A su llegada a Luxemburgo, el Papa Francisco tuvo un encuentro con las autoridades y el cuerpo diplomático del país. Además de agradecer a todos su acogida, el Santo Padre empezó por destacar en un discurso dirigido a los presentes la “especial situación geográfica” de Luxemburgo.
Esta característica, señaló, hace del país un lugar de “confluencia de diferentes áreas lingüísticas y culturales”, y una “encrucijada de los acontecimientos históricos europeos más relevantes”. Precisamente por esto, Luxemburgo “se ha distinguido por su compromiso en construir una Europa unida y solidaria”.
El Papa destacó que, a pesar de su pequeño tamaño, Luxemburgo es “miembro fundador de la Unión Europea y de sus Comunidades predecesoras, sede de numerosas instituciones europeas, entre ellas el Tribunal de Justicia de la Unión, el Tribunal de Cuentas y el Banco de inversiones”. Asimismo, subrayó “la sólida estructura democrática” del país, en el que se “vela por la dignidad de la persona humana y la defensa de sus libertades fundamentales”.
La riqueza como responsabilidad
Francisco invitó entonces a que Luxemburgo siga dando ejemplo en este sentido “para que se establezcan relaciones solidarias entre los pueblos, de modo que todos sean partícipes y protagonistas de un ordenado proyecto de desarrollo integral”.
Este desarrollo, continuó el Pontífice, “para ser auténtico e integral, no debe expoliar y degradar nuestra casa común ni debe dejar al margen a pueblos o grupos sociales”. Haciendo referencia a la economía del país, el Papa advirtió de que “la riqueza es una responsabilidad. Por esa razón, pido una vigilancia constante para no descuidar a las naciones más desfavorecidas, es más, para que se les ayude a salir de sus condiciones de empobrecimiento”.
El liderazgo de Luxemburgo
El Santo Padre insistió en esta idea remarcando su deseo de que “Luxemburgo, con su peculiar historia, con su igualmente peculiar situación geográfica, con algo menos de la mitad de sus habitantes procedentes de otras partes de Europa y del mundo, sea una ayuda y un ejemplo en el indicar el camino a seguir para la acogida e integración de migrantes y refugiados”.
En su discurso Francisco señaló también el “resurgimiento” en Europa “de desavenencias y enemistades que, en lugar de resolverse sobre la base de la buena voluntad mutua, la negociación y la labor diplomática, desembocan en hostilidades abiertas, con su secuela de destrucción y muerte”. Para resolver esto, afirmó, “es necesario mirar hacia lo alto, es necesario que la vida cotidiana de los pueblos y de sus gobernantes esté animada por elevados y profundos valores espirituales”.
El Evangelio como renovación
El Papa explicó el motivo de su viaje a Luxemburgo y Bélgica diciendo que “como sucesor del apóstol Pedro, en nombre de la Iglesia, experta en humanidad” su trabajo es “testimoniar que esta savia vital, esta fuerza siempre nueva de renovación personal y social es el Evangelio”. El Papa insistió en que “el Evangelio de Jesucristo es el único capaz de transformar profundamente el alma humana, haciéndola capaz de obrar el bien incluso en las situaciones más difíciles”.
El Pontífice finalizó su discurso subrayando de nuevo que Luxemburgo tiene la oportunidad de liderar una sociedad centrada en los valores y el respeto a la dignidad humana, y rogando a Dios una bendición para el país.