En la sexta sesión del ciclo de catequesis sobre “los vicios y las virtudes”, el Papa Francisco ha meditado en el Aula Pablo VI, en la Audiencia de este 31 de enero, fiesta de san Juan Bosco, sobre la ira, un vicio “visible”, “difícil de ocultar”, “capaz de quitar el sueño”, y que “no se aquieta con el tiempo”.
La ira transforma nuestro semblante y pone nuestro cuerpo en agitación, y desarrolla en nosotros “la percepción negativa del otro”, ha manifestado el Pontífice en su meditación, en la que ha ofrecido dos recetas contra la ira.
En primer lugar, “que no lleguemos a la noche sin haber buscado una reconciliación, con el fin de cortar de raíz esta espiral demoníaca”. Y la segunda, “llevar a la oración el compromiso de perdonar a los demás, como Dios hace con nosotros”.
Santa indignación de Jesús, celo por el bien
Existe además “una santa ira”, ha recordado el Papa, “de la que también nos habla el Evangelio, que nace de nuestro ser. Ésta no nos permite permanecer indiferentes ante la injusticia”. Los antiguos eran muy conscientes de que “hay una parte irascible en nosotros que no puede ni debe negarse. (..). No somos responsables de la ira en su surgimiento, sino siempre en su desarrollo, y a veces es bueno que la ira se desahogue de manera adecuada”.
Si una persona no se enfada nunca, si no se indigna ante la injusticia, si no siente algo que le estremece las entrañas ante la opresión de un débil, entonces significa que no es humana, y mucho menos es cristiana, ha señalado Francisco. Existe una santa indignación, que no es ira. Jesús conoció varias veces en su vida la santa indignación, nunca respondió al mal con el mal, pero en su alma experimentó este sentimiento, y en el caso de los mercaderes en el tempo, realizó una acción fuerte y profética, dictada no por el ira sino por el celo por la casa del Señor.
Nos corresponde a nosotros, con la ayuda del Espíritu Santo, encontrar la justa medida de las pasiones, educarlas bien, para que vuelvan hacia el bien, y no hacia el mal, ha subrayado el Santo Padre.
“Pidamos al Señor ser conscientes de nuestra debilidad frente a la ira, de modo que cuando surja, podamos encauzarla positivamente, para que ésta no nos domine, sino que la transformemos en un santo celo por el bien”, ha señalado en este punto a los peregrinos de lengua española.
En el origen de las guerras y de la violencia
Francisco ha animado en la Audiencia a practicar el arte del perdón. Lo que contrarresta la ira es la benevolencia, la mansedumbre, la paciencia. La ira es un vicio terrible que está en el origen de las guerras y de la violencia.
En esta línea, el Papa ha recordado que mañana en Italia se celebra la Jornada nacional de las víctimas civiles de guerras. Al recuerdo de los caídos en las dos guerras mundiales, se suman “las muchas, demasiadas, víctimas indefensas de las guerras, que lamentablemente todavía ensangrientan nuestro planeta, como Oriente Medio, Ucrania. Que su grito de dolor llegue al corazón de los responsables de las naciones, y suscite proyectos de paz”.
Las historias de las guerras en estos días denotan “tanta crueldad”, ha lamentado Francisco. “La paz es mansa, no es cruel”.
Sacerdotes en Universidad de la Santa Cruz, fiesta de san Juan Bosco
Antes de dar la bendición, el Papa ha dado la bienvenida en italiano a los fieles presentes en la Aula, más de seis mil, y ha particularizado en los sacerdotes que participan en un curso de formaciòn promovido por la Pontificia Universidad de la Santa Cruz, en los peregrinos de la parroquia del Divino Cristo obrero de Ancona, y alumnos de diversos centros y bandas musicales.
Como siempre, su pensamiento se ha dirigido a los jóvenes, en la memoria de san Juan Bosco, a quien citó al dirigirse a peregrinos de diversos idiomas, a los enfermos, a los ancianos y a los recién casados.