En la homilía de la Misa solemne de Pentecostés, en el interior de la Plaza de San Pedro,. y con casullas rojas en el mismo Papa y en los celebrantes, el Papa Francisco ha efectuado un fuerte llamamiento a que “¡construyamos armonía en la Iglesia!”. “Volvamos a poner al Espíritu Santo en el centro de la Iglesia, (…), pongamos al Espíritu en el principio y en el centro de los trabajos sinodales”.
“Hoy la Palabra de Dios nos muestra al Espíritu Santo en acción. Lo vemos actuar en tres momentos: en el mundo que ha creado, en la Iglesia y en nuestros corazones”, ha iniciado el Papa su homilía. Y en la segunda parte, al manifestar que “además de estar presente en la creación, lo vemos actuando en la Iglesia, desde el día de Pentecostés, ha señalado, entre otras cosas:
“El Sínodo que se está realizando es —y debe ser— un camino según el Espíritu; no un parlamento para reclamar derechos y necesidades de acuerdo a la agenda del mundo, no la ocasión para ir donde nos lleva el viento, sino la oportunidad para ser dóciles al soplo del Espíritu. Porque, en el mar de la historia, la Iglesia navega sólo con Él, que es ‘el alma de la Iglesia’ (S. Pablo VI, Discurso al Sacro Colegio por las felicitaciones onomásticas, 21 junio 1976), el corazón de la sinodalidad, el motor de la evangelización”, ha denominado el Papa Francisco al Espíritu Santo.
“Sin Él la Iglesia permanece inerte, la fe es una mera doctrina, la moral sólo un deber, la pastoral un simple trabajo”, ha proseguido. “A veces escuchamos a los así llamados pensadores, teólogos, que nos dan doctrinas frías, parecen matemáticas porque en el interior les falta el Espíritu. Con Él, en cambio, la fe es vida, el amor del Señor nos conquista y la esperanza renace. Volvamos a poner al Espíritu Santo en el centro de la Iglesia, de lo contrario nuestro corazón no será inflamado de amor por Jesús, sino por nosotros mismos. Pongamos al Espíritu en el principio y en el centro de los trabajos sinodales. Porque es ‘a Él, sobre todo, a quien necesita hoy la Iglesia. Digámosle cada día: ¡Ven!’ (cf. Audiencia general, 29 noviembre 1972)”.
El Espíritu, en el centro de los trabajos sinodales
A continuación, ha apelado a la armonía y a “caminar juntos”, basando su meditación en la Escritura: “Y caminemos juntos, porque al Espíritu, como en Pentecostés, le gusta descender mientras ‘están todos reunidos’ (cf. Hch 2,1). Sí, para mostrarse al mundo Él escogió el momento y el lugar en el que estaban todos juntos. Por lo tanto, el Pueblo de Dios, para ser colmado del Espíritu, debe caminar unido, hacer sínodo. Así se renueva la armonía en la Iglesia: caminando juntos con el Espíritu al centro. ¡Hermanos y hermanas, construyamos armonía en la Iglesia!”
Acudir a la Virgen en santuarios marianos
Unos minutos más tarde, antes de rezar la oración mariana del Regina Caeli, ya desde la ventana del Palacio Apostólico, el Santo Padre ha efectuado una concreta petición de oración para estos días: “Con el fin del mes de mayo, en santuarios marianos de todo el mundo están previstos momentos de oración para prepararnos a la Asamblea Ordinaria del Sínodo de los Obispos. Pidamos a la Virgen María que acompañe esta importante etapa del Sínodo, con su materna protección”.
Y a continuación, la guerra de Ucrania, como viene haciendo desde tiempo: “A Ella confiamos también el deseo de paz de tantas poblaciones en todo el mundo. Especialmente, de la martirizada Ucrania.
“Mucha división, mucha discordia”
Durante la Misa, que presidió el Santo Padre y concelebró en el altar principal el cardenal João Braz de Aviz, Prefecto de la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica, junto a otros cardenales, el Papa no ha dejado de referirse a las divisiones.
“Hoy en el mundo hay mucha discordia, mucha división”, ha subrayado. “Estamos todos conectados y, sin embargo, nos encontramos desconectados entre nosotros, anestesiados por la indiferencia y oprimidos por la soledad. Muchas guerras, muchos conflictos; ¡parece increíble el mal que el hombre puede llegar a realizar! Pero, en realidad, lo que alimenta nuestras hostilidades es el espíritu de la división, el diablo, cuyo nombre significa precisamente ‘el que divide’. Sí, el que precede y excede nuestro mal, nuestra desunión, es el espíritu maligno, el «seductor del mundo entero» (Ap 12,9). Él goza con los antagonismos, con las injusticias, con las calumnias”.
“Y, frente al mal de la discordia, nuestros esfuerzos por construir la armonía no son suficientes”, ha señalado el Papa Francisco. “He aquí entonces que el Señor, en el culmen de su Pascua, en el culmen de la salvación, derramó sobre el mundo creado su Espíritu bueno, el Espíritu Santo, que se opone al espíritu de división porque es armonía; Espíritu de unidad que trae la paz. ¡Pidámosle que venga cada día a nuestro mundo!”
“El Espíritu crea armonía, nos invita a dejar que su amor y sus dones, que están presentes en los demás, nos sorprendan. Como nos ha dicho san Pablo: ‘Hay diversidad de dones, pero todos proceden del mismo Espíritu […] Porque todos hemos sido bautizados en un solo Espíritu para formar un solo Cuerpo’ (1 Co 12,4.13). Ver a cada hermano y hermana en la fe como parte del mismo cuerpo al que pertenezco; esta es la mirada armoniosa del Espíritu, este es el camino que nos indica”, ha agregado el Pontífice.
“¿Perdono, promuevo reconciliación y creo comunión?”
Al comentar el tercer aspecto, “el Espíritu crea armonía en nuestros corazones”, el Santo Padre ha resaltado que “lo vemos en el Evangelio, cuando Jesús, la tarde de Pascua, sopló sobre sus discípulos y dijo: ‘Reciban el Espíritu Santo’ (Jn 20,22). Lo da con un fin específico: para perdonar los pecados, es decir, para reconciliar los ánimos, para armonizar los corazones lacerados por el mal, rotos por las heridas, disgregados por los sentimientos de culpa. Sólo el Espíritu devuelve la armonía al corazón porque es Aquel que crea la «intimidad con Dios» (S. Basilio, Spir., XIX,49). Si queremos armonía, busquémoslo a Él, no a los sucedáneos mundanos. Invoquemos al Espíritu Santo cada día, comencemos rezándole cada día, ¡seamos dóciles a Él!”
“Y hoy, en su fiesta, preguntémonos”, ha invitado. “¿Soy dócil a la armonía del Espíritu o sigo mis proyectos, mis ideas, sin dejarme modelar, sin dejarme transformar por Él? ¿Me apresuro a juzgar, señalo con el dedo y le cierro la puerta en la cara a los demás, considerándome víctima de todo y de todos? O, por el contrario, ¿acojo su poder creador armonioso, la “gracia del conjunto” que Él inspira, su perdón que da paz, y a mi vez perdono, promuevo reconciliación y creo comunión?
“Si el mundo está dividido, si la Iglesia se polariza, si el corazón se fragmenta, no perdamos tiempo criticando a los demás y enojándonos con nosotros mismos, sino invoquemos al Espíritu”, ha alentado Francisco, con la siguiente oración:
“Espíritu Santo, Espíritu de Jesús y del Padre, fuente inagotable de armonía, te encomendamos el mundo, te consagramos la Iglesia y nuestros corazones. Ven, Espíritu creador, armonía de la humanidad, renueva la faz de la tierra. Ven, Don de dones, armonía de la Iglesia, únenos a Ti. Ven, Espíritu del perdón, armonía del corazón, transfórmanos como Tú sabes, por intercesión de María”.
Regina Caeli: ¿nos encerramos en nosotros mismos”
Antes del rezo del Regina Caeli, que ha tenido lugar tras la Misa, a las 12,00 h., el Papa ha señalado en su alocución que “con el don del Espíritu, Jesús quiere liberar a los discípulos del miedo que los mantiene encerrados en sus casas, para que puedan salir y convertirse en testigos y anunciadores del Evangelio. Detengámonos, pues, en el Espíritu que libera del miedo”.
En ese momento, Francisco ha preguntado: ¿Cuántas veces nos encerramos en nosotros mismos? ¿Cuántas veces, por alguna situación difícil, por algún problema personal o familiar, por el sufrimiento que padecemos o por el mal que respiramos a nuestro alrededor, corremos el riesgo de caer poco a poco en la pérdida de la esperanza y nos falta el valor para seguir adelante? Entonces, como los apóstoles, nos encerramos en nosotros mismos, atrincherándonos en el laberinto de las preocupaciones”.
“El Espíritu Santo libera del miedo”
“El miedo bloquea, paraliza. Y aísla: pensemos en el miedo hacia el otro, al extranjero, al diferente, al que piensa distinto”, ha reflexionado el Papa. “E incluso puede haber miedo a Dios: a que me castigue, a que se enfade conmigo… Si damos espacio a estos falsos miedos, se cierran las puertas: las del corazón, las de la sociedad, ¡e incluso las puertas de la Iglesia! Donde hay miedo, hay cerrazón. Y eso no está bien”, ha dicho con fuerza.
“El Evangelio, sin embargo, nos ofrece el remedio del Resucitado: el Espíritu Santo. Él libera de las prisiones del miedo. Al recibir el Espíritu, los apóstoles -hoy lo celebramos- abandonan el Cenáculo y salen al mundo para perdonar los pecados y proclamar la Buena Nueva. Gracias a Él, se vencen los miedos y se abren las puertas. Porque esto es lo que hace el Espíritu: nos hace sentir la cercanía de Dios y así su amor echa fuera el temor, ilumina el camino, consuela, sostiene en la adversidad”, ha manifestado a los fieles y peregrinos.
“Un nuevo Pentecostés que ahuyente los miedos”
Por último, “ante los temores y las cerrazones, invoquemos al Espíritu Santo para nosotros, para la Iglesia y para el mundo entero: para que un nuevo Pentecostés ahuyente los miedos que nos asaltan y reavive el fuego del amor de Dios. Que María Santísima, la primera que fue colmada del Espíritu Santo, interceda por nosotros”, ha concluido el Papa.
Tras el rezo de la oración mariana, el Papa Francisco ha recordado el 150 aniversario de la muerte de una de las figuras más grandes de la literatura, Alessandro Manzoni, y ha invitado a “rezar por las poblaciones que viven en la frontera entre Myanmar y Bangladesh, duramente golpeadas por un ciclón: más de ochocientas mil personas, que se suman a los numerosos rohinyás que ya viven en condiciones precarias. Al renovar mi cercanía a estas poblaciones, hago un llamado a los líderes para que faciliten el acceso de la ayuda humanitaria, y apelo al sentido de la solidaridad humana y eclesial para que acudan en ayuda de estos hermanos y hermanas nuestros”.