El Cuerpo Diplomático acreditado ante la Santa Sede ha mantenido su tradicional audiencia con el Papa Francisco.
Además de felicitar el nuevo año, el Pontífice ha resaltado el aumento de la “familia diplomática”. A este respecto, ha celebrado las nuevas relaciones diplomáticas con el Sultanato de Omán, el nombramiento del Representante Pontificio Residente en Hanói y el Acuerdo Suplementario con Kazajistán.
Francisco también ha hecho mención de los aniversarios especiales que hubo durante el 2023, como “el centenario de las relaciones diplomáticas con la República de Panamá, el setenta aniversario de las relaciones con la República Islámica de Irán, el sesenta de las establecidas con la República de Corea y el cincuenta de relaciones con Australia”.
Los «pedazos» de una III Guerra Mundial
El Papa ha comenzado su discurso centrando la mirada en el tema que ha recorrido sus palabras: la paz. Una paz que es “en primer lugar, un don de Dios” y “al mismo tiempo es nuestra responsabilidad”. En esta tarea se incluye también el papel de la Santa Sede, que debe “en el seno de la comunidad internacional, ser una voz profética y una llamada a la conciencia”. Francisco ha aludido, una vez más, a esa tercera guerra mundial a pedazos que, a juicio del pontífice, asola nuestro mundo.
Entre estos pedazos que ocupan la cabeza y el corazón del Papa, Francisco ha recordado lo que está sucediendo en Israel y Palestina y ha querido condenar el atentado terrorista del 7 de octubre y ”cualquier forma de terrorismo y extremismo”. El Papa ha reiterado su “llamamiento a todas las partes implicadas para que acuerden un alto el fuego sobre todos los frentes, incluso en el Líbano, y para la inmediata liberación de todos los rehenes en Gaza. Pido que la población palestina reciba las ayudas humanitarias y que los hospitales, las escuelas y los lugares de culto cuenten con toda la protección necesaria”
Asimismo, ha pedido a la “Comunidad internacional promueva con determinación la solución de dos Estados, uno israelí y uno palestino, así como también un estatuto especial internacionalmente garantizado para la Ciudad de Jerusalén, de modo que israelíes y palestinos puedan por fin vivir en paz y con seguridad”.
Este conflicto se suma a la inestabilidad de una zona cargada de tensiones, como ha subrayado el Papa, que no ha olvidado en su discurso “al pueblo sirio, que vive en la inestabilidad económica y política, agravada por el terremoto del pasado mes de febrero”, así como “la situación social y económica en la que está sumida el querido pueblo libanés”.
Frente a los representantes internacionales, el Papa ha recordado el conflicto que asola, año tras año a la comunidad rohinyá de Myanmar.
También el conflicto entre Ucrania y Rusia, que se acerca a su tercer año, ha tenido cabida en las palabras del Papa ante el que ha subrayado que “no se puede dejar que se prolongue un conflicto que se va gangrenando cada vez más, en perjuicio de millones de personas”.
La tensa situación en el Cáucaso meridional entre Armenia y Azerbaiyán, también ha formado parte del discurso del Santo Padre.
Francisco ha recordado “la dramática situación humanitaria de los habitantes de aquella región”, y ha hecho un “llamamiento a favorecer el regreso de los desplazados a sus hogares de forma legal y segura, así como respetar los lugares de culto de las distintas confesiones religiosas presentes en la zona”.
Los conflictos que se desarrollan en el continente africano son una de las llamadas constantes del Papa, materializada, de hecho, en sus viajes a este continente. Así, el Papa ha querido traer a la memoria “el sufrimiento de millones de personas debido a las múltiples crisis humanitarias que afectan a varios países sub-saharianos, a causa del terrorismo internacional, de los complejos problemas socio-políticos, y de los efectos devastadores del cambio climático, a los que se añaden las consecuencias de los golpes de estado militares acecidos en algunos países y de determinados procesos electorales caracterizados por la corrupción, la intimidación y la violencia”.
Entre estos conflictos, Francisco ha hecho referencia a las violencias que agobian a Etiopía así como las situaciones de los desplazados en Camerún, Mozambique, República Democrática del Congo y Sudán del Sur.
Por último, el Papa ha posado su mirada a su continente de origen, América del Sur, destacando las fuertes tensiones entre algunos países, por ejemplo entre Venezuela y Guayana y su preocupación por “la situación de Nicaragua; es una crisis que se prolonga desde hace tiempo con dolorosas consecuencias para toda la sociedad nicaragüense, en particular para la Iglesia católica”.
Inmoralidad de las armas nucleares
El Papa ha querido resaltar que “las guerras modernas ya no se desarrollan sólo en los campos de batalla delimitados y como ya no parece observarse una distinción entre los objetivos militares y civiles”. En este sentido, ha querido destacar cómo “las violaciones graves del derecho internacional humanitario son crímenes de guerra, y que no es suficiente con evidenciarlos, sino es necesario prevenirlos”.
Francisco ha hecho una particular denuncia a la enorme cantidad de dinero que los estados destinan a armamento, y en especial ha querido reiterar “una vez más la inmoralidad de fabricar y poseer armas nucleares”.
Además de esto, ha hecho una fuerte llamada a “extirpar de raíz las causas de las guerras, la primera de todas es el hambre y también las catástrofes naturales y ambientales”.
Tal y como ha venido haciendo en los últimos años, el drama migratorio ha tenido también cabida en el discurso del Papa ante el cuerpo diplomático. Recordando su reciente viaje a Marsella, el Papa ha señalado el olvido de estas personas por parte de muchos y ha subrayado la necesidad de que “la migración tenga que ser reglamentada para acoger, promover, acompañar e integrar a los migrantes, en el respeto a la cultura, la sensibilidad y la seguridad de las poblaciones que se encargan de la acogida y la integración.
Por otra parte, también es necesario recordar el derecho a poder permanecer en la propia patria y la consiguiente necesidad de crear las condiciones para que ese derecho se pueda realmente poner en práctica”.
Llamada a prohibir la maternidad subrogada
Quizás uno de los temas más novedosos que ha entrado en la agenda del Papa ante el Cuerpo Diplomático acreditado ante la Santa Sede ha sido la llamada del Santo Padre a la prohibición de la práctica de la “llamada maternidad subrogada, que ofende gravemente la dignidad de la mujer y del niño; y se basa en la explotación de la situación de necesidad material de la madre”.
En este sentido, el Papa ha hecho un “llamamiento para que la Comunidad internacional se comprometa a prohibir universalmente esta práctica. En cada momento de su existencia, la vida humana debe ser preservada y tutelada, aunque constato, con pesar, especialmente en Occidente, la persistente difusión de una cultura de la muerte que, en nombre de una falsa compasión, descarta a los niños, los ancianos y los enfermos”.
Todo ello forma parte de lo que el Papa ha calificado como “colonizaciones ideológicas provocan heridas y divisiones entre los Estados, en lugar de favorecer la construcción de la paz”.
Diálogo para la paz
La última parte del discurso del Papa ha estado centrada en los esfuerzos necesarios para lograr esta paz. Esfuerzos que pasan, en primer lugar, por fortalecer las estructuras de la diplomacia multilateral que surgieron tras la Segunda Guerra Mundial, actualmente debilitadas a través de la recuperación de “ las raíces, el espíritu y los valores que dieron origen a esos organismos, teniendo en cuenta al mismo tiempo el nuevo contexto y prestando la debida atención a quienes no se sienten adecuadamente representados por las estructuras de las Organizaciones internacionales”.
“El camino hacia la paz pasa por el diálogo político y social, pues es la base de la convivencia civil en una comunidad política moderna” ha querido destacar el Santo Padre que ha sumado a este ámbito del diálogo el del “diálogo interreligioso, que exige ante todo la protección de la libertad religiosa y el respeto de las minorías. Nos duele, por ejemplo, constatar que cada vez más países adoptan modelos de control centralizado de la libertad religiosa, con el uso masivo de la tecnología. En otros lugares, las comunidades religiosas minoritarias se encuentran a menudo en una situación cada vez más dramática. En algunos casos corren peligro de extinción, debido a una combinación de acciones terroristas, atentados contra el patrimonio cultural y medidas más solapadas, como la proliferación de leyes anticonversión, la manipulación de las normas electorales y las restricciones financieras”.
También la Inteligencia artificial y el progreso tecnológico se perfilan como agentes necesarios en este diálogo para la paz siempre que preserve “la centralidad de la persona humana, cuya contribución no puede ser ni será nunca sustituida por un algoritmo o una máquina”.
Camino al Jubileo 2025
El Papa ha cerrado su discurso haciendo referencia al próximo jubileo 2025. “Quizá hoy más que nunca necesitemos el año jubilar” ha afirmado el pontífice, “el Jubileo es el anuncio de que Dios nunca abandona a su pueblo”.
Haciendo referencia a Isaías, Francisco ha manifestado su deseo de que el futuro año jubilar sea para todos “ el tiempo en que se rompan las espadas y de ellas se hagan los arados; el tiempo en que una nación ya no levante la espada contra otra, ni se aprenda el arte de la guerra”