A Pedro Cano (Blanca, Murcia, 1944), se le podría denominar experto en humanidad. Porque quizá ve donde otros no vemos, y necesitamos el arte. Ahora, este pintor universal ha inaugurado la exposición «Siete», que se puede visitar hasta el 22 de octubre en el Centro Cultural Casa de Vacas, situado en el madrileño parque de El Retiro.
Al mismo tiempo, el pintor y académico Cano, pendiente de recibir de los Reyes la Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes, volverá en noviembre a Roma con una exposición sobre los teatros griegos y romanos, y participará también “en una cosa enorme” que se va a hacer sobre Calvino, el escritor. Realmente no para.
De sus numerosas exposiciones, pueden destacarse las de las Escuderías del Palacio Viejo de Florencia, las Termas de Diocleciano, los Mercados de Trajano y la Galería Giulia en Roma, el Palacio Real de Nápoles, el Museo Arqueológico de Tesalónica, la Fundación Stelline en Milán, la sala de Verónicas en Murcia y la Casa de la Panadería en Madrid. También es Académico de número de la Real Academia de Bellas Artes de Santa María de la Arrixaca, o miembro de la Academia Pontificia de Bellas Artes y Letras de los Virtuosos en el Panteón.
La colección de Casa de Vacas reúne siete trípticos en blanco y negro (compuestos, a su vez por 21 óleos sobre tabla), además de dibujos y material del estudio del artista.
“Siete” es el resultado de anotaciones improvisadas en pequeñas notas escritas o dibujadas por Pedro Cano a lo largo de muchos años, que terminaron convirtiéndose en un ciclo pictórico completo en torno a grandes temas del ser humano. La conversación con Pedro Cano tiene lugar en la exposición en el Retiro madrileño.
Su pintura atrapa, tiene un tinte desgarrador.
–El sufrimiento, la injusticia, el dolor, la necesidad de abandonar la patria y la familia en búsqueda de un futuro mejor…, son realidades tan desgarradoras que siempre me han estremecido y he tratado de plasmarlas en mis obras como un llamamiento para la concienciación y la solidaridad humanas. Pero no sólo trato de evocar el drama, sino también el espíritu de superación y de generosidad que es propio del ser humano ante los grandes problemas. Me gusta expresar ese optimismo, esa esperanza que vuelve y revive al contemplar que la vida siempre se abre camino.
¿Qué pasó en Bari?
–En el año 1991 quedé especialmente sobrecogido con la llegada, en condiciones inhumanas, de más de diez mil migrantes albaneses al italiano puerto de Bari. Aquella situación desesperada y dramática me causó tal impresión que inspiró unas anotaciones y unos bocetos que, tiempo después, plasmé en las obras que hoy componen esta exposición.
Esto es un material de hace 30 años. Yo, de los periódicos y de la televisión hace 30 y tantos años, hice estos dibujos, Me ha gustado ponerlos. Porque hay uno, aquí en el principio, que hasta tiene un periódico pegado. Es una historia muy cruda, porque nunca había llegado una cantidad de gente así, y no sabían qué hacer con ellos. Los metieron en un estadio de fútbol, y entre ellos se ayudaban.
Esta colección de Madrid tiene un mensaje.
–La exposición parece que está hecha adrede en este momento, por la situación que vive el mundo de fragilidad tan grande, donde además de las guerras, hay volcanes que explotan, hay tsunamis que llegan, terremotos… Pero muchos de estos dibujos son de hace seis años. no están hechos para lo que estamos viendo ahora.
De todas maneras, la propuesta de aquí, de Casa de Vacas, primero por la directora, Lola Chamero, me pareció que era muy importante, Y desde Murcia, la comunidad autónoma, porque el año pasado pidieron la Medalla de Oro al Mérito de las Bellas Artes, quería hacer una exposición. Aprovechamos las dos cosas, y se ha editado un catálogo precioso, ahora, ex profeso, anteayer lo trajeron.
La persona humana, la migración, su sufrimiento, son esenciales para usted…
–Yo creo que la exposición, además de todo el dolor que hay, de toda la angustia, es…; las cosas como las bicicletas, por ejemplo, o esos interiores con las figuras femeninas, hablan de muchas más cosas, de lo que es la memoria del ser humano, cómo pueden quedarse en tu cabeza cosas dramáticas, cosas más bonitas, y que las tienes ahí; yo las saco para poder pintar, para seguir adelante, porque a mí me gusta contar con el componente humano, es muy importante para mí, que las figuras, de cualquier modo, aparezcan.
Fíjate, por ejemplo, ese trabajo pequeño, que es como un desahucio, la gente que tiene toda esa casa en la calle, y están durmiendo, están esperando, sin saber lo que puede ocurrir de un día para otro.
¿Está la guerra en el trasfondo de sus pinturas?
–Te voy a contar una cosa curiosa del último trabajo que hay. Porque aquí sí hay cosas que pertenecen a Alepo (Siria), a Ucrania… Pero lo curioso es lo del fondo. La base es una foto que me encontré de la I Guerra Mundial, de Kiev, para hacer reflexionar a la gente, que la gente pensase que una cosa que pasó hace cien años está volviendo a pasar.
Hay un tríptico de pinturas que destaca sobre los demás, a su juicio. ¿Qué quiere decirnos?
–Una persona que está ayudando a otra. Esto es esencial. Otras vidas cargan con fardos humanos, solidaridad y heroísmo que día a día se repiten en lugares que hasta hace poco eran escenarios de cotidianidad y equilibrio. Imagínate ahora la gente de Marruecos, por ejemplo. Esto lo hemos visto estos días, y este cuadro tiene igual siete años.
¿En óleo, verdad?
–Es óleo, pero a veces con arena o con pigmento, para que tenga un poco más de cuerpo. Espera, Juego, Interior, Salto, Carga, Bicicletas y Trabajo son los nombres de los siete trípticos que conforman esta muestra.
Refleja usted la actitud de espera…, es duro, y habitual.
–La gente está esperando para llegar a un mundo mejor. Nadie sale por gusto de su casa. La gente que viene llega acosada por el hambre, por las dificultades, por tener que vivir. Lo he puesto aposta.
Terminamos con los Museos Vaticanos. Ese abrazo…
–El cuadro sobre Juan Pablo II y el cardenal Wizinsky que está en el Museo Vaticano surgió porque en aquel momento yo estaba pintando abrazos, y pensé que podía funcionar muy bien con esta historia, que pasó verídicamente. Está enfrente de dos Dalí, y delante hay una escultura de Chillida muy bonita. Muy buena compañía”.