En los últimos días se han dado a conocer el «Mensaje del Papa Francisco para la 58ª Jornada Mundial de la Paz«, que se celebrará el 1 de enero de 2025, y el «Mensaje del Consejo Episcopal Permanente de la Conferencia Episcopal Italiana» para la 47ª Jornada Nacional por la Vida, fijada para el próximo 2 de febrero.
Ambos documentos -aunque con distinta incidencia en cuanto al público al que se dirigen y al «peso» de quienes los promueven- se enmarcan en el inminente Año Jubilar y, precisamente por ello, presentan llamadas directas a la esperanza y a la responsabilidad hacia los demás y hacia el futuro. Partiendo del respeto a la vida y la construcción de la paz, que son las ideas centrales de ambos textos, la sociedad puede finalmente recuperar la confianza en sí misma.
La esperanza que da justicia y paz
En su mensaje para la Jornada Mundial de la Paz, el Papa insiste en la urgencia de escuchar el «grito desesperado de socorro» que surge de las injusticias sociales, ambientales y económicas, como ya había subrayado en la Bula de convocatoria del Año Santo. «Romper las cadenas de la injusticia» se convierte en un imperativo, con una invitación a un cambio cultural y estructural que reconozca la responsabilidad compartida por el bien común.
En este contexto, Francisco propone gestos concretos de reconciliación: la condonación de la deuda internacional, la abolición de la pena de muerte y la creación de un fondo mundial para luchar contra el hambre y el cambio climático. De este modo, la paz es fruto de un «corazón desarmado» -expresión tan querida por su predecesor san Juan XXIII-, capaz de reconocer las deudas con Dios y con el prójimo, pero también de perdonar y tender puentes.
«El amor y la verdad se encontrarán, la justicia y la paz se besarán», subrayó el Pontífice, refiriéndose al Salmo 85, indicando que la verdadera paz nunca es un mero compromiso, sino el resultado de un desarme interior que supera el egoísmo y, en consecuencia, se abre a la esperanza.
La vida como esperanza hecha carne
En el mensaje de los obispos italianos, el tema de la esperanza resuena en el llamamiento a transmitir la vida como un acto de confianza en el futuro. Ante la «gran matanza de inocentes» causada por las guerras, las migraciones y el hambre, pero también por el descenso de la natalidad y el aborto, la Conferencia Episcopal Italiana denuncia la lógica del utilitarismo que devalúa la vida humana. «Cada nueva vida es la esperanza hecha carne», afirma el Mensaje, exhortando a una «alianza social» que promueva políticas a favor de la natalidad y de apoyo a las familias, contra la cultura de la muerte y el cinismo.
Los Obispos recuerdan también la necesidad de superar la mentalidad que reduce el aborto a un derecho, subrayando cómo la defensa de la vida naciente está estrechamente ligada a la defensa de todo derecho humano. También aquí el Jubileo se convierte en una ocasión para recomenzar con «nuevos comienzos»: perdón, justicia y esperanza como dones divinos para un mundo que mira al futuro con confianza.
Un único horizonte
Como nos recuerda el Papa, «la paz no llega sólo con el fin de la guerra, sino con el comienzo de un mundo nuevo»; un mundo en el que la vida se acoge como un don y la justicia se vive como responsabilidad mutua.
La «cultura de la vida» invocada por los obispos italianos y el «corazón desarmado» promovido por el Pontífice representan, por tanto, las dos caras de una misma moneda: una humanidad reconciliada con Dios y consigo misma, capaz de dar perspectivas de futuro a las nuevas generaciones. Y cada uno está llamado a no permanecer como espectador, sino a comprometerse personalmente, mediante gestos concretos que puedan responder a la sed de esperanza que el mundo reclama.