celestino V, o después de rezar ante sus restos en la basílica de Collemaggio.
Conocer esta parte de Italia de gran belleza natural ha sido la ocasión para ganar la indulgencia plenaria. Miles serán los que a lo largo de este año también lo podrán hacer.