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“No hace falta ser ricos o poderosos, sólo amor”, dice el Papa en Mongolia

“Para ser felices no hace falta ser grandes, ricos o poderosos. Sólo el amor apaga la sed de nuestro corazón, sólo el amor cura nuestras heridas, sólo el amor nos da la verdadera alegría”. Así lo manifestó el Papa Francisco a los católicos mongoles y unas decenas de personas de países vecinos, como China, en la homilía de la Misa del domingo en el pabellón de hockey sobre hielo ‘Steppe Arena’.

Francisco Otamendi·3 de septiembre de 2023·Tiempo de lectura: 4 minutos
mongolia

Foto: El Papa Francisco saluda frente a unos peregrinos venidos de China a la misa del Steppe Arena ©CNS photo/Vatican Media

El Papa Francisco ha celebrado la Eucaristía en el pabellón Arena de la Estepa, de Ulán Bator, capital de Mongolia, en la tarde del segundo día de viaje apostólico, acompañado por el joven cardenal italiano misionero de la Consolata, Giorgio Marengo, y de otros sacerdotes y religiosos. 

En su homilía de la Misa, destacó que “ésta es la verdad que Jesús nos invita a descubrir, que Jesús quiere revelar a todos, a esta tierra de Mongolia: para ser felices no hace falta ser grandes, ricos o poderosos. Sólo el amor”.

El Santo Padre reflexionó sobre las palabras del Salmo 63: “Oh Dios, […] mi alma tiene sed de ti, por ti suspira mi carne como tierra sedienta, reseca y sin agua”, y luego sobre las palabras de san Mateo cuando “Jesús —lo hemos escuchado hace un momento en el Evangelio— nos muestra el camino para apagar nuestra sed: es el camino del amor, que Él ha recorrido hasta el final, hasta la cruz, desde la cual nos llama a seguirlo ‘perdiendo la vida para encontrarla’ nuevamente (cf. Mt 16,24-25)”.

“No estamos solos”

“Esta estupenda invocación acompaña el viaje de nuestra vida, en medio de los desiertos que estamos llamados a atravesar”, prosiguió el Papa. “Y es precisamente en esa tierra árida donde llega hasta nosotros la buena noticia. En nuestro camino no estamos solos; nuestras sequedades no tienen el poder de hacer estéril para siempre nuestra vida; el grito de nuestra sed no permanece sin respuesta”. 

“Dios Padre ha enviado a su Hijo para darnos el agua viva del Espíritu Santo que apague la sed de nuestra alma (cf. Jn 4,10). Y Jesús —lo hemos escuchado hace un momento en el Evangelio— nos muestra el camino para apagar nuestra sed: es el camino del amor, que Él ha recorrido hasta el final, hasta la cruz, desde la cual nos llama a seguirlo “perdiendo la vida para encontrarla” nuevamente”, ha añadido el Papa, en una reflexiòn que viene abordando con cierta frecuencia últimamente. La cercanía del Señor.

“También nosotros, entonces, escuchemos la palabra que el Señor dice a Pedro: ‘Ve detrás de mí’; es decir: sé mi discípulo, realiza el mismo camino que hago yo y no pienses más como el mundo.  De ese modo, con la gracia de Cristo y del Espíritu Santo, podremos transitar por el camino del amor. Incluso cuando amar conlleve negarse a sí mismos, luchar contra los egoísmos personales y mundanos, atreverse a vivir fraternalmente”. 

Paradoja cristiana: perder la vida, ganar la vida

“Porque si es verdad que todo esto cuesta esfuerzo y sacrificio, y a veces implique tener que subir a la cruz”, ha manifestado el Papa a los católicos mongoles, “no es menos cierto que cuando perdemos la vida por el Evangelio, el Señor nos la da en abundancia, llena de amor y alegría, para la eternidad”.

Las palabras del salmista, que grita a Dios la propia aridez, porque su vida se asemeja a un desierto, “tienen una resonancia particular en una tierra como Mongolia; un territorio inmenso, rico de historia y de cultura, pero marcado también por la aridez de la estepa y del desierto”, ha acentuado el Papa.

“Muchos de ustedes están acostumbrados a la belleza y a la fatiga de tener que caminar, una acción que evoca un aspecto esencial de la espiritualidad bíblica, representado por la figura de Abrahán y, más en general, algo distintivo del pueblo de Israel y de cada discípulo del Señor.  Todos, en efecto, somos “nómadas de Dios”, peregrinos en búsqueda de la felicidad, caminantes sedientos de amor”.

“Pero no debemos olvidar esto”, que recordó el Santo Padre siguiendo a san Agustín: “en el desierto de la vida, en el trabajo de ser una comunidad pequeña, el Señor no nos hace faltar el agua de su Palabra, especialmente a través de los predicadores y los misioneros que, ungidos por el Espíritu Santo, siembran su belleza. Y la Palabra siempre nos lleva a lo esencial de la fe: dejarnos amar por Dios para hacer de nuestra vida una ofrenda de amor. Porque sólo el amor apaga verdaderamente nuestra sed”.

“Abrazar la cruz de Cristo”

“Es lo que Jesús dice, con un tono fuerte, al apóstol Pedro en el Evangelio de hoy. Él no acepta el hecho de que Jesús tenga que sufrir, ser acusado por los jefes del pueblo, pasar por la pasión para después morir en la cruz.  Pedro reacciona, protesta, quisiera convencer a Jesús de que se equivoca, porque según él —y a menudo también nosotros pensamos así— el Mesías no puede acabar derrotado, y de ningún modo puede morir crucificado, como un delincuente abandonado por Dios. Pero el Señor reprende a Pedro, porque su modo de pensar es “el de los hombres” y no el de Dios”, ha manifestado el Papa Francisco.

“Hermanos, hermanas, este es el mejor camino de todos: abrazar la cruz de Cristo.”, ha concluido el Romano Pontífice. “En el corazón del cristianismo se encuentra esta noticia desconcertante y extraordinaria: cuando pierdes tu vida, cuando la ofreces generosamente, cuando la arriesgas comprometiéndola en el amor, cuando haces de ella un don gratuito para los demás, entonces vuelve a ti abundantemente, derrama dentro de ti una alegría que no pasa, una paz en el corazón, una fuerza interior que te sostiene”.

Card. Marengo: “ser testigos alegres y valientes del Evangelio”

El cardenal Giorgio Marengo, I.M.C., ha señalado al final de la celebración Eucarística que la presencia del Papa “aquí es para nosotros un motivo de profunda emoción, difícil de expresar con palabras. Has deseado vivamente estar entre nosotros, peregrino de la paz y portador del fuego del Espíritu. Nos sentimos como si estuviéramos con los apóstoles a orillas del lago, como aquel día cuando el Resucitado les esperaba con una brasa encendida”.

“Nos lo recordó el año pasado, en el Consistorio, hablando del fuego que debe arder en nosotros. El fuego de las brasas ilumina, calienta y reconforta, aunque no veamos

llamas resplandecientes”, ha proseguido el cardenal. “Ahora que hemos tocado con nuestras propias manos lo querido que es este pueblo de Dios en Mongolia, deseamos aceptar tu invitación a ser testigos alegres y valientes del Evangelio en esta bendita tierra. Sigan apoyándonos con la palabra y el ejemplo; nosotros, ahora, sólo podemos recordar y poner en práctica lo que hemos visto y oído en estos días”. “Así que, por favor, aceptad este regalo simbólico: es la palabra ‘bayarlalaa’, que significa gracias, escrita en mongol antiguo”, ha concluido el cardenal Marengo.

El lunes 4, último día del viaje apostólico del Papa, tendrá lugar uno de los puntos más esperados de la visita: la inauguración de la Casa de la Misericordia. Un proyecto que se inició hace 4 años, y que atenderá, especialmente, a mujeres y menores de edad víctimas de la violencia doméstica. Además tiene una zona habilitada para acoger a personas sin hogar y también servirá como albergue temporal para inmigrantes. 

El autorFrancisco Otamendi

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