El Papa llegó ayer tarde a Port Moresby, capital de Papúa Nueva Guinea. En el aeropuerto fue recibido con honores en los que no faltaron los cañonazos, una guardia de honor y un homenaje floral llevado por dos niños vestidos con trajes tribales.
En su recorrido hasta la nunciatura, donde se aloja en estas jornadas, el Papa pudo sentir a los miles de personas que lo saludaban con antorchas y las luces de teléfonos móviles por las calles de la capital.
Encuentro con las autoridades
La mañana del sábado ha comenzado con la Santa Misa tras la que el Pontífice se trasladó a la Casa de Gobierno en Port Moresby, donde fue recibido por el gobernador general de Papúa Nueva Guinea, Sir Bob Bofeng Dadae, con quien mantuvo un encuentro privado.
En el libro de honor que le ofrecieron, Francisco escribió: «Estoy feliz de poder encontrarme con el pueblo de Papúa Nueva Guinea, espero que encuentre siempre luz y fuerza en la oración para caminar unidos por el camino de la justicia y la paz».
La segunda parada fue en la APEC Haus para el encuentro con las autoridades, la sociedad civil y el Cuerpo Diplomático donde se realizó el primer discurso del día. “En vuestra patria, un archipiélago con cientos de islas, se hablan más de ochocientos idiomas, correspondientes a otras tantas etnias -indicó el Sucesor de Pedro- lo que pone de relieve una extraordinaria riqueza cultural”.
“Vuestro país – continuó el Santo Padre – además de islas y lenguas, es también rico en recursos terrestres y hídricos”. Si bien quiso aclarar que “estos bienes están destinados por Dios a toda la comunidad, y aunque para su explotación es necesario recurrir a competencias más amplias y a grandes empresas internacionales, es justo que en la distribución de los ingresos y en el uso de la mano de obra se tenga debidamente en cuenta las necesidades de las poblaciones locales, a fin de producir una mejora efectiva de sus condiciones de vida”.
Además de esta defensa de la casa común el Papa quiso señalar su deseo de que “cese la violencia tribal, que lamentablemente causa muchas víctimas, no permite a la gente vivir en paz y obstaculiza el desarrollo”. Un llamamiento a todos “para que se interrumpa la espiral de violencia y tomemos decididamente el camino que conduce a una colaboración fructífera, en beneficio de todo el pueblo del país».
Se dirigió también a “todos los que se profesan cristianos –la gran mayoría de vuestro pueblo– deseo sinceramente que la fe nunca se reduzca a la observancia de ritos y preceptos, sino que consista en amar a Jesucristo y seguirlo, y que pueda convertirse en cultura vivida, inspirando mentes y acciones y convirtiéndose en un faro de luz que ilumina el camino”.
“Felicito – concluyó el Santo Padre – a las comunidades cristianas por las obras de caridad que realizan en el país, y les insto a buscar siempre la colaboración con las instituciones públicas y con todas las personas de buena voluntad, empezando por los hermanos de otras comunidades cristianas, confesiones y de otras religiones, en favor del bien común de todos los ciudadanos de Papúa Nueva Guinea».
Con los niños de calle y discapacitados
Por la tarde, al salir de la Nunciatura Apostólica, el Santo Padre Francisco se dirigió en coche a la Escuela Secundaria Técnica Cáritas donde, a las 17 horas, hora local, visitó a los niños de Street Ministry y Callan Services.
Tras el saludo de bienvenida del cardenal arzobispo de Port Moresby y los aplausos y saludos, la música del coro y un baile tradicional, un niño con discapacidad y otro de la calle se dirigieron al Papa, y agradecieron a Callan Services y el trabajo de la Arquidiócesis.
“Gracias, Santo Padre, por su presencia entre nosotros”, dijo el primero, mientras el segundo añadió: “Usted ama a los niños desde que tomó la iniciativa de encontrarse con nosotros, a pesar de que no somos productivos, a veces creamos problemas, vagamos por la calle y nos convertimos en una carga para los demás.
El Santo Padre dirigió unas palabras de saludo a los niños, les dio la bendición, seguida del intercambio de regalos y la foto grupal entre aplausos y cantos.
Encuentro con el clero y religiosos
Poco después, el Santo Padre llegó al Santuario de María Auxiliadora donde fue recibido con gran fervor. “Les saludo a todos con afecto: obispos, sacerdotes, religiosos y religiosas, seminaristas y catequistas. Agradezco al presidente de la Conferencia Episcopal sus palabras», así como a los testimonios, dijo a los presentes.
El Pontífice se centró en “tres aspectos de nuestro camino cristiano y misionero, subrayados por los testimonios escuchados: la valentía de comenzar, la belleza de estar allí y la esperanza de crecer”.
“Quisiera recomendarles una ruta importante hacia la cual pueden dirigir sus “salidas”: a las periferias del país. Pienso en las personas que pertenecen a los sectores más desfavorecidos de la población urbana, así como en quienes viven en las zonas más remotas y abandonadas, donde a veces falta lo necesario. Y también a los marginados y heridos, tanto moral como físicamente, por los prejuicios y las supersticiones, a veces hasta el punto de arriesgar la vida, como nos recordaron Santiago y Sor Lorena”, dos de los testimonios que, previamente, había escuchado el Papa.
Precisó además que “la belleza de estar allí no se vive tanto en los grandes eventos y momentos de éxito, sino en la lealtad y el amor con el que nos esforzamos por crecer juntos cada día”.
“¡Sigan así vuestra misión -concluyó el Pontífice- como testigos de valentía, de belleza y de esperanza! Les agradezco lo que hacen, les bendigo a todos desde el fondo de mi corazón y les pido, por favor, que no se olviden de rezar por mí». Tras la bendición, el intercambio de regalos, la foto con los obispos, saludó entre aplausos y cantos a los presentes que estaban en el patio.