Mientras los diversos conflictos siguen ensangrentando Oriente Medio, el Papa Francisco no se cansa de utilizar su autorizada voz para renovar una vez más un enérgico llamamiento en favor de la reconciliación y la paz también en esta especial región del mundo, al tiempo que no pasa un día sin que pida oraciones por la «atormentada Ucrania».
De hecho, en las últimas semanas se han emitido dos importantes mensajes, uno dirigido al mundo árabe y otro dirigido específicamente a la comunidad católica de Tierra Santa, unidos por el mismo sentimiento de angustia por la dramática situación de esa región y la firme convicción de que sólo a través del diálogo y la superación de las divisiones es posible construir un futuro de esperanza.
La intervención más reciente figura en un mensaje enviado a la cadena de televisión árabe Al Arabiya, con ocasión del final del Ramadán. En él, Francisco expresa su profunda angustia por los conflictos que ensangrientan desde hace demasiado tiempo las «tierras benditas» de la región, desde Palestina e Israel hasta Siria y Líbano. «Dios es paz y quiere la paz», dice el Papa, reiterando con fuerza que «la guerra es siempre y sólo una derrota: es un camino sin rumbo; no abre perspectivas, sino que apaga la esperanza».
Dirigiéndose directamente a los líderes políticos, el Pontífice les insta a detener «el ruido de las armas» y a pensar en los niños, que necesitan «casas, parques y escuelas, no tumbas y fosas». Aunque entristecido por la «sangre que corre» en esas tierras, Francisco expresa su confianza en que «los desiertos pueden florecer» y en que broten semillas de esperanza de los «desiertos del odio», si se sabe caminar juntos en el respeto mutuo y en el reconocimiento del derecho a la existencia de cada pueblo.
«Creo y espero en esto», dice el Papa en el Mensaje, «y conmigo los cristianos que, en medio de tantas dificultades, viven en Oriente Medio: los abrazo y los animo, pidiendo que tengan siempre y en todas partes el derecho y la posibilidad de profesar libremente su fe, que habla de paz y fraternidad».
A los católicos de Tierra Santa
Durante la Semana Santa, el propio Pontífice había tomado la iniciativa de enviar una carta a los católicos de Tierra Santa, con vistas a la Pascua de este año. El texto expresaba una vez más la cercanía del Pontífice y la solidaridad de los católicos con esa comunidad cristiana que durante siglos ha sido testigo del misterio de la Pasión y Resurrección de Jesús en los llamados Santos Lugares.
Aunque consciente del grave sufrimiento que atraviesan en estos momentos los fieles de Tierra Santa, «inmersos en la Pasión», el Papa les animó a no perder la esperanza en la Resurrección. Llegó a llamarlos «antorchas encendidas en la noche» y «semillas de bien en una tierra desgarrada por los conflictos», que con su capacidad de «levantarse y seguir adelante» anuncian que el Crucificado ha resucitado de verdad.
En la Carta, Francisco había mostrado también su afecto paterno a quienes, especialmente, «son niños a los que se les niega el futuro, a los que lloran y se afligen, a los que sienten angustia y desconcierto». Y renovó su invitación a todos los cristianos del mundo a convertirse en «apoyo concreto» y a rezar sin cesar para que «toda la población de su querida Tierra esté finalmente en paz».
Aunque dirigidos a contextos diferentes -el mundo árabe y la comunidad católica de Tierra Santa-, los dos documentos pontificios comparten, por tanto, el mismo llamamiento: en este tiempo oscuro marcado por la «inútil locura de la guerra», es necesario redescubrir la esperanza de la Resurrección y construir con determinación la paz, único camino para el futuro de toda la región y de la humanidad.
Una sentida invitación dirigida a todos los creyentes, pero también a toda persona de buena voluntad, para que no se rindan ante la violencia y sigan sembrando las semillas de una posible reconciliación.