El Papa Francisco ha pronunciado una homilía especial con motivo del domingo de la Palabra de Dios. Dice el Santo Padre que, tras los años de vida oculta, Cristo tiene una urgencia que le impulsa a trasladarse hasta Cafarnaún, “lugar de paso, encrucijada de pueblos y culturas diferentes”.
Esta urgencia “es el anuncio de la Palabra de Dios, que debe ser llevada a todos”. La acción de Jesús señala que “la Palabra es para todos, la Palabra llama a la conversión, la Palabra hace anunciadores”.
La Palabra es para todos
Estudiando la misión de Jesús, el Papa dice: “El Evangelio nos presenta a Jesús siempre en movimiento, en camino hacia los demás. En ninguna ocasión de su vida pública nos da la idea de que sea un maestro estático, un doctor sentado en una cátedra; al contrario, lo vemos como itinerante y peregrino, recorriendo pueblos y aldeas, encontrando rostros e historias. Sus pies son los del mensajero que anuncia la buena nueva del amor de Dios”.
Cristo sale en busca de todos, no teme al encuentro. Él es “la Palabra de Dios, que sana y levanta, no está destinada sólo a los justos de Israel, sino a todos; quiere llegar a los lejanos, quiere sanar a los enfermos, quiere salvar a los pecadores, quiere reunir a las ovejas perdidas y levantar a los que tienen el corazón cansado y agobiado. Jesús, en definitiva, “va más allá” para decirnos que la misericordia de Dios es para todos”.
Esto, dice el Papa, es fundamental para nosotros, pues “nos recuerda que la Palabra es un don dirigido a cada uno y que, por tanto, nunca podemos restringirle el campo de acción, porque ella, más allá de todos nuestros cálculos, brota de manera espontánea, inesperada e imprevisible, en los modos y tiempos que el Espíritu conoce”.
Si Cristo no hizo acepción de personas, sino que vino a salvar a todos, la acción de la Iglesia debe tener la misma dinámica. No podemos “profesar la fe en un Dios de corazón ancho y ser una Iglesia de corazón estrecho; predicar la salvación para todos y hacer impracticable el camino para recibirla; sabernos llamados a llevar el anuncio del Reino y descuidar la Palabra, distrayéndonos en tantas actividades secundarias”.
La Palabra llama a la conversión
Acerca del segundo aspecto sobre la Palabra, la llamada a la conversión, dice Francisco que “la cercanía de Dios no es neutra, su presencia no deja las cosas como están, no preserva la vida tranquila. Al contrario, su Palabra nos sacude, nos inquieta, nos apremia al cambio, a la conversión; nos pone en crisis porque es viva y eficaz, y más cortante que cualquier espada de doble filo”.
Y, al igual que una espada, “la Palabra penetra en la vida, haciéndonos discernir los sentimientos y pensamientos del corazón, es decir, haciéndonos ver cuál es la luz del bien a la que hay que dar cabida y dónde, en cambio, se adensan las tinieblas de los vicios y pecados que hay que combatir. La Palabra, cuando entra en nosotros, transforma nuestro corazón y nuestra mente, nos cambia, nos lleva a orientar nuestra vida hacia el Señor”.
Todo esto, ¿qué implica para quienes escuchan la Palabra? Responde Francisco: “Dios se ha hecho cercano a ti, hazle lugar a su Palabra y cambiarás la perspectiva de tu vida”. Con esto, el Santo Padre también nos invita a poner la vida bajo la Palabra de Dios.
Además, el Papa lanza unas preguntas para que cada uno reflexione: “¿dónde encuentra dirección mi vida? ¿De dónde saca su orientación? ¿De las muchas palabras que oigo o de la Palabra de Dios que me guía y purifica? Y, ¿cuáles son los aspectos en mí que requieren cambio y conversión?”
La Palabra hace anunciadores
El último aspecto en el que se ha centrado el Papa durante la homilía es en el hecho de que la Palabra hace anunciadores. “En efecto, Jesús pasó por la orilla del mar de Galilea y llamó a Simón y Andrés, dos hermanos que eran pescadores. Los invitó con su Palabra a seguirlo, diciéndoles que los haría pescadores de hombres”. Estos hermanos, que “para la navegación y la pesca habían aprendido a alejarse de la orilla y a echar las redes mar adentro, del mismo modo se convertirán en apóstoles capaces de navegar por el mar abierto del mundo, de salir al encuentro de sus hermanos y de proclamar la alegría del Evangelio”.
En esta idea se encuentra encerrado el dinamismo de la Palabra, que “nos atrae hacia la red del amor del Padre y nos convierte en apóstoles que sienten el deseo irreprimible de hacer subir a la barca del Reino a todos los que encuentran”.
Francisco advierte que “también hoy a nosotros se dirige la invitación a ser pescadores de hombres. Sintámonos llamados por Jesús mismo a anunciar su Palabra, a testimoniarla en las situaciones de cada día, a vivirla en la justicia y la caridad, a darle carne acariciando la carne de los que sufren. Esa es nuestra misión, convertirnos en buscadores del que está perdido, de quien se siente oprimido y desanimado, no para llevarles a nosotros mismos, sino el consuelo de la Palabra, el anuncio impetuoso de Dios que transforma la vida”.
El Papa concluye la homilía agradeciendo a todas las personas que se dedican a predicar o estudiar la Palabra de Dios, y espera que este anuncio se convierta en “consuelo y recompensa” para todos.