El Papa Francisco ha dado comienzo hoy a un ciclo de catequesis enfocadas en las virtudes. Debido a que se encuentra todavía un poco resfriado, según ha explicado al comienzo de la audiencia, la catequesis ha sido leída por uno de sus colaboradores, monseñor Pierluigi Giroli.
La lectura propuesta para la reflexión de hoy ha sido la carta de san Pablo a los filipenses, capítulo 4, versículos 8 y 9: “Finalmente, hermanos, todo lo que es verdadero, noble, justo, puro, amable, laudable, todo lo que es virtud o mérito, tenedlo en cuenta. Lo que aprendisteis, recibisteis, oísteis, visteis en mí, ponedlo por obra. Y el Dios de la paz estará con vosotros”.
Partiendo de esta base, Francisco ha comenzando explicando que, “después de haber concluido nuestra visión general de los vicios, ha llegado el momento de volver la mirada a la imagen de lo que se opone a la experiencia del mal. El corazón humano puede complacerse con malas pasiones, puede prestar atención a tentaciones nocivas, disfrazadas con vestidos seductores, pero también puede oponerse a todo esto”.
Porque, ha indicado el Pontífice, “el ser humano está hecho para el bien”, y “puede practicar este arte haciendo que ciertas disposiciones se hagan permanentes en él”.
La virtud y la filosofía clásica
En esta línea, Francisco ha recordado que esta reflexión “en torno a esta maravillosa posibilidad nuestra” se remonta a la época anterior al cristianismo, ya que el tema de las virtudes “constituye un capítulo clásico de la filosofía moral”. Por una parte, “los filósofos romanos la llamaban ‘virtus’”, mientras que la palabra griega era “areté”.
El Papa ha explicado seguidamente que “el término latino subraya sobre todo que la persona virtuosa es fuerte, valiente, capaz de disciplina y ascetismo. Por tanto, el ejercicio de la virtud es fruto de una larga germinación que requiere esfuerzo e incluso sufrimiento”. Por su parte, la palabra griega “indica algo que sobresale, algo que resalta, algo que suscita admiración. La persona virtuosa es entonces la que no se desnaturaliza deformándose, sino que es fiel a su propia vocación, que realiza plenamente su ser”.
Redescubrir la imagen de Dios en nosotros
Por tanto, el Papa ha señalado que la santidad es posible y está al alcance de todos: “Nos equivocaríamos si pensáramos que los santos son excepciones de la humanidad, una suerte de estrecho círculo de campeones, que viven más allá de los límites de nuestra especie. Los santos en esta perspectiva que acabamos de introducir sobre las virtudes son, en cambio, aquellos que quieren ser plenamente ellos mismos, que realizan la vocación propia de todo ser humano. Qué mundo más feliz sería si la justicia, el respeto, la benevolencia mutua, la amplitud del corazón y la esperanza fueran la normalidad compartida y no una rara anomalía”.
El Pontífice ha señalado que es importante que el camino de la virtud, “en estos tiempos dramáticos en los que a menudo nos encontramos con lo peor de lo humano”, “debería ser redescubierto y practicado por todos”, porque “en un mundo deformado debemos recordar la forma en la que hemos sido plasmados, es decir, la imagen de Dios que está impresa para siempre en nosotros”.
¿Qué es la virtud?
A continuación, Francisco ha reflexionado sobre la definición de virtud, explicando que el catecismo indica que “la virtud es una disposición habitual y firme a hacer el bien”. Por ello, el Papa ha subrayado que la virtud “no es un bien improvisado o algo casual que cae del cielo de forma episódica. La historia nos dice que incluso los criminales en un momento de lucidez han realizado buenas acciones. Ciertamente esas acciones están escritas en el libro de Dios, pero la virtud es otra cosa. Es un bien que nace de una lenta maduración de la persona, hasta convertirse en una característica interior suya. La virtud es un ‘habitus’ de la libertad. Si somos libres en cada acto, y cada vez estamos llamados a elegir entre el bien y el mal, la virtud es lo que nos permite tener un hábito hacia la elección correcta”.
Pero, ¿cómo adquirir este don de la virtud? El Papa Francisco ha admitido que la “respuesta a esta pregunta no es sencilla, sino compleja”.
Gracia y ascesis
La primera ayuda con la que contamos es “la gracia de Dios. De hecho, el Espíritu Santo actúa en nosotros, que hemos sido bautizados, obrando en nuestra alma para conducirla a una vida virtuosa. Cuántos cristianos han llegado a la santidad a través de las lágrimas al constatar que no podían superar ciertas debilidades”, ha explicado el Papa. “Pero han experimentado que Dios ha completado esa obra buena que para ellos era solo un esbozo. La gracia siempre precede a nuestro compromiso moral”.
El Papa también ha recordado la importancia de la tradición, “la sabiduría de los antiguos”, “que nos dice que la virtud crece y puede ser cultivada”.
Para ello, “el primer don del Espíritu que hay que pedir es precisamente la sabiduría. El ser humano no es territorio libre para la conquista de los placeres, de las emociones, de los instintos, de las pasiones”, sino que “un don inestimable que poseemos es (…) la sabiduría que sabe aprender de los errores para dirigir bien la vida”. Por otra parte, “se necesita la buena voluntad, la capacidad de elegir el bien” a través del “ejercicio ascético, rehuyendo los excesos”.
Orar por el fin de las guerras
El Papa ha invitado a comenzar así “nuestro viaje a través de las virtudes en este universo sereno que resulta desafiante, pero que es decisivo para nuestra felicidad”.
Para concluir la audiencia, diversos lectores han leído un resumen de la catequesis en diferentes idiomas. El Papa ha pedido “perseverar en la oración” para que concluyan las guerras, y ha contado que hoy le han regalado un rosario y un evangelio con los que rezaba un joven soldado, muerto en el frente. El Papa ha lamentado la muerte de tantos jóvenes y ha pedido orar al Señor para “vencer la locura de la guerra”.
Tras rezar el Padrenuestro en latín, el Santo Padre ha impartido la bendición apostólica, dando fin a la audiencia de hoy.