Larga es en Brasil la tradición académica sobre el patrimonio cultural. Desde temprano, la política nacionalista de la República estableció un Servicio de Patrimonio Histórico y Artístico Nacional, lo cual ha apuntado la arquitectura barroca de los tiempos coloniales como una referencia artística fundamental del alma brasileña, similar a la opción francesa por el Medievo como cuna histórica de Francia.
Suele ser esa la forma de pensar de las élites intelectuales al proponer los monumentos del pasado como bandera de legitimación histórica de las naciones emergentes. Sin embargo, con el paso del tiempo, la patrimonialización de la memoria ha reforzado la conciencia de la caducidad de los propios criterios de preservación, que necesita de constante estudio y actualización. Desde luego, en la legislación brasileña el foco ha migrado del bien cultural al referente cultural, es decir, de la mera materialidad a la atribución de valor por parte de la sociedad.
En cualquier caso, tanto la preservación cuanto la apropiación de artefactos emblemáticos, exigen un compromiso colectivo, muchas veces difícil de lograr.
Brasil: preservación del patrimonio
El patrimonio de la Iglesia católica en Brasil —bienes históricos, artísticos, culturales y documentales— es abundante y representa cerca del 50 % de todo el patrimonio cultural del país. Por eso, cuando se celebró en la Ciudad del Vaticano el 13 de noviembre de 2008 el Acuerdo entre Santa Sede y el Estado brasileño, relativo al Estatuto Jurídico de la Iglesia Católica en Brasil, dos artículos suyos trataron específicamente de los bienes culturales de la Iglesia, de su protección y preservación. Por el Acuerdo, la Iglesia reconoce que estos bienes, aunque le pertenecen, son también del pueblo brasileño; por lo tanto, se compromete a ponerlos a disposición de la gente. El Estado, a su vez, salvaguardando los fines originales de estos bienes, se compromete a cooperar con la Iglesia para valorar, conservar y promover el disfrute de los bienes culturales de la Iglesia.
A renglón seguido al Acuerdo, la Conferencia Nacional de los Obispos de Brasil (CNBB) ha creado una Comisión Especial para estudiar el asunto. Ella hoy es ya un sector fijo de la Comisión Episcopal Pastoral para la Cultura y Educación. Mientras tanto, muchas provincias eclesiásticas y diócesis en Brasil también han creado sus propias comisiones con el hito de auxiliar y orientar las políticas de preservación y promoción del patrimonio.
La comisión Río de Janeiro
Es el caso, por ejemplo, de São Sebastião do Rio de Janeiro, donde el cardenal don Orani João Tempesta constituyó, el 18 de octubre de 2018, la “Comissão de Preservação do Patrimônio Histórico e Cultural da Arquidiocese do Rio de Janeiro e seu Interesse”. Esa Comisión ejecuta ya varios proyectos en la ciudad: inventarios, planes de conservación, proyectos de restauración etc. Una tarea muy importante es la investigación de las propiedades, pues muchos de los edificios clasificados pertenecen a una de las tantas hermandades seculares de Rio de Janeiro y no están bajo la responsabilidad y administración directa de la archidiócesis.
Según el cardenal Tempesta, “es importante que toda diócesis cuente con una comisión encargada de la conservación y restauración de los bienes culturales de la Iglesia, y que realice un análisis previo de los proyectos de construcción, modificación y restauración de los edificios y sus colecciones”.
Se sabe que el trabajo de gestión del patrimonio cultural exige conocimiento especializado. En el caso brasileño, asimismo, hay que saber dialogar con los diversos órganos de tutela del patrimonio. En ese sentido, resumía el cardenal: “Otro papel fundamental de la Comisión para la Preservación del Patrimonio es integrar a la Iglesia con los demás actores implicados en la preservación del patrimonio cultural: IPHAN (el instituto federal), INEPAC (el estadual), IRPH (el municipal), Ministerio Público, porque los desafíos de la preservación y el mantenimiento de los bienes culturales son muchos, y sólo con la participación de todos se pueden lograr resultados más positivos”.
Iconoclastia y legado cultural
La iniciativa ha llegado en buena hora. Por un lado, en diversos lugares del mundo se hace eco de una nueva iconoclastia, que pretende echar abajo o vilipendiar los monumentos. Hasta en una pequeña ciudad brasileña, fundada por el “Apóstol de Brasil”, san José de Anchieta, ciudad que lleva su nombre y donde se queda el Santuario Nacional del patrono del país, la estatua de bronce del santo, localizada en la plaza, ha aparecido cubierta de grafitis rojos. Por otro lado, la destrucción del Museo Nacional de Brasil, consumido por el fuego en 2018, ha lanzado sobre los que trabajan en preservación la incertidumbre sobre el futuro del patrimonio cultural.
Comentando esos tristes episodios, ha afirmado el curador de la Comisión arquidiocesana, Pe. Silmar Alves Fernandes: “Ya sea por las crisis económicas que restringen los fondos, ya sea por la falta de interés que resulta de desconocer la importancia de tantas obras, o incluso por la imprudencia de relegar a un segundo plano las prioridades culturales, lo cierto es que hay que lamentar varios accidentes previsibles y evitables que, desgraciadamente, dejan tras de sí pérdidas de valor incalculable. Delante de tantas situaciones, la preservación de nuestro patrimonio histórico y cultural es una tarea que debemos cumplir si queremos dejar a las generaciones futuras el legado de nuestra identidad como pueblo y nación”.
Sin embargo, el cuidado por el patrimonio va más allá del interés meramente cultural o cívico. Como apunta el mismo Pe. Silmar: “En cuanto a las colecciones religiosas, como la nuestra, la tarea también implica un compromiso de transmisión de la fe, que se nos confiere como misión, como seguidores de Jesucristo”.
Un seminario internacional
Para lograr que la misión de la Comisión fuera conocida por el clero diocesano, por los propietarios de los bienes clasificados, y por los profesionales imbricados en los afanes de la preservación, se promovió como su primer acto el Seminario Internacional de Patrimonio Histórico y Cultural Católico, del 3 al 7 de junio de 2019, en el Museo Histórico Nacional de Rio de Janeiro. El evento contó con la presencia de sus 200 registrados, incluso de otras ciudades del país, entre sacerdotes, religiosos y seminaristas, profesionales de ingeniería, arquitectura, conservación y restauración, estudiantes y artistas. Antes de iniciadas las secciones, Don Orani Tempesta ha presidido una solemne concelebración eucarística en la parroquia de Nuestra Señora del Carmen, antigua catedral de Rio.
Después de la bienvenida del curador de la comisión, Pe. Silmar Alves Fernandes, la conferencia inaugural del seminario fue impartida por monseñor José Roberto Devellard, especialista en Arte Sacra.
Sucesivamente, hubo ponencias de expertos brasileños y portugueses, distribuidos por cuatro secciones: fe y religiosidad; protección del patrimonio; conservación y restauración; colecciones, recursos e inversiones. A parte de los investigadores, también hicieron sus ponencias algunas autoridades eclesiásticas y personalidades importantes del escenario político y cultural brasileño.
El seminario concluyó con dos visitas guiadas, la primera al Museo Arquidiocesano de Arte Sagrado, localizado en el sótano de la catedral de San Sebastián. Entre las piezas expuestas están la Rosa de Oro, regalo de León XIII a la princesa Isabel por la abolición de la esclavitud, el trono en que el Imperador Don Pedro II asistía a la Misa, algunas reliquias, vasos sagrados y una serie de obras de arte y joyería.
La entrega de las obras
La segunda fue una visita guiada a la capilla de Nuestra Señora de la Victoria, dentro de la iglesia de la Orden Tercera de los Mínimos de san Francisco de Paula. El motivo era especial: la entrega a la población de las obras de restauración concluidas. La capilla del siglo XVIII, en estilo rococó, es uno de los tesoros de la ciudad. Ha sido hecha por el maestro Valentim da Fonseca e Silva, hombre pardo, hijo de esclava liberada, muerto en 1813, uno de los más importantes artistas del período colonial brasileño. La capilla alberga pinturas de Manuel da Cunha, esclavo liberado. Debido a la acción del tiempo, los barnices de las obras se oscurecieron y ocultaron las particularidades de las piezas.
La restauración se hizo en brevísimo tiempo, contando con la aportación de devotos y donadores. El cardenal agradeció al compromiso de las personas con el patrimonio sacro y a la creatividad por las medidas económica adoptadas. “Incluso en tiempos de pocos recursos, felicito a la Comisión por la búsqueda de caminos, por los primeros logros, por la preocupación con la restauración del patrimonio católico. Preservar la memoria y pensar en las generaciones futuras son parte de nuestra responsabilidad”, dijo Don Orani.
El arte sagrado y las próximas conmemoraciones
El mismo cardenal está fomentando la celebración los jubileos que se avecinan, cuya organización está a cargo del canónigo Cláudio dos Santos, coordinador pastoral de la archidiócesis y párroco de la catedral metropolitana. La primera conmemoración es el 90 aniversario de Cristo Redentor el 12 de octubre del próximo año, fiesta de Nuestra Señora de la Concepción Aparecida, patrona de Brasil. La icónica estatua es el más grande monumento Art déco del mundo.
Luego, los principales hitos históricos serán: el bicentenario de la Independencia de Brasil en 2022, los 450 años de la creación de la Prelatura territorial de Rio de Janeiro por Gregorio XIII en 2025, y los 350 de su elevación a diócesis por Inocencio XI en 2026. La Comisión para la Preservación del Patrimonio jugará un papel importante en todas esas conmemoraciones. El curador de la Comisión, Pe. Silmar, ha resumido en las tres virtudes teologales todo el esfuerzo de preservación del patrimonio cristiano: “Este es el mundo del que queremos hacernos eco en los espacios sagrados preservados, con fe viva, esperanza inquebrantable y amor que se despliega en la tierra. Es precisamente ahí donde la criatura humana reconoce a su Creador, quien intermitentemente sopla todo su ingenio creativo sobre su oído, para que el mundo no parezca un desierto desolado, sino que haya muchos oasis para los sedientos peregrinos de la Eterna Belleza”.