El Papa Francisco ha mantenido la audiencia general en la cual se pregunta por el papel de la «Ley» comentando la Carta de San Pablo a los Gálatas: «San Pablo nos ha enseñado que los «hijos de la Promesa» (Gal 4,28), por la fe en Jesucristo, no están bajo el vínculo de la Ley, sino llamados al estilo de vida arduo en la libertad del Evangelio. Pero la Ley existe. Por eso, en la catequesis de hoy nos preguntamos: ¿cuál es, según la Carta a los Gálatas, el papel de la Ley? En el pasaje que hemos escuchado, Pablo sostiene que la Ley ha sido como un pedagogo. Es una bonita imagen, que merece ser comprendida en su auténtico significado».
«El apóstol», dice el Papa, «parece sugerir a los cristianos dividir la historia de la salvación, y también su historia personal, en dos momentos: antes de haberse hecho creyentes y después de haber recibido la fe. En el centro se pone el evento de la muerte y resurrección de Jesús, que Pablo predicó para suscitar la fe en el Hijo de Dios, fuente de salvación. Por tanto, a partir de la fe en Cristo hay un “antes” y un “después” respecto a la misma Ley. La historia precedente está determinada por el estar “bajo la Ley”; la sucesiva va vivida siguiendo al Espíritu Santo (cfr Gal 5,25). Es la primera vez que Pablo utiliza esta expresión: estar “bajo la Ley”. El significado subyacente conlleva la idea de un sometimiento negativo, típico de losesclavos. El Apóstol lo explicita diciendo que cuando uno está “bajo la Ley” se está como “vigilado” o “cerrado”, una especie de custodia preventiva. Este tiempo, dice San Pablo, ha durado mucho, y se perpetúa hasta que se vive en el pecado».
«La relación entre la Ley y el pecado será expuesta de forma más sistemática por el apóstol en su Carta a los Romanos, escrita pocos años después de la de los gálatas. En síntesis, la Ley lleva a definir la trasgresión y hacer a las personas conscientes del propio pecado. Es más, como enseña la experiencia común, el precepto termina por estimular la trasgresión. Escribe así en la carta a los Romanos: «Porque, cuando estábamos en la carne, las pasiones pecaminosas, excitadas por la Ley, obraban en nuestros miembros, a fin de que produjéramos frutos de muerte. Mas, al presente, hemos quedado emancipados de la ley» (7,5-6). De forma lapidaria, Pablo fija su visión de la Ley: «El aguijón de la muerte es el pecado; y la fuerza del pecado, la Ley» (1 Cor 15,56)».
«En este contexto», continua Francisco, «adquiere su sentido pleno la referencia al rol pedagógico desarrollado por la Ley. En el sistema escolar de la antigüedad el pedagogo no tenía la función que hoy nosotros le atribuimos, es decir la de sostener la educación de un chico o una chica. En esa época se trataba de un esclavo que tenía el encargo de acompañar al hijo del amo cuando iba donde el maestro y después acompañarlo de nuevo a casa. Así tenía que protegerlo de los peligros y vigilarlo para que no asumiera comportamientos inadecuados. Su función era más bien disciplinaria. Cuando el joven se convertía en adulto, el pedagogo cesaba sus funciones».
«Referirse a la Ley en estos términos permite a San Pablo aclarar el papel que esta jugó en la historia de Israel. La Torah había sido un acto de magnanimidad por parte de Dios con su pueblo. Ciertamente había tenido funciones restrictivas, pero al mismo tiempo había protegido a su pueblo, lo había educado, disciplinado y sostenido en su debilidad. Es por esto que el apóstol se detiene sucesivamente al describir la fase de la minoría de edad: «Mientras el heredero es menor de edad, en nada se diferencia de un esclavo, con ser dueño de todo; sino que está bajo tutores y administradores hasta el tiempo fijado por el padre. De igual manera, también nosotros, cuando éramos menores de edad, vivíamos como esclavos bajo los elementos del mundo» (Gal 4,1-3). En resumen, la convicción del apóstol es que la Ley posee ciertamente su propia función positiva, pero limitada en el tiempo. No se puede extender su duración más allá de toda medida, porque está unida a la maduración de las personas y a su elección de libertad. Una vez que se alcanza la fe, la Ley agota su valor propedéutico y debe ceder el paso a otra autoridad».
Para concluir, el Papa Francisco ha subrayado que «esta enseñanza sobre el valor de la ley es muy importante y merece ser considerada con atención para no caer en equívocos y realizar pasos en falso. Nos hará bien preguntarnos si aún vivimos en la época en que necesitamos la Ley, o si en cambio somos conscientes de haber recibido la gracia de habernos convertido en hijos de Dios para vivir en el amor».