Antes de comenzar la Audiencia general de esta mañana, y al concluir, el Papa Francisco ha rezado de nuevo por las víctimas, sus familiares, y los afectados por las recientes inundaciones en Valencia y sus gentes, explicando que la imagen de la Virgen de los Desamparados situada en el estrado se la habían regalado desde allí.
«Saludo a la Virgen de los Desamparados, la patrona de Valencia, que sufre tanto por el agua, y también otras partes de España. Valencia que está bajo el agua y sufre. Yo quería que estuviese aquí la patrona de Valencia, esta imagen que los valencianos me han regalado», ha señalado.
“No olvidemos Valencia, España”, ha reiterado. “Hoy está con nosotros la Virgen de los Desamparados, patrona de Valencia, les invito a rezar un Avemaría”.
El Espíritu Santo y la oración cristiana
En el ciclo de catequesis sobre el Espíritu Santo, que ha cumplido esta mañana su sesión duodécima, el Romano Pontífice ha dedicado la catequesis al Espíritu Santo y la oración cristiana, en la que ha seguido el texto, pero con varios momentos improvisados en los que ha enseñado a dirigirse al Paráclito con el corazón, “no como los loros”, y sabiendo que “Dios es mayor que nuestro pecado, porque todos somos pecadores”.
“El Espíritu de Dios es al mismo tiempo objeto y sujeto de la oración. Es objeto cuando rezamos para recibirlo, le pedimos, lo invocamos”, ha señalado el Papa. “Por ejemplo, la Iglesia lo implora en la Santa Misa, para que descienda y santifique el pan y el vino, Y es sujeto, cuando Él mismo reza en nosotros ayudándonos en nuestra debilidad, porque como dice san Pablo, no sabemos orar como conviene”.
El Espíritu Santo se revela en la oración como Paráclito, es decir,” como abogado y defensor, que intercede ante el Padre para que podamos gustar la alegría de su misericordia. Pero además de interceder por nosotros, el Espíritu Santo nos enseña a interceder por los hermanos. Y esta oración de intercesión agrada a Dios, porque es gratuita y desinteresada. Cuando rezamos por los demás, y los demás rezan por nosotros, la oración se multiplica”.
“Peregrinos de esperanza”
El Papa ha añadido en su saludo a los peregrinos de diversas lenguas algunos comentarios. Por ejemplo, a los de lengua española ha manifestado que “en este tiempo de preparación al Jubileo, pidamos al Espíritu Santo que interceda por nosostros para que seamos peregrinos de esperanza, dispuestos a seguir siempre a Jesús, que es el Camino, Verdad y Vida”.
En su saludo a los peregrinos polacos ha recordado la oración por los difuntos, y a los lengua italiana, ha rogado una vez más que recemos por la paz en la martirizada Ucrania, en Gaza -ha recordado los 153 civiles ametrallados el otro día-, Israel, Myanmar.
“Nos da la verdadera oración”
En su reflexión de catequesis, el Papa ha recordado “otro aspecto, que es el más importante y alentador para nosotros: el Espíritu Santo es el que nos da la verdadera oración. “El Espíritu –dice San Pablo– nos ayuda en nuestra debilidad. Pues, nosotros no sabemos cómo pedir para orar como conviene, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos inefables; y el que escruta los corazones conoce cuál es la aspiración del Espíritu, y que su intercesión a favor de los santos es según Dios.» (Rm 8,26-27).
“Es cierto, no sabemos rezar. La razón de esta debilidad en nuestra oración se expresaba en el pasado con una sola palabra, utilizada de tres formas distintas: como adjetivo, como sustantivo y como adverbio. Es fácil de recordar, incluso para los que no saben latín, y merece la pena tenerla presente, porque ella sola encierra todo un tratado”.
“Hijos de Dios”
“Nosotros, los seres humanos, decía aquel dicho, “mali, mala, male petimus”, que significa: siendo malos (mali), pedimos las cosas equivocadas (mala) y de la manera equivocada (male). Jesús dice: ‘Busquen primero el Reino y la Justicia de Dios, y se les darán también todas esas cosas por añadidura’ (Mt 6,33); en cambio, nosotros buscamos en primer lugar “la añadidura”, es decir, nuestros intereses, y nos olvidamos totalmente de pedir el Reino de Dios”.
“El Espíritu Santo viene, sí, en auxilio de nuestra debilidad, pero hace algo mucho más importante aún: nos atestigua que somos hijos de Dios y pone en nuestros labios el grito: ‘¡Abba! ¡Padre!’ (Rm 8,15; Gal 4,6)”, ha subrayado.