En su Carta «Sublimitas et miseria hominis», el Papa destaca, entre otros aspectos de la vida y obra del pensador francés Blas Pascal, como los «Pensées» (Pensamientos), la búsqueda de la verdad. “La grandeza y miseria del hombre forman la paradoja que está en el centro de la reflexión y el mensaje del filósofo”, “nacido hace cuatro siglos, el 19 de junio de 1623, en Clermont, en la zona central de Francia. Desde niño y durante toda su vida buscó la verdad”, escribe el Santo Padre.
“Con la razón rastreó sus signos, especialmente en los campos de las matemáticas, la geometría, la física y la filosofía”, describe el Pontífice. “Realizó descubrimientos extraordinarios desde muy tierna edad, hasta el punto de alcanzar una fama considerable. Pero no se detuvo ahí. En un siglo de grandes progresos en muchos ámbitos de la ciencia, acompañados de un creciente espíritu de escepticismo filosófico y religioso, Blaise Pascal se mostró como un infatigable buscador de la verdad, y como tal permaneció siempre “inquieto”, atraído por nuevos y más amplios horizontes”.
El cardenal José Tolentino de Mendonça ha ofrecido algunas claves de la Carta en la Sala Stampa vaticana. En primer lugar, el conocimiento de Pascal del Papa Francisco. “El Santo Padre, amante de los ‘Pensées’ de toda la vida –se sabe y cita de memoria varios de ellos– y profundo admirador de Pascal (…), ha decidido honrar su figura con una Carta Apostólica de título cautivador «Sublimitas et miseria hominis» –es decir, «Grandeza y miseria del hombre».
“Exquisita caridad hacia los pobres y los enfermos”
A continuación, el cardenal José Tolentino de Mendonça ha manifestado: “Me gustaría destacar cómo en el texto de la carta pontificia, el Papa Francisco subraya algunos aspectos, quizás menos conocidos, del gran filósofo. Ante todo, su exquisita caridad hacia los pobres y los enfermos. La vida de Pascal estuvo salpicada de gestos prácticos de caridad y amor hacia los débiles, los enfermos y los que sufren”.
“Este comportamiento suyo, que no hizo público”, ha añadido el Prefecto del Dicasterio para la Educación y la Cultura de la Santa Sede, “estaba ciertamente teñido por su propia experiencia del dolor y la enfermedad -baste pensar en su oración «por el buen uso de las enfermedades» en 1659-, pero era también la búsqueda, en lo concreto, de una forma de expresar su gratitud por la Gracia divina que había entrado inmerecidamente en lo que él consideraba su pequeñez humana”.
“Esto demuestra que Pascal nunca separó su fe en Dios de las obras concretas en favor de sus hermanos, y ayuda a comprender la complejidad de su relación con las teorías jansenistas, que conoció leyendo el ‘Augustinus’ de Jansenio y asistiendo al círculo de Port Royal”, ha señalado el cardenal José Tolentino de Mendonça, que estuvo acompañado por François-Xavier Adam, director del Institut Francais – Centre Saint Louis, entre otras personalidades.
“Estimular a los cristianos de nuestro tiempo”
Algunos de los rasgos de la vida y la obra del pensador francés Blaise Pascal (tan solo vivió 39 años), que el Santo Padre Francisco pone de relieve en su Carta, son los siguientes.
En primer lugar, el objetivo. “Me alegra que la Providencia me dé la oportunidad de rendirle homenaje y de poner en evidencia lo que, en su pensamiento y en su vida, considero apropiado para estimular a los cristianos de nuestro tiempo y a todos nuestros contemporáneos de buena voluntad en la búsqueda de la verdadera felicidad: ‘Todos los hombres buscan la manera de ser felices. Esto no tiene excepción, por muy diferentes que sean los medios que empleen, todos tienden a este fin’”, señala el Papa citando a Pascal.
“Cuatro siglos después de su nacimiento, Pascal sigue siendo para nosotros el compañero de camino que acompaña nuestra búsqueda de la verdadera felicidad y, según el don de la fe, nuestro reconocimiento humilde y gozoso del Señor muerto y resucitado”, comienza Francisco.
“Un enamorado de Cristo que habla a todos”
Enseguida, el Papa reflexiona sobre el atractivo de la figura del filósofo francés. “Si Blaise Pascal es capaz de conmover a todo el mundo, es porque habló de la condición humana de una manera admirable. Sería engañoso, sin embargo, ver en él solamente a un especialista en moral humana, por muy brillante que fuera. El monumento formado por sus Pensamientos, algunas de cuyas fórmulas aisladas se han hecho célebres, no puede ser verdaderamente comprendido si se ignora que Jesucristo y la Sagrada Escritura son a la vez el centro y la clave”.
“Pues si Pascal comenzó a hablar del hombre y de Dios”, continúa el Papa, “fue porque había llegado a la certeza de que ‘no solamente no conocemos a Dios más que por Jesucristo, sino que no nos conocemos a nosotros mismos más que por Jesucristo; no conocemos la vida, la muerte más que por Jesucristo. Fuera de Jesucristo no sabemos lo que es nuestra vida, ni nuestra muerte, ni Dios, ni nosotros mismos. De esta suerte, sin la Escritura que sólo tiene a Jesucristo por objeto, no conocemos nada y sólo vemos oscuridad’”, vuelve a citar el Papa a Pascal.
La verdad que vale la pena
“Esta es la razón por la que les propongo a todos los que quieran seguir buscando la verdad -una tarea que nunca termina en esta vida- que escuchen a Blaise Pascal, hombre de inteligencia prodigiosa que quiso recordarnos cómo fuera de los objetivos del amor no hay verdad que valga la pena: ‘No hacemos un ídolo con la verdad misma, porque la verdad sin la caridad no es Dios y es su imagen y un ídolo al que no hay que amar ni adorar'».
“De este modo”, añade el Pontífice, “Pascal nos previene contra las falsas doctrinas, las supersticiones o el libertinaje que alejan a muchos de nosotros de la paz y la alegría duraderas de Aquel que quiere que elijamos ‘la vida y la felicidad’, y no ‘la muerte y la desdicha’ (Dt 30,15)”.
Grandeza de la razón humana
Otro de los aspectos sobre los que reflexiona el Papa Francisco es el de la razonabilidad de la fe, y para ello, además de a Pascal, cita a san Juan Pablo II y a Benedicto XVI.
“Desde los diecisiete años se relacionaba (a Pascal) con los más grandes científicos de su época”, narra el Papa. “Los descubrimientos y las publicaciones se sucedieron con bastante rapidez. (…) En 1642, a los diecinueve años, inventó una máquina de aritmética, antecesora de nuestras calculadoras. Blaise Pascal es sumamente estimulante para nosotros porque nos recuerda la grandeza de la razón humana y nos invita a utilizarla para descifrar el mundo que nos rodea”.
“El esprit de géométrie, que es la capacidad de comprender en detalle el funcionamiento de las cosas, le servirá a lo largo de toda su vida, como señalaba el eminente teólogo Hans Urs von Balthasar: ‘Pascal es capaz […] de alcanzar desde los planos propios de la geometría y de las ciencias de la naturaleza, la precisión muy diferente y propia del plano de la existencia en general y de la vida cristiana en particular’.
Y señala Francisco: “Esta práctica confiada de la razón natural, que lo hacía solidario con todos sus hermanos en busca de la verdad, le permitirá reconocer los límites de la inteligencia misma y, al mismo tiempo, abrirse a las razones sobrenaturales de la Revelación, según una lógica de la paradoja que es su peculiaridad filosófica y el encanto literario de sus Pensamientos: ‘Le ha costado tanto a la Iglesia demostrar que Jesucristo era hombre contra aquellos que lo negaban, como demostrar que era Dios; y las posibilidades eran igualmente grandes’”.
Sentido de nuestra vida, rechazo a la presunción
“La razón humana es sin duda una maravilla de la creación, que diferencia al hombre de todas las demás criaturas, porque ‘el hombre es sólo una caña, la más débil de la naturaleza, pero es una caña que piensa'», cita de nuevo Francisco a Pascal. Y prosigue: “Entendemos entonces que los límites de los filósofos serán simplemente los límites de la razón creada. Pues por mucho que Demócrito dijera: ‘Voy a hablar de todo’, la razón por sí sola no puede resolver los interrogantes más elevados y urgentes”.
Entonces, el Papa se pregunta: “¿Cuál es, en efecto, tanto en la época de Pascal como hoy, el tema que más nos importa? Es el del sentido pleno de nuestro destino, de nuestra vida y de nuestra esperanza, el de una felicidad que no está prohibido concebir como eterna, pero que sólo Dios está autorizado a conceder: ‘Nada es tan importante para el hombre como su estado; nada le inspira tanto temor como la eternidad’» (nueva cita de Pascal).
La «noche de fuego»
“Como recordaba san Juan Pablo II en su encíclica sobre la relación entre fe y razón”, menciona Francisco, “filósofos como Blaise Pascal se distinguieron por su rechazo a toda presunción, así como por su elección de una postura hecha de humildad y de valentía. Experimentaron que ‘la fe libera la razón de la presunción’. Antes de la noche del 23 de noviembre de 1654, esto es claro, Pascal no duda de la existencia de Dios. Sabe también que este Dios es el bien supremo; lo que le falta y lo que espera no es un conocimiento sino un poder, no es una verdad sino una fuerza”.
“Ahora bien, esta fuerza le viene dada por la gracia; se siente atraído, con certeza y alegría, por Jesucristo. (…). “Como toda auténtica conversión, la conversión de Blaise Pascal se lleva a cabo en la humildad, que nos libera ‘de nuestra conciencia aislada y de la autorreferencialidad’”. Este episodio, el de su conversión, tuvo lugar en la fecha citada por el Papa, en 1654, y se conoce hasta hoy como su «Noche de fuego» («Nuit de feu«).
“Esta experiencia mística, que le hizo derramar lágrimas de alegría, fue para él tan intensa y decisiva que la anotó en un pedazo de papel fechado con precisión, el “Memorial”, que había cosido en el forro de su abrigo, y que fue descubierto después de su muerte”, detalla el Pontífice”.
Rechazo del fideísmo
El Papa hace referencia en la Carta apostólica a estas palabras de Benedicto XVI: “La tradición católica, desde el inicio, ha rechazado el llamado fideísmo, que es la voluntad de creer contra la razón’. En esta línea, Pascal está profundamente apegado a ‘la razonabilidad de la fe en Dios’, no sólo porque ‘el espíritu no puede ser forzado a creer lo que él sabe que es falso’, sino porque, ‘si ofendemos los principios de la razón, nuestra religión será absurda y ridícula”, argumenta Pascal, comentado por el Papa.
“Pero si la fe es razonable, también es un don de Dios y no puede imponerse”, agrega el Santo Padre: «No se demuestra que debamos ser amados sometiendo a método las causas del amor; sería ridículo’, señala Pascal con la finura de su humor, estableciendo un paralelismo entre el amor humano y la forma en que Dios se nos manifiesta’”.
“Nada más que el amor, ‘que se propone pero no se impone -el amor de Dios nunca se impone’, Jesús dio testimonio de la verdad (cf. Jn 18,37) pero ‘no quiso imponerla por la fuerza a los que le contradecían’. Esta es la razón por la que ‘hay suficiente luz para aquellos que sólo desean ver, y bastante oscuridad para aquellos que tienen una disposición contraria’.
“Y luego llega a afirmar que ‘la fe es diferente de la prueba. Ésta es humana, y aquella es un don de Dios’. Por tanto, es imposible creer ‘si Dios no inclina nuestro corazón’. Aunque la fe sea de un orden superior a la razón, esto no significa ciertamente que se oponga a ella, sino que la supera infinitamente”, escribe el Papa.
Sintetizando este aspecto, Francisco escribe que “leer, pues, la obra de Pascal no es, ante todo, descubrir la razón que ilumina la fe; es ponerse en la escuela de un cristiano con una racionalidad fuera de lo común, que tanto mejor supo dar cuenta de un orden establecido por el don de Dios superior a la razón”.
Muerte de Pascal: sacramentos, últimas palabras
Al describir el final de su vida, el Papa describe que “estando muy enfermo y a punto de morir, pidió comulgar, pero no le fue posible de inmediato. Entonces rogó a su hermana: ‘Ya que no puedo comulgar con la cabeza [Jesucristo], quisiera comulgar con los miembros’. Y ‘tenía un gran deseo de morir en la compañía de los pobres’. Se dijo de él, poco antes de su último aliento, el 19 de agosto de 1662, que moría ‘con la sencillez de un niño’. Tras recibir los sacramentos, sus últimas palabras fueron: ‘¡Que Dios no me abandone jamás!’.
“Que su obra luminosa y los ejemplos de su vida, tan profundamente sumergida en Jesucristo, nos puedan ayudar a seguir hasta el final el camino de la verdad, la conversión y la caridad. Porque la vida de un hombre es muy breve: ‘Eternamente gozoso por un día de sufrimiento en la tierra”, concluye el Papa Francisco.
Cardenal Mendonça: “La honestidad de Pascal”
En la presentación mencionada al principio, el cardenal José Tolentino de Mendonça ha destacado también que “Pascal fue un verdadero realista capaz de enfrentarse a la miseria y a la grandeza de lo humano. Las respuestas a esta miseria real y a esta sed humana de grandeza debían encontrarse en la revelación individual de un Dios personal”.
“Antes de la ‘Nuit de feu’, Pascal ya creía en Dios, pero aquella noche tuvo la iluminación de reconocer en el pecado el símbolo de la falta de deseo de Dios. De aquella experiencia mística surgieron sus conceptos de orgullo y humildad y, sobre todo, la categoría del ‘corazón’ que le era tan querida”.
“Lo que el Papa Francisco ha querido celebrar es, ante todo, la honestidad de Blaise Pascal, a quien le gustaba la frase ‘hay que ser sincero, verdadero’”, ha añadido el cardenal José Tolentino de Mendonça.