Vaticano

Papa Francisco: “La confrontación entre generaciones es un engaño”

El domingo 28 de julio tiene lugar la IV Jornada Mundial de los Abuelos y de los Mayores. El tema elegido por el Santo Padre Francisco, “En la vejez no me abandones” (Salmo 71), subraya cómo “la soledad es amarga compañera en la vida de tantos mayores”, y revela  que contraponer las generaciones “es un engaño”.

Francisco Otamendi·28 de julio de 2024·Tiempo de lectura: 6 minutos
Papa Francisco

El Papa saluda a unas personas mayores durante una visita apostólica (CNS photo / Vatican Media)

En el año de preparación al Jubileo, que el Santo Padre ha querido dedicar a la oración, el tema de la IV Jornada Mundial de los Abuelos y de los Mayores está tomado del Salmo 71, la invocación de un anciano que relata su historia de amistad con Dios.

Al valorar los carismas de los abuelos y de los mayores, y su contribución a la vida de la Iglesia, la Jornada quiere fomentar el compromiso de toda la comunidad eclesial en la construcción de vínculos entre generaciones y en la lucha contra la soledad, conscientes de que –como afirma la Escritura–,“no conviene que el hombre esté solo”.

“Con mucha frecuencia la soledad es la amarga compañera de la vida de los que como nosotros son mayores y abuelos. Siendo obispo de Buenos Aires, muchas veces tuve ocasión de visitar residencias de ancianos y me di cuenta de las pocas visitas que recibían esas personas; algunos no veían a sus seres queridos desde hacía muchos meses”, escribe el Pontífice en el Mensaje para la Jornada de julio.

Mirada progresiva hacia los ancianos 

En su Exhortación programática “Evangelii Gaudium”, al reflexionar sobre la cultura del descarte, el Papa mencionaba, entre otros, a los pobres, las personas sin techo, migrantes y refugiados, niños por nacer, y mencionaba también a “los ancianos cada vez más solos y abandonados”.

Luego, en especial a partir de la institución en 2021 de la Jornada Mundial de los Abuelos y de los Ancianos, que se celebra en toda la Iglesia el cuarto domingo de julio, cerca de la conmemoración de San Joaquín y Santa Ana, los abuelos de Jesús, la atención y dedicación del Papa hacia este creciente colectivo social ha ido en progresión ascendente. En parte quizá debido también a la dificultad de Francisco para valerse por sí mismo.

El primer botón de muestra fueron las 18 catequesis sobre la vejez en 2022, con lecciones de humanidad y de antropología cristiana, que ha analizado en Omnes Ramiro Pellitero. Tras la Jornada mundial de 2023, en la primera mitad de este año han tenido lugar cuatro fechas en las que el Papa y la Santa Sede han fijado su atención de modo especial en los mayores y ancianos. Han sido el lanzamiento del Mensaje para la IV Jornada Mundial, centrado en la vejez y en la soledad; el encuentro del Papa con seis mil abuelos y nietos en el Aula Pablo VI y su presentación, el Mensaje al simposio sobre cuidados paliativos organizado por la Conferencia Episcopal de Canadá junto a la Academia Pontificia para la Vida, y ahora la cercana Jornada del 28 de julio.

Los textos han sido complementarios y centrados en la necesidad de estar juntos, como familia, sin excluir a nadie, con amor, en una sociedad llena de especialistas en hacer muchas cosas, pero egoísta, individualista, que lo único que alcanza es “el empobrecimiento de la humanidad”. El mundo actual estimula a la gente a no depender de los demás, a creer en sí mismos nada más, viviendo como islas, dijo el Papa, unas actitudes que sólo crean mucha soledad.

Una vez conocido el tema de la Jornada de julio, el Prefecto del Dicasterio para los Laicos, la Familia y la Vida, cardenal Kevin Farrell, declaró: “Agradezco profundamente al Santo Padre que haya elegido como tema de la IV Jornada Mundial de los Abuelos y de los Mayores el versículo del Salmo 71: ‘En la vejez no me abandones’. Es la ‘oración de un anciano’, que nos recuerda que la soledad es una realidad desgraciadamente extendida que aflige a muchos ancianos, a menudo víctimas de la cultura del descarte y considerados una carga para la sociedad”.

Algunos rasgos del Mensaje

“Dios nunca abandona a sus hijos. Ni siquiera cuando la edad avanza y las fuerzas flaquean, cuando aparecen las canas y el estatus social decae, cuando la vida se vuelve menos productiva y corre el peligro de parecernos inútil. Él no se fija en las apariencias y no desdeña elegir a aquellos que para muchos resultan irrelevantes. No descarta ninguna piedra, al contrario, las más ‘viejas’ son la base segura sobre las que se pueden apoyar las piedras “nuevas” para construir todas juntas el edificio espiritual”. Así comienza el mensaje del Papa para la IV Jornada Mundial de Abuelos y Mayores.

En la Biblia, añade el Santo Padre, “hallamos la certeza de la cercanía de Dios en cada etapa de la vida y, al mismo tiempo, encontramos el miedo al abandono, particularmente en la vejez y en el momento del dolor. No se trata de una contradicción. Mirando a nuestro alrededor no nos resulta difícil comprobar cómo esas expresiones reflejan una realidad más que evidente”.

Confrontar ancianos y jóvenes, “idea distorsionada”

Francisco reflexiona de modo especial en su texto en que la sociedad actual “alimenta persistentes conflictos generacionales entre jóvenes y ancianos”. “Hoy en día está muy extendida la creencia de que los ancianos hacen pesar sobre los jóvenes el costo de la asistencia que ellos requieren”. Sin embargo, el Pontífice advierte de que esto “se trata de una percepción distorsionada de la realidad”, porque “la contraposición entre las generaciones es un engaño y un fruto envenenado de la cultura de la confrontación”. El problema, afirma el Pontífice, es que cuando perdemos de vista el valor de cada uno, “las personas se convierten en una mera carga onerosa”. Esta creencia se extiende tanto que los mayores la acaban aceptando “y llegan a considerarse como un peso, deseando ser los primeros en hacerse a un lado”.

En la argumentación, el Papa advierte sobre la trampa del individualismo, impregnado de esa mentalidad de confrontación. Al verse uno mismo ya anciano, “teniendo necesidad de todo”, se encuentra solo, “sin ninguna ayuda, sin tener a alguien con quien poder contar. Es un triste descubrimiento que muchos hacen cuando ya es demasiado tarde”. Frente a la cultura imperante, el Santo Padre propone el ejemplo bíblico de Rut, que se queda junto a su suegra Noemí. Ella “nos enseña que a la súplica ‘¡no me abandones!’ es posible responder ‘¡no te abandonaré!’. Su historia nos permite “recorrer un camino nuevo” e “imaginar un futuro distinto para nuestros ancianos”, informa Paloma López Campos.

Los ancianos, tesoro de la Iglesia

El Papa aprovecha su mensaje para agradecer “a todas esas personas que, aun con muchos sacrificios, han seguido efectivamente el ejemplo de Rut y se están ocupando de un anciano, o sencillamente muestran cada día su cercanía a parientes o conocidos que no tienen a nadie”.

Francisco concluye animando a los católicos a estar cerca de los mayores y a reconocer “el papel insustituible que éstos tienen en la familia, en la sociedad y en la Iglesia”. Además, da su bendición a los “queridos abuelos y mayores, y a cuantos los acompañan”, prometiendo su oración por ellos y pidiendo que también recen por él.

Francisco, con seis mil abuelos y nietos

El precedente inmediato de esta Jornada ha sido el encuentro del Papa con seis mil abuelos y nietos en el Aula Pablo VI, organizado por la Fundación Età Grande (Gran Edad), con el impulso de su presidente, el arzobispo Vincenzo Paglia, presidente de la Pontificia Academia para la Vida. “Abuelos y nietos son dos generaciones extremas que no pueden vivir sin las intermedias. Este es un magisterio que los adultos y los jóvenes deben escuchar”, aseguró Monseñor Paglia en la presentación.

En el encuentro, presentado también por el actor cómico Lino Banfi, el Pontífice subrayó que “el amor nos hace mejores, nos enriquece y nos hace más sabios”. Y lo manifestó “con el deseo de compartir la fe siempre joven que une a todas las generaciones, y que recibí de mi abuela, de quien conocí por primera vez a Jesús”. “De ella escuché la historia de aquella familia en la que estaba el abuelo que, como ya no comía bien en la mesa y se ensuciaba, lo echaron, lo pusieron a comer solo. No era algo agradable, ¡de hecho era muy malo! Así que el nieto se puso unos días con el martillo y los clavos y, cuando papá le preguntó qué estaba haciendo, él respondió: ‘¡Estoy construyendo una mesa para que comas solo cuando seas viejo!’. Esto me enseñó mi abuela, y desde entonces nunca lo he olvidado”.

“Los ancianos ven lejos, porque han vivido tantos años”, señaló el Papa, “y tienen tanto que enseñar: por ejemplo, lo mala que es la guerra. Yo, hace mucho tiempo, aprendí esto de mi abuelo, que había vivido la Primera Guerra Mundial y que, a través de sus historias, me hizo comprender que la guerra es una cosa horrible. Buscad a vuestros abuelos y no los marginéis, por vuestro propio bien: ‘La marginación de los ancianos (…) corrompe todas las estaciones de la vida, no sólo la de la vejez”.

El Papa concluyó: “No es casualidad que fueran dos ancianos, me gusta pensar que dos abuelos, Simeón y Ana, quienes reconocieron a Jesús cuando fue llevado al Templo de Jerusalén por María y José (cfr. Lc2,22-38). Lo acogieron, lo tomaron en sus brazos y comprendieron –sólo ellos comprendieron– lo que sucedía: que Dios estaba allí, presente, y les miraba con los ojos de un niño. Sólo ellos comprendieron, al ver al pequeño Jesús, que había llegado el Mesías, el Salvador que todos esperaban”.

El acto había comenzado una hora y media antes de la llegada del Papa, con el testimonio del denominado “abuelo de Italia”, el actor cómico Lino Banfi, y el cantante Al Bano, junto a monseñor Vincenzo Paglia, quien llamó a Lino Banfi el abuelo de Europa, y éste a su vez “abuelo del mundo” al Papa Francisco.

El autorFrancisco Otamendi

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