La Jornada Mundial de los Pobres, instituida en 2017 por el Santo Padre, es una de las más queridas por el Papa Francisco, por su significación y unidad con una de las líneas magistrales de su pontificado. Una jornada cuya significación ha estado también muy presente en la alocución previa la Ángelus.
Junto a los fieles congregados en a plaza de san Pedro, el Papa ha destacado cómo “lo que realmente importa, muchas veces no coincide con lo que atrae nuestro interés: a menudo, como aquellas personas en el templo, priorizamos las obras de nuestras manos, nuestros logros, nuestras tradiciones religiosas y civiles, nuestros símbolos sagrados y sociales. Estas cosas son importantes, pero pasan” ha querido puntualizar el Papa.
Francisco ha querido apuntar que “la perseverancia: es construir el bien cada día. Perseverar es permanecer constantes en el bien, especialmente cuando la realidad circundante empuja a hacer otra cosa” refiriéndose, como en la homilía de la Misa previa, a esa tentación de dejarnos abatir por unas circunstancias aparentemente adversas.
El Papa ha animado a hacer un breve examen personal de nuestra perseverancia “Preguntémonos: ¿cómo va mi perseverancia? ¿Soy constante, o vivo la fe, la justicia y la caridad según el momento, es decir, si me apetece, rezo, si me conviene, soy justo, servicial y atento, mientras que, si estoy insatisfecho, si nadie me lo agradece, dejo de hacerlo? En resumen, ¿mi oración y mi servicio dependen de las circunstancias o de un corazón firme en el Señor?” y ha concluido su alocución afirmando que “la perseverancia es el reflejo del amor de Dios en el mundo, porque el amor de Dios es fiel, nunca cambia”.