Vaticano

El Papa consagra la vida de todos y la Iglesia a la Reina de la Paz

En el marco de un solemne Santo Rosario, en sus misterios dolorosos, el Papa Francisco ha entregado y consagrado este anochecer, en la Basílica de San Pedro, su vida y la de todos, y la Iglesia, a la Reina de la paz, la Virgen María. El Santo Padre ha rogado su intercesión “por nuestro mundo en peligro y en confusión”, ante los países y regiones en guerra.

Francisco Otamendi·28 de octubre de 2023·Tiempo de lectura: 3 minutos

El Papa en la vigilia de oración del 27 de octubre ©OSV

Acompañado por los fieles que llenaban San Pedro, cardenales, obispos, sacerdotes y religiosos, y tantos laicos, muchos de ellos familias, y con el Ave María resonando entre misterio y misterio doloroso del Rosario, y la Salve al final, el Papa Francisco ha rogado intensamente este anochecer romano por la paz en el mundo a la Reina de la Paz.

El rezo del Rosario, con sus misterios dolorosos y las letanías cantadas, ha ocupado la mayor parte de esta Oración por la Paz, que ha presidido el Romano Pontífice, con tono especialmente solemne, que ha recordado a las consagraciones que ha realizado por la paz en Ucrania. Ahora también ante el grave conflicto de la guerra en Tierra Santa, y en otros lugares del mundo, unidos al Papa.

A continuación han tenido lugar la Exposición y Adoración del Santísimo Sacramento, las peticiones de los fieles. y finalmente la Bendición.

“María, míranos, Madre”

“María, míranos. Estamos aquí ante ti. Tú eres Madre, conoces nuestros cansancios y nuestras heridas. Tú, Reina de la paz, sufres con nosotros y por nosotros, al ver a tantos de tus hijos abatidos por los conflictos, angustiados por las guerras que desgarran el mundo”. Así ha comenzado el Santo Padre su discurso en la Oración por la Paz

El Papa ha apelado a la Virgen como Madre en varias ocasiones, Madre de Dios y Madre nuestra. Por ejemplo, cuando ha manifestado: “Madre, solos no podemos lograrlo, sin tu Hijo no podemos hacer nada. Pero tú nos llevas a Jesús, que es nuestra paz. Por eso, Madre de Dios y Madre nuestra, nosotros recurrimos a ti, buscamos refugio en tu Corazón inmaculado. Imploramos misericordia, Madre de misericordia; suplicamos paz, Reina de la paz”.

Luego, ha rezado: “Ahora, Madre, toma una vez más la iniciativa en favor nuestro, en estos tiempos azotados por los conflictos y devastados por las armas. Vuelve tus ojos misericordiosos a la familia humana que ha extraviado el camino de la paz, que ha preferido Caín a Abel y que, perdiendo el sentido de la fraternidad, no recupera el calor del hogar. Intercede por nuestro mundo en peligro y en confusión”.

“Enséñanos a acoger y a cuidar la vida —¡toda vida humana!— y a repudiar la locura de la guerra, que siembra muerte y elimina el futuro”, ha añadido el Papa. “En esta hora de oscuridad, nos sumergimos en tus ojos luminosos y nos confiamos a tu corazón, que es sensible a nuestros problemas y que tampoco estuvo exento de inquietudes y temores”.

“Guíanos a la conversión y a la unidad”

“María, muchas veces has venido a nuestro encuentro, pidiéndonos oración y penitencia”, ha continuado el Papa. “Nosotros, sin embargo, ocupados en nuestros asuntos y distraídos por tantos intereses mundanos, hemos permanecido sordos a tus llamadas. Pero tú, que nos amas, no te cansas de nosotros, Madre. Tómanos de la mano, guíanos a la conversión, haz que volvamos a poner a Dios en el centro. Ayúdanos a mantener la unidad en la Iglesia y a ser artífices de comunión en el mundo”.

Recuérdanos la importancia de nuestro papel, ha agregado el Papa; “haz que nos sintamos responsables por la paz, llamados a rezar y a adorar, a interceder y a reparar por todo el género humano”.

Te consagramos nuestras vidas, la Iglesia”

Más adelante, Francisco ha pedido a la Virgen María que ahuyente los odios, que avive la esperanza, y le ha entregado todo lo que somos: “Mueve los corazones de quienes están atrapados por el odio, convierte a quienes alimentan y fomentan conflictos. Enjuga las lágrimas de los niños, asiste a los que están solos y son ancianos, sostiene a los heridos y a los enfermos, protege a quienes tuvieron que dejar su tierra y sus seres queridos, consuela a los desanimados, reaviva la esperanza”.

“Te entregamos y consagramos nuestras vidas, cada fibra de nuestro ser, lo que tenemos y lo que somos, para siempre”, ha rezado el Pontífice. “Te consagramos la Iglesia para que, testimoniando al mundo el amor de Jesús, sea signo de concordia e instrumento de paz. Te consagramos nuestro mundo, especialmente los países y las regiones en guerra”.

Al terminar su meditación, el Papa ha llamado a la Virgen María “aurora de la salvación”, “morada del Espíritu Santo”, “Señora de todos los pueblos”, y le ha pedido: “reconcilia a tus hijos, seducidos por el mal, cegados por el poder y el odio. Tú, que tienes compasión de todos, enséñanos a hacernos cargo de los demás. Tú, que revelas la ternura del Señor, haznos testigos de su consolación. Madre, Tú, Reina de la paz, derrama en los corazones la armonía de Dios. Amén”.

El autorFrancisco Otamendi

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