Vaticano

La actualidad de Pacem in Terris 60 años después

La Pacem in Terris, firmada por Juan XXIII, no se dirige únicamente a los cristianos, sino a todos los hombres de buena voluntad.

Antonino Piccione·22 de septiembre de 2023·Tiempo de lectura: 3 minutos
pacem in terris

Foto: Un militar ucraniano en la región ucraniana de Donetsk ©OSV News/Oleksandr Ratushniak, Reuters

Texto que marca un punto de inflexión en el magisterio sobre la doctrina de la «guerra justa», la Pacem in Terris, firmada por Juan XXIII hace sesenta años ante las cámaras de televisión de la RAI (11 de abril de 1963), está en el origen de otro salto cualitativo, el que se produce hacia las demás religiones.

La diferencia entre esa encíclica y todas las precedentes es que no se dirige únicamente a los cristianos, sino a todos los hombres de buena voluntad, pues la cuestión de la paz no puede resolverse si no hay concordia entre los hermanos o, peor aún, si prevalece la desconfianza, cuando no la hostilidad, entre las naciones y los pueblos.

La carta encíclica Pacem in terris destaca, por tanto, en el panorama del magisterio pontificio del siglo XX y sigue siendo un punto de referencia dentro y fuera de las fronteras eclesiales.

En un mensaje enviado al Cardenal Peter Turkson, Canciller de la Pontificia Academia de Ciencias Sociales, y a los participantes en la Conferencia Internacional conmemorativa del 60 aniversario de Pacem in Terris, sobre el tema «La guerra y otros obstáculos para la paz», que se ha desarrollado estos días en la Casina Pio IV del Vaticano,

El Papa Francisco afirma que «el momento actual guarda un inquietante parecido con el período inmediatamente anterior a la Pacem in Terris» y la crisis de los misiles cubanos que llevó al mundo al borde de la «destrucción nuclear generalizada» en octubre de 1962. Y añadió: «La labor de las Naciones Unidas y las organizaciones afines para sensibilizar a la opinión pública y promover medidas reguladoras adecuadas sigue siendo crucial».

El cardenal Peter Turkson, canciller de la Pontificia Academia de Ciencias Sociales, al que ha tenido acceso Vatican News, explica que la Pacem in Terris de San Juan XXIII es un «testamento para la humanidad», y que también en el magisterio del Papa Francisco «hay una invitación a la humanidad a considerar que sin el respeto de la dignidad de las personas, de su libertad, del amor y de la confianza, no se puede cultivar una cultura de paz».

El cardenal ghanés recuerda que mientras el Papa Roncalli pedía la prohibición del uso de armas nucleares, Bergoglio «considera inmoral incluso la mera fabricación y posesión de artefactos atómicos». Así pues, ya no se habla de un «equilibrio entre misiles, sino de un cambio de corazón».

En el trasfondo, prosigue Francisco en su mensaje, «los problemas éticos cada vez más urgentes que plantea el uso en la guerra contemporánea de las llamadas ‘armas convencionales’, que sólo deberían utilizarse con fines defensivos y no dirigirse contra objetivos civiles».

Se espera que la Conferencia, «además de analizar las actuales amenazas militares y tecnológicas a la paz, incluya una disciplinada reflexión ética sobre los graves riesgos asociados a la continua posesión de armas nucleares, la urgente necesidad de un renovado progreso en el desarme y el desarrollo de iniciativas de construcción de la paz».

Turkson recuerda la pertinencia de la encíclica: «Rusia teme que la Ucrania prooccidental permita a la OTAN llevar misiles a su frontera. El mismo temor que tuvo Kennedy hace 60 años con Cuba». La inmoralidad de las armas de destrucción debe ser contrarrestada por la autoridad moral, la imparcialidad y la diplomacia del Pontífice y de la Santa Sede: «Cuando hay conflictos entre naciones», subraya Turkson, «no se elige un bando, sino que se les considera como dos hijos en guerra».

Una mediación que ha tenido éxito entre Argentina y Chile, o incluso entre España y Alemania por el archipiélago canario. Incluso la actual misión del cardenal Matteo Zuppi en Ucrania, Rusia, Estados Unidos y China está vinculada a este deseo de fomentar una paz que consista en el respeto del derecho a la vida humana y de todos los demás derechos humanos».

Juan Pablo II ya quiso recordar la importancia de la Pacem in Terris dedicándole una Jornada Mundial de la Paz en 2003, cuadragésimo aniversario de la encíclica, en cuyo título asoció la idea de un compromiso permanente que brota de ella. La encíclica muestra cómo Juan XXIII «era una persona que no tenía miedo al futuro»; de él emana un sentido de «confianza en los hombres y mujeres» de nuestro tiempo como condición para «construir un mundo de paz en la tierra».

Se capta así la perspectiva indicada por la Pacem in terris, que, si bien no deja de enseñar cómo las relaciones entre las personas, las comunidades y las naciones deben basarse en los principios de verdad, justicia, amor y libertad, recuerda que son las personas las que crean las condiciones para alcanzar la paz, es decir, todos los hombres de buena voluntad.

El diálogo abierto y la colaboración sin barreras se convierten en el tema y el estilo no sólo de la búsqueda de la paz, sino ante todas las formas de convivencia. En este sentido, la encíclica introduce una distinción, que suscitó cierto descontento en su momento, al situar, junto a la distinción entre error y errado, la existente entre ideologías y movimientos socio-históricos. Como si quisiera decir que el encuentro y el diálogo no pueden encontrar preclusión ante el ser humano, sea quien sea y esté donde esté.

El autorAntonino Piccione

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