El Papa Francisco ha estado hoy en el aula Pablo VI con fieles de todo el mundo que han asistido a la audiencia general, muchos de ellos también se han despedido del Papa emérito Benedicto XVI.
El Santo Padre ha comenzado la audiencia mencionando a Benedicto XVI, cuyo “pensamiento agudo y educado no era autorreferencial, sino eclesial, porque siempre quiso acompañarnos al encuentro con Jesús. Jesús, el Crucificado resucitado, el Viviente y el Señor, fue la meta a la que nos condujo el Papa Benedicto, llevándonos de la mano”.
Darse a conocer
Con la predicación en la audiencia de hoy el Papa concluye la catequesis sobre el discernimiento, que se lleva sucediendo desde el mes de agosto. Para cerrar este ciclo, Francisco ha remitido al “acompañamiento espiritual, importante en primer lugar para el conocimiento de uno mismo, que hemos visto que es una condición indispensable para el discernimiento”.
En el acompañamiento espiritual, ha dicho el Papa, “es importante, en primer lugar, darnos a conocer, sin tener miedo a compartir los aspectos más frágiles, en los que nos descubrimos más sensibles, débiles o temerosos de ser juzgados. La fragilidad es, en realidad, nuestra verdadera riqueza, que debemos aprender a respetar y acoger, porque, ofrecida a Dios, nos hace capaces de ternura, de misericordia, de amor. Nos hace humanos”. Esta fragilidad no es tanto algo negativo como parte de la belleza de la naturaleza humana, pues “Dios, para hacernos semejantes a Él, quiso compartir hasta el final nuestra fragilidad”.
El acompañamiento espiritual y el discernimiento
El acompañamiento espiritual es una herramienta necesaria para el discernimiento, porque “si es dócil al Espíritu Santo, ayuda a desenmascarar incluso graves malentendidos en nuestra consideración de nosotros mismos y en nuestra relación con el Señor”. A través de un acompañamiento espiritual que se asemeje a las confidencias de los personajes del Evangelio con Cristo puede encontrarse a Dios. Hay ejemplos de esto en los relatos evangélicos que recuerdan que “las personas que tienen un verdadero encuentro con Jesús no temen abrirle su corazón, presentarle su vulnerabilidad y su insuficiencia. De este modo, su compartir se convierte en una experiencia de salvación, de perdón libremente recibido”.
El Santo Padre asegura que “contar al frente de otra persona lo que hemos vivido o lo que buscamos ayuda, en primer lugar, a aportar claridad en nuestro interior, sacando a la luz los muchos pensamientos que nos habitan y que a menudo nos perturban con sus insistentes estribillos”. A través del acompañamiento, “descubrimos con sorpresa formas distintas de ver las cosas, signos de bondad que siempre han estado presentes en nosotros”.
Con todo, es importante recordar que “quien acompaña no sustituye al Señor, no hace el trabajo en lugar del acompañado, sino que camina a su lado, le anima a leer lo que se mueve en su corazón, el lugar por excelencia donde habla el Señor”.
Las bases del acompañamiento espiritual
El Papa no ha querido olvidar los pilares sobre los que se sostiene el acompañamiento espiritual. Así, dice que “el acompañamiento puede ser fructífero si, por ambas partes, hemos experimentado la filiación y la fraternidad espiritual. Descubrimos que somos hijos de Dios cuando descubrimos que somos hermanos, hijos del mismo Padre. Por eso es indispensable formar parte de una comunidad itinerante. No se acude solo al Señor. Como en el relato evangélico del paralítico, a menudo somos sostenidos y curados gracias a la fe de otra persona”. Cuando no se tienen firmes estas bases, “el acompañamiento puede dar lugar a expectativas irreales, malentendidos y formas de dependencia que dejan a la persona en un estado infantil”.
María, maestra
No solo en Jesús se encuentra un maestro que enseña a vivir el acompañamiento, el Papa resalta la figura de santa María, “maestra de discernimiento: habla poco, escucha mucho y guarda su corazón”. Cuando habla, dice Francisco en la audiencia, lo hace con sabiduría. “En el Evangelio de Juan, hay una frase muy breve pronunciada por María que es una consigna para los cristianos de todos los tiempos: «Hagan lo que Él les diga» (cf. 2,5)”.
Esta sabiduría de la Virgen nace porque “María sabe que el Señor habla al corazón de cada uno, y nos pide que traduzcamos esta palabra en acciones y opciones”. Ella supo encarnar todo ello en su vida, de tal modo que “está presente en los momentos fundamentales de la vida de Jesús, especialmente en la hora suprema de su muerte en la cruz”.
Discernimiento, arte y don
El Papa ha concluido esta última catequesis sobre el discernimiento afirmando que este “es un arte, un arte que se puede aprender y que tiene sus propias reglas. Si se aprende bien, permite vivir la experiencia espiritual de manera cada vez más bella y ordenada. Ante todo, el discernimiento es un don de Dios, que hay que pedir siempre, sin presumir nunca de experto y autosuficiente”.
Es importante tener en cuenta que “la voz del Señor siempre se reconoce, tiene un estilo único, es una voz que apacigua, anima y tranquiliza en las dificultades”. Esta voz es la que a lo largo de toda la Biblia repite un “No temas”. Sabiendo esto, “si confiamos en su palabra, jugaremos bien el juego de la vida, y podremos ayudar a los demás. Como dice el Salmo, su Palabra es lámpara para nuestros pasos y luz en nuestro camino (cf. 119.105)”.