El Papa Francisco se encuentra en Dili, capital de Timor Oriental, país que, junto con Filipinas, tiene el mayor número de católicos de la región. El Pontífice, que dentro de tres meses cumplirá 88 años, quiso venir a esta periferia del mundo para demostrar su cercanía.
Es el octavo día del viaje apostólico al Sudeste Asiático (del 2 al 13 de septiembre), y la penúltima parada hasta el miércoles 11, después de visitar Indonesia y Papúa Nueva Guinea, y antes de llegar a Singapur.
Según datos de las Naciones Unidas y otras fuentes aproximadamente entre el 45 % de la población de Timor Oriental tiene menos de 15 años. Si se incluye la población de hasta 24 años el porcentaje es aún mayor, situándose en torno al 60-65 %.
El Papa Francisco y los niños
Por la mañana, el Santo Padre fue conducido desde la Nunciatura donde se aloja hasta la Casa Irmãs Alma, mientras a los lados de la carretera miles de personas que esperaban su paso lo saludaban con entusiasmo desde las barreras con banderas, con cantos y coros.
La casa a la que se dirigía el Pontífice está gestionada por la Congregación de las Hermanas ALMA. En este lugar ellas llevan seis décadas atendiendo a los niños más desfavorecidos que padecen discapacidad física y psíquica.
Un momento particularmente emotivo fue cuando tres niñas vestidas con trajes tradicionales entregaron al Santo Padre un pañuelo tradicional, el «tais», símbolo de hospitalidad y de la cultura local.
Durante el evento, ell Superior de la Congregación presentó al Pontífice la labor caritativa realizada por la comunidad, seguido de cantos y bailes tradicionales. El Papa en sus breves palabras dijo : «amor, lo que aquí se encuentra es amor». Y añadió, refiriéndose a los niños: “Ellos son los que nos enseñan a dejarnos cuidar por Dios, y no por muchas ideas o planes caprichosos”. Es decir “dejarnos cuidar por Dios que tanto nos ama, por la Virgen que es nuestra madre”.
Al finalizar, el Papa Francisco firmó una placa conmemorativa del 60 aniversario de la fundación de la Congregación ALMA, un gesto simbólico que subrayó su apoyo y aprecio por el compromiso de las monjas.
El Papa Francisco en la catedral de la Inmaculada Concepción
Una hora más tarde ya se encontraba en la catedral de la Inmaculada Concepción, recibido con un obsequio floral, seguido de un baile local y con cantos que reflejan el fervor de los obispos, sacerdotes, diáconos, consagrados, seminaristas y catequistas.
Después de ser recibido por el arzobispo de Dili y cardenal salesiano, Virgílio do Carmo da Silva, por el presidente de la Conferencia Episcopal y por el párroco, una religiosa dio su testimonio.
Sor Rosa ante los presentes que llenaron la catedral indica: hay muchas vocaciones sacerdotales y una Iglesia en salida, siguiendo las huellas de San Francisco Javier, «misionero por excelencia de Oriente».
Al suyo siguieron los testimonios de un sacerdote, don Sancho, y de un catequista de una cierta edad con su casaca multicolor. Tras estas intervenciones, Francisco sgradeció a monseñor Norberto de Amaral “las palabras que me ha dirigido, recordando que Timor Oriental es un país en el borde del mundo. Y me gusta decirlo, por eso está en el centro del Evangelio».
Recordando cuando María Magdalena ungió los pies de Jesús, indicó que «el olor de Cristo y de su Evangelio es un don que debemos salvaguardar y difundir», sin olvidar el origen «del don recibido, de ser cristiano, sacerdote, religioso o catequista». Y aunque Timor tiene una larga historia cristiana, “necesita hoy un renovado impulso de evangelización, para que llegue a todos el perfume del Evangelio: un perfume de reconciliación y de paz después de los sufridos años de la guerra; un perfume de compasión, que ayude a los pobres a levantarse y suscite el compromiso de mejorar la suerte económica y social del país; un perfume de justicia contra la corrupción. Y, de manera especial, el perfume del Evangelio necesita ser difundido contra todo lo que humilla, degrada e incluso destruye la vida humana”.
Una Misa con 750.000 fieles que quedará en la historia
Por la tarde el Papa Francisco llegó a Taci Tolu, una zona de gran interés natural conocida por sus paisajes y su rica biodiversidad.
El 12 de octubre de 1989, san Juan Pablo II celebró en esta explanada la Misa con motivo de su viaje al país aún bajo ocupación indonesia. En memoria de esta visita, el gobierno timorense erigió una capilla y una estatua de 6 m de altura del santo Papa polaco.
En esta ocasión, la explanada de Taci Tolú estaba repleta, con alrededor de 750.000 fieles, una imagen que atestigua la profunda devoción del pueblo de Timor Oriental. Mucha gente ya había ido allí el día anterior para tomar lugar, con sombrillas blancas y amarillas para protegerse del sol.
Aquí el Papa Francisco celebró una Misa votiva de la Santísima Virgen María Reina, oficiando la Eucaristía en portugués, lengua histórica y litúrgica del país, con las oraciones de los fieles (mambae, makasae, bunak, galole, baiqueno, fataluku).
En su homilía, el Pontífice recordó que «en Timor Leste es hermoso, porque hay muchos niños: ustedes son un país joven en el que en cada rincón se siente la vida palpitar, explotar», pero aún más «es un signo, porque hacer espacio a los pequeños, recibirlos, cuidarlos y hacernos, todos, pequeños ante Dios y ante los demás, son precisamente las actitudes que nos abren a la acción del Señor».
“Por eso pidamos juntos en esta Eucaristía”, concluyó el Papa, “poder reflejar en el mundo la luz fuerte y tierna del Dios del amor, de ese Dios que, como rezamos en el Salmo responsorial”.
La Misa concluyó con un recorrido de Francisco en papamóvil en medio de la alegría de la multitud presente que se manifestó con coros de estadio, cantos y diversas manifestaciones de cariño hacia el Sucesor de Pedro.