El respeto “al don precioso de la vida” ha sido idea nuclear del Mensaje Pascual del Papa Francisco en la Bendición Urbi et Orbi al pueblo de Roma y al mundo, impartida por el Santo Padre desde el balcón central tras la celebración de la solemne Misa del Domingo de Pascua de Resurrección de este año en la Plaza de San Pedro, y del rezo del Regina Coeli a la Virgen María. El mensaje ha sido leído por el Papa.
En la Misa, presidida por el Santo Padre y cuyo primer concelebrante ha sido el cardenal Giovanni Battista Re, decano del Colegio Cardenalicio, se ha leído el conocido Evangelio en el que María Magdalena fue al sepulcro al amanecer, vio la losa quitada del sepulcro, y tras avisar a Pedro y al “otro discípulo, a quien Jesús amaba”, fueron éstos los que corrieron y vieron los lienzos tendidos y el sudario con el que habían cubierto la cabeza de Jesús.
“Jesús Nazareno, el Crucificado, ha resucitado”
“Hoy resuena en todo el mundo el anuncio que salió hace dos mil años desde Jerusalén: “Jesús Nazareno, el Crucificado, ha resucitado” (cf. Mc 16,6)2, ha comenzado su Mensaje el Santo Padre.
“La Iglesia revive el asombro de las mujeres que fueron al sepulcro al amanecer del primer día de la semana. La tumba de Jesús había sido cerrada con una gran piedra; y así también hoy hay rocas pesadas, demasiado pesadas, que cierran las esperanzas de la humanidad: la roca de la guerra, la roca de las crisis humanitarias, la roca de las violaciones de los derechos humanos, la roca del tráfico de personas, y otras más”.
También nosotros, como las mujeres discípulas de Jesús, nos preguntamos unos a otros: “¿Quién nos correrá estas piedras?” (cf. Mc 16,3). Y he aquí el gran descubrimiento de la mañana de Pascua: la piedra, aquella piedra tan grande, ya había sido corrida. El asombro de las mujeres es nuestro asombro. La tumba de Jesús está abierta y vacía. A partir de ahí comienza todo”.
“Sólo Jesús quita las piedras que cierran el camino a la vida”
“Jesucristo ha resucitado, y sólo Él es capaz de quitar las piedras que cierran el camino hacia la vida. Más aún, Él mismo, el Viviente, es el Camino; el Camino de la vida, de la paz, de la reconciliación, de la fraternidad”, ha proseguido el Papa.
“Él nos abre un pasaje que humanamente es imposible, porque sólo Él quita el pecado del mundo y perdona nuestros pecados. Y sin el perdón de Dios esa piedra no puede ser removida. Sin el perdón de los pecados no es posible salir de las cerrazones, de los prejuicios, de las sospechas recíprocas o de las presunciones que siempre absuelven a uno mismo y acusan a los demás.
Sólo Cristo resucitado, dándonos el perdón de los pecados, nos abre el camino a un mundo renovado. Sólo Él nos abre las puertas de la vida, esas puertas que cerramos continuamente con las guerras que proliferan en el mundo.
En este día en que celebramos la vida que se nos da en la resurrección del Hijo, recordamos el amor infinito de Dios por cada uno de nosotros, un amor que supera todo límite y toda debilidad”.
“Desprecio del don precioso de la vida”
“Y, sin embargo, con cuánta frecuencia se desprecia el don precioso de la vida”, ha subrayado el Sucesor de Pedro. “Cuántos niños ni siquiera pueden ver la luz? ¿Cuántos mueren de hambre o carecen de cuidados esenciales o son víctimas de abusos y violencia? ¿Cuántas vidas se compran y se venden por el creciente comercio de seres humanos?”
“En el día en que Cristo nos ha liberado de la esclavitud de la muerte, exhorto a cuantos tienen responsabilidades políticas para que no escatimen esfuerzos en combatir el flagelo de la trata de seres humanos, trabajando incansablemente para desmantelar sus redes de explotación y conducir a la libertad a quienes son sus víctimas.
Que el Señor consuele a sus familias, sobre todo a las que esperan ansiosamente noticias de sus seres queridos, asegurándoles conforto y esperanza.
Que la luz de la resurrección ilumine nuestras mentes y convierta nuestros corazones, haciéndonos conscientes del valor de toda vida humana, que debe ser acogida, protegida y amada.
Tierra Santa, Ucrania, Siria, Líbano, Balcanes, Armenia y Azerbaiyán
En su discurso, el Papa ha dirigido “su pensamiento principalmente a las víctimas de tantos conflictos que están en curso en el mundo, comenzando por los de Israel y Palestina, y en Ucrania. Que Cristo resucitado abra un camino de paz para las martirizadas poblaciones de esas regiones”. y ha formulado las peticiones señaladas al comienzo de alto el fuego, liberación de rehenes, etc.
“No permitamos que las hostilidades en curso continúen afectando gravemente a la población civil, ya de por sí extenuada, y principalmente a los niños. Cuánto sufrimiento vemos en sus ojos. Con su mirada nos preguntan: ¿por qué? ¿Por qué tanta muerte? ¿Por qué tanta destrucción? La guerra es siempre un absurdo y una derrota. No permitamos que los vientos de la guerra soplen cada vez más fuertes sobre Europa y sobre el Mediterráneo. Que no se ceda a la lógica de las armas y del rearme. La paz no se construye nunca con las armas, sino tendiendo la mano y abriendo el corazón”.
A continuación, se ha referido a Siria,” que lleva catorce años sufriendo las consecuencias de una guerra larga y devastadora. Muchísimos muertos, personas desaparecidas, tanta pobreza y destrucción esperan respuestas por parte de todos, también de la Comunidad internacional.
Mi mirada se dirige hoy de modo especial al Líbano, afectado desde hace tiempo por un bloqueo institucional y por una profunda crisis económica y social, agravados ahora por las hostilidades en la frontera con Israel. Que el Resucitado consuele al amado pueblo libanés y sostenga a todo el país en su vocación a ser una tierra de encuentro, convivencia y pluralismo.
Mi pensamiento se orienta en particular a la Región de los Balcanes Occidentales, donde se están dando pasos significativos hacia la integración en el proyecto europeo. Que las diferencias étnicas, culturales y confesionales no sean causa de división, sino fuente de riqueza para toda Europa y para el mundo entero.
Asimismo, aliento las conversaciones entre Armenia y Azerbaiyán para que, con el apoyo de la Comunidad internacional, puedan proseguir el diálogo, ayudar a las personas desplazadas, respetar los lugares de culto de las diversas confesiones religiosas y llegar cuanto antes a un acuerdo de paz definitivo”.
Terrorismo, Myanmar, Haití, continente africano…
“Que Cristo resucitado abra un camino de esperanza a las personas que en otras partes del mundo sufren a causa de la violencia, los conflictos y la inseguridad alimentaria, como también por los efectos del cambio climático.
Que dé consuelo a las víctimas de cualquier forma de terrorismo. Recemos por los que han perdido la vida e imploremos el arrepentimiento y la conversión de los autores de estos crímenes.
Que el Resucitado asista al pueblo haitiano, para que cese cuanto antes la violencia que lacera y ensangrienta el país, y pueda progresar en el camino de la democracia y la fraternidad. Que conforte a los Rohinyá, afligidos por una grave crisis humanitaria, y abra el camino de la reconciliación en Myanmar, país golpeado desde hace años por conflictos internos, para que se abandone definitivamente toda lógica de violencia.
Que abra vías de paz en el continente africano, especialmente para las poblaciones exhaustas en Sudán y en toda la región del Sahel, en el Cuerno de África, en la región de Kivu en la República Democrática del Congo y en la provincia de Cabo Delgado en Mozambique, y ponga fin a la prolongada situación de sequía que afecta a amplias zonas y provoca carestía y hambre.
Que el Resucitado haga resplandecer su luz sobre los migrantes y sobre todos aquellos que están atravesando un período de dificultad económica, brindándoles consuelo y esperanza en los momentos de necesidad.
Que Cristo guíe a todas las personas de buena voluntad a unirse en la solidaridad, para afrontar juntos los numerosos desafíos que conciernen a las familias más pobres en su búsqueda de una vida mejor y de la felicidad”.
Al final de la Misa, antes de leer el Mensaje Pascual, el Pontífice saludó a los numerosos fieles presentes en la plaza de san Pedro.
Al concluir, como se ha subrayado, el Papa Francisco ha rezado para que “la luz de la resurrección ilumine nuestras mentes y convierta nuestros corazones, haciéndonos conscientes del valor de toda vida humana, que debe ser acogida, protegida y amada. ¡Feliz Pascua a todos!”.
Llamamientos a la oración
Los llamamientos del Papa a la oración, en concreto pidiendo por la paz ante las guerras y conflictos que azotan el mundo, se han intensificado en los últimos años. Sin ir más lejos, el Vía Crucis del Viernes Santo, escrito por el Romano Pontífice aunque no pudiera acudir en persona, ha estado marcado por la celebración del año dedicado a la oración en la Iglesia. Por ello, han sido continuas las referencias a la oración cristiana.
Al mismo tiempo, la esperanza ha sido una de las virtudes que más ha mencionado el Papa Francisco estos días. Por ejemplo, en la Vigilia Pascual de ayer mismo, o sus recientes palabras a los jóvenes del mundo con motivo del quinto aniversario de su exhortación apostólica “Christus vivit”, en las que les ha animado a recuperar la esperanza.
“Dejarnos aferrar por el Resucitado”
Al considerar el hecho que narran los Evangelios, en el sentido de que la piedra del sepulcro, que era muy grande, había sido corrida, el Pontífice señaló ayer en la Vigilia Pascual que esto es “la Pascua de Cristo, la fuerza de Dios, la victoria de la vida sobre la muerte, el triunfo de la luz sobre las tinieblas, el renacimiento de la esperanza entre los escombros del fracaso. Es el Señor, Dios de lo imposible que, para siempre, hizo correr la piedra y comenzó a abrir nuestros sepulcros, para que la esperanza no tenga fin. Hacia Él, entonces, también nosotros debemos levantar la mirada”.