Durante el Ángelus del domingo 30 de junio, el Papa Francisco, basándose en el Evangelio del día, ha destacado el hecho de que Jesús tocara a dos mujeres consideradas impuras según la ley judía.
Cristo, ha dicho el Pontífice, “desafía una concepción religiosa equivocada, según la cual Dios separa a los puros por un lado y a los impuros por otro”. Dios, como Padre nuestro, no realiza tal distinción, “porque todos somos sus hijos, y la impureza no deriva de alimentos, enfermedades y ni siquiera de la muerte, sino que la impureza viene de un corazón impuro”.
Dios no nos mantiene a distancia
Esta es la lección que debemos aprender de este pasaje del Evangelio, ha explicado el Papa. “Frente a los sufrimientos del cuerpo y del espíritu, frente a las heridas del alma, frente a las situaciones que nos abaten e incluso frente al pecado, Dios no nos mantiene a distancia, Dios no se avergüenza de nosotros, Dios no nos juzga”. Lo que el Señor hace, ha indicado Francisco, es acercarse “para dejarse tocar y para tocarnos”, pues así nos salva de la muerte.
Cristo, ha afirmado el Santo Padre, mira a cada cristiano para decirle: “Yo sufrí todas las consecuencias del pecado para salvarte”. Y con esto, el creyente se llena de esperanza.
Ante esto, el Papa ha animado a cada uno a preguntarse: “¿Nosotros creemos que Dios es así? ¿Nos dejamos tocar por el Señor, por su Palabra, por su amor? ¿Entramos en relación con los hermanos ofreciéndoles una mano para levantarse o nos mantenemos a distancia y etiquetamos a las personas en base a nuestros gustos y a nuestras preferencias?”.
Francisco ha concluido su meditación pidiendo que “miremos al corazón de Dios, para que la Iglesia y la sociedad no excluyan, no excluyan a nadie, para que no traten a nadie como ‘impuro’, para que cada uno, con su propia historia, sea acogido y amado sin etiquetas, sin prejuicios, para que sea amado sin adjetivos”.
El Papa, los protomártires y la paz
Tras el rezo del Ángelus, el Papa ha querido saludar “a los niños del Círculo misionero ‘Misyjna Jutrzenka’” de Polonia, y a peregrinos “de California y de Costa Rica”. También ha mencionado “a las monjas Hijas de la Iglesia” y “a los chico de Gonzaga, en Mantova”.
Como es habitual, el Santo Padre ha implorado por la paz, poniendo esta intención en manos del Sagrado Corazón de Jesús. Además, ha recordado a los protomártires romanos y ha indicado que “también nosotros vivimos en tiempos de martirio, aún más que en los primeros siglos”. Ha querido mandar un mensaje de apoyo a todos los cristianos que sufren persecución y violencia por vivir su fe, y ha pedido a todos los católicos que les apoyen y se dejen “inspirar por su testimonio de amor por Cristo”.