El 3 de agosto el Papa Francisco se reunió con un grupo de jóvenes estudiantes de la Universidad Católica Portuguesa. El encuentro forma parte de su agenda en la JMJ y comenzó tras la interpretación de una pieza musical, seguido de un discurso de bienvenida pronunciado por la rectora de la universidad, Isabel Capeloa Gil.
Varios estudiantes tuvieron la oportunidad de ofrecer sus testimonios, basados en “Laudato si’”, en el Pacto Educativo Mundial, la «Economía de Francisco” y el “Fondo del Papa”. Tras las intervenciones, el Santo Padre se dirigió a todos los presentes.
Francisco comenzó hablando sobre la figura del peregrino, que “literalmente significa dejar de lado la rutina cotidiana y ponernos en camino con un propósito, moviéndonos ‘a través de los campos’ o ‘más allá de los confines’, es decir, fuera de la propia zona de confort, hacia un horizonte de sentido”.
El peregrino es un reflejo de la condición humana, explicó Francisco. “Cada uno está llamado a confrontarse con grandes preguntas que no tienen una respuesta simplista o inmediata, sino que invitan a emprender un viaje, a superarse a sí mismos, a ir más allá”. Y esto, que de manera general se aplica a todos, puede verse especialmente en la vida de los universitarios.
El Papa animó a todos a ser exigentes y críticos en ese viaje de búsqueda que seguimos. “Desconfiemos de las fórmulas prefabricadas, de las respuestas que parecen estar al alcance de la mano, sacadas de la manga como cartas de juego trucadas; desconfiemos de esas propuestas que parece que lo dan todo sin pedir nada”.
Jóvenes que buscan sin miedo
Francisco fue más allá y pidió valentía en este proceso, recordando las palabras de Pessoa: “Estar insatisfecho es ser hombre”. Por ello, el Santo Padre aseguró que “no debemos tener miedo de sentirnos inquietos, de pensar que lo que hemos hecho no basta. Estar insatisfechos —en este sentido y en su justa medida—, es un buen antídoto contra la presunción de autosuficiencia y el narcisismo. El carácter incompleto define nuestra condición de buscadores y peregrinos porque, como dice Jesús, ‘estamos en el mundo, pero no somos del mundo’”.
El Papa subrayó que la inquietud no debe preocuparnos. Las alarmas deben saltar “cuando estamos dispuestos a sustituir el camino a recorrer por el detenernos en cualquier oasis —aunque esa comodidad sea un espejismo—; cuando sustituimos los rostros por las pantallas, lo real por lo virtual; cuando, en lugar de las preguntas que desgarran, preferimos las respuestas fáciles que anestesian”.
Francisco fue claro en su mensaje a los jóvenes: buscad y arriesgad. “En este momento histórico los desafíos son enormes y los quejidos dolorosos, pero abrazamos el riesgo de pensar que no estamos en una agonía, sino en un parto; no en el final, sino al comienzo de un gran espectáculo. Sean, por tanto, protagonistas de una ‘nueva coreografía’ que coloque en el centro a la persona humana, sean coreógrafos de la danza de la vida”.
Una educación que da fruto
El Santo Padre quiere que los jóvenes sueñen y se lancen a dar fruto. Por tanto, dijo: “Tengan la valentía de sustituir los miedos por los sueños; ¡no sean administradores de miedos, sino emprendedores de sueños!”.
Francisco también aprovechó para lanzar un mensaje a los encargados de la educación en el mundo. Pidió que las universidades eviten estar comprometidas “en formar a las nuevas generaciones sólo para perpetuar el actual sistema elitista y desigual del mundo, en el que la instrucción superior es un privilegio para unos pocos”.
El Papa puso un gran énfasis en señalar que la educación es un regalo destinado a dar fruto. “Si el conocimiento no es acogido como responsabilidad, se vuelve estéril. Si el que ha recibido una instrucción superior —que hoy, en Portugal y en el mundo, sigue siendo un privilegio— no se esfuerza por restituir algo de aquello con lo que ha sido beneficiado, en el fondo no ha comprendido lo que se le ha ofrecido”.
Por ello, Francisco afirmó que “el título de estudio, en efecto, no puede ser visto sólo como una licencia para construir el bienestar personal, sino como un mandato para dedicarse a una sociedad más justa e inclusiva, es decir, más desarrollada”.
Los jóvenes y el auténtico progreso
El Santo Padre aprovechó también para hablar sobre el progreso real que pide el mundo para hacernos cargo de la casa común. “Esto no se puede hacer si una conversión del corazón y un cambio en la visión antropológica que está en la base de la economía y de la política”.
Pero antes hay que dar otro paso. Francisco subrayó “la necesidad de redefinir lo que llamamos progreso y evolución”. El Papa expresó su preocupación, pues “en nombre del progreso, se ha abierto el camino a una gran regresión”. Pero el Pontífice advirtió que tiene esperanza en los jóvenes: “Ustedes son la generación que puede vencer este desafío, tienen los instrumentos científicos y tecnológicos más avanzados, pero, por favor, no caigan en la trampa de visiones parciales”.
Francisco pidió a los jóvenes universitarios tener en cuenta la ecología integral a la hora de buscar soluciones. “Necesitamos escuchar el sufrimiento del planeta junto al de los pobres; necesitamos poner el drama de la desertificación en paralelo al de los refugiados, el tema de las migraciones junto al del descenso de la natalidad; necesitamos ocuparnos de la dimensión material de la vida dentro de una dimensión espiritual. No crear polarizaciones sino visiones de conjunto”.
Encarnar el Evangelio
El discurso del Papa finalizó con una alusión a la fe de los jóvenes. “Quisiera decirles que hagan creíble la fe a través de sus decisiones. Porque si la fe no genera estilos de vida convincentes, no hace fermentar la masa del mundo. No basta con que un cristiano esté convencido, debe ser convincente”.
Francisco recalcó que esto es responsabilidad de todo católico, llamado a ser discípulo por el Bautismo. “Nuestras acciones están llamadas a reflejar la belleza —a la vez alegre y radical— del Evangelio”. Y esto debe lograrse recuperando “el sentido de la encarnación. Sin la encarnación, el cristianismo se convierte en ideología; es la encarnación la que nos permite asombrarnos por la belleza que Cristo revela a través de cada hermano y hermana, de cada hombre y mujer”.