Pablo Ginés, además de ser periodista, es profundamente tolkieniano. Pertenece a la Sociedad Tolkien Española (STE) desde 1992, un año después de su fundación, y ha sido su presidente durante dos años. Este año, ha fundado junto con otros tres compañeros la Asociación Tolkien Católica, una sociedad que, además de realizar actividades en torno a la figura y obra de Tolkien, busca anunciar el Evangelio.
¿Qué es la Asociación Tolkien Católica?
La ATC surge en parte de miembros de la Sociedad Tolkien Española (STE), yo pertenezco a ambas. La STE, la “civil”, por decirlo así, nació en 1991. Yo me apunté en el 92 y organicé el grupo de Barcelona. Luego, fui presidente durante un par de años, en esa época había entre 150-180 socios. Ahora hay más de 1000, que representan toda la sociedad española: hay católicos, ateos, de izquierda, de derecha… de todo. Hay que gestionar esa pluralidad de forma que todo el mundo encuentre su nicho y que no haya conflictos internos.
A partir de cierto momento unos cuantos católicos de la STE y otros que no pertenecen a ella, pero son tolkienianos, pensamos que se necesitaba una asociación de Tolkien que fuera específicamente católica. La Asociación Tolkien Católica (ATC) es evangelizadora, busca anunciar a Jesucristo como Señor, e incluye oración, aunque sea un padrenuestro al empezar la reunión. También incluye un cierto nivel de comunidad, es decir, su objetivo es evangelizar sobre todo con la cultura, pero también por la amistad. Creemos que la amistad es un arma muy poderosa en una época de adicción a las pantallas y soledad, y que puede ser muy bueno para muchos jóvenes y adolescentes. Pero, dentro de la amistad, tiene que haber un momento en que puedas decir “Jesús”.
Habrá una cierta formación, pero no catequesis, no somos un itinerario. Al anunciarlo, la mitad de las personas que nos escribieron interesadas eran de Hispanoamérica, y ya se ha organizado una ATC en Perú.
Entre los tolkienianos se puede vivir la vía de la amistad, pero también otras cosas de fantasía, literatura y arte. La gente creativa atrae a otra gente creativa. Y hay que cumplir aquello de “mirar cómo se aman”. La Compañía del Anillo necesita enanos, hobbits y elfos, y, aunque haya gente muy diferente, tenemos que aceptarnos unos a otros.
¿Se puede pertenecer a las dos sociedades?
Sí, de hecho animamos a todo el mundo a que siga en la Sociedad Tolkien Española y pertenezca a las dos.
¿Dónde se están formando grupos, además de en Perú?
Parece que habrá grupos, antes de que acabe el año, en Madrid, Barcelona, Valencia, Zaragoza y quizá Alicante, Murcia, Sevilla, Burgos. Más adelante, puede que en el Puerto de Santa María, Cádiz, zona que está ligada a Tolkien por el padre Morgan, el tío Curro, su tutor cuando quedó huérfano.
¿Qué novedades se publicarán por el 50 aniversario de la muerte de Tolkien?
Por ejemplo, la versión ampliada de “Las cartas” de Tolkien, que incluye 50 cartas nuevas. En Inglaterra salen en noviembre, en español todavía no está anunciado. No son cartas secretas que hayan encontrado ahora, esas 50 cartas las tenía Carpenter, que es el autor de la biografía, cuando hizo la selección para la edición de 1981 junto con Christopher Tolkien. Pero como el libro se alargaba demasiado, decidieron quitar cincuenta. La pregunta es, de estas 50 que han dejado fuera, cuántas tratan de tema religioso y cuántas de temas literarios y otros. Y eso no lo sabemos, pero sospechamos, yo y otros cristianos, que dejaron fuera bastante material religioso.
Hay que tener en cuenta que dependemos de Carpenter. Yo me compré “Las cartas” en inglés cuando tenía unos 16 añitos. Me las leí con mi inglés de entonces, que no era muy bueno, y con apasionamiento. Leer a Tolkien es complicado, y más en las cartas, porque una idea le lleva a otra y se enrolla, y además piensa que su lector le entiende, porque muchas veces su lector es su hijo, pero yo no. Me quedé muy asombrado al descubrir que en las cartas había muchísimo material cristiano. Yo sabía que era católico, me había leído la biografía, pero no sabía que el tema religioso influyera tanto en su vida.
Por su parte, Carpenter era hijo del obispo anglicano de Oxford. Primero hizo una biografía de los Inklings. En esa época todavía no estaba rebotado contra la fe, pero tampoco era devoto. Cuando hizo la biografía de Tolkien, en cambio, creo que ya estaba a medias rebotado, y, cuando hizo la edición de las cartas, ya lo estaba casi del todo.
Poco después de terminar “Las cartas”, dejó de interesarle Tolkien. En aquella época, dedicarse a investigar a Tolkien le impedía llegar a la élite literaria, porque se consideraba que escribir sobre Tolkien y los Inklings era escribir sobre un tema menor, que no era alta literatura. Entonces es posible que durante mucho tiempo la base de material que tenemos haya estado medianamente recortada. Tolkien dice en una de las cartas, muy famosa, que “El señor de los anillos” es una obra religiosa y eminentemente católica, que no se dio cuenta al escribirla, pero sí en la revisión.
En Tolkien, por ejemplo, hay un Dios creador, con unos ángeles que participan en la creación, hay una caída, hay un ángel rebelde, no hace falta ser muy devoto para entender que es una visión judeocristiana de la creación. Uno de los fundadores de la Asociación Tolkien Católica se asombraba de que había gente en la Sociedad Tolkien Española que no veía esta raíz judeocristiana de ninguna manera, porque viven en el paganismo y ni siquiera tienen culturilla cristiana.
Queda la “aplicabilidad”.
Sí, Tolkien dice que una buena historia tendrá aplicabilidad. Dice que la fantasía es como una especie de caldero donde se echan todo tipo de cosas. Luego, en una carta a Murray dice que los elementos religiosos están “en solución”. ¿Qué significa solución? Solución es el café con leche, o el cola cao. Quiere decir que está ahí, que le da sabor, aroma, color, pero que es muy difícil encontrarlo como piezas.
Pero es verdad que, a veces, la gente a la que le gusta la literatura quiere verlo como piezas, y entrar en el juego de “vamos a detectar las pistas secretas”, que algunas Tolkien las veía y otras no. Hay piezas que vienen de la tradición literaria, no necesariamente religiosas: por ejemplo, Bilbo tiene que robar un objeto valioso al dragón. ¿Por qué? Porque Beowulf robó un objeto valioso al dragón, no puede ser que estés dando vueltas a un dragón con su tesoro y no robes un objeto valioso.
Hay una tradición literaria que tienes que seguir. Si es medieval, muchas veces viene, además, de Troya y de Grecia. De hecho, Lewis lo dice claramente en su libro “La imagen descartada”: por cada mención a Wayland el Herrero, que era una leyenda anglosajona de un dios herrero que viaja entre los hombres camuflado, o a hadas y duendes, hay 80 o 100 menciones a Héctor, Aquiles, la guerra de Troya y Ulises en la literatura medieval. Entonces, si Tolkien conoció la literatura medieval anglosajona, etc., ¿cuánto de eso se mete por tradición en solución también, y cuánto en piezas que puedes deshacer? ¿Cuánto entra de la Biblia?
Hay un premio de ensayo de la Sociedad Tolkien Española, el Premio Aelfwine, que se dio a un seminarista que hizo un artículo sobre las influencias patrísticas en Tolkien. Encontró unas cuantas, y la idea de que los ángeles se reparten tareas los cristianos antiguos la tenían asumida y les parecía muy normal. Luego dice C. S. Lewis que, igual que hoy en día no podemos pensar que Dios y el mundo no partan de un igualitarismo radical, porque pertenecemos a una cultura muy igualitarista (que precisamente es herencia del cristianismo), para los medievales el universo era jerárquico, y no pasaba nada por ello.
Y los ángeles estaban clasificados en nueve categorías: tronos, dominaciones, potestades… Los de arriba les cantan a los de abajo: “Santo, santo, santo”… El de arriba le transmite la gloria de Dios al de abajo. Los últimos son los que hablan con los hombres, cogen nuestras oraciones y las suben. Todo es jerárquico, todo el mundo tiene un cargo en la concepción medieval del mundo. También los Valar, en el Silmarillion, tienen su jerarquía, cada uno tiene sus funciones y su personalidad. Esto hay gente que considera que viene de los dioses paganos. Pero en patrística hay bastante de esto. Lo que no hay es una intención de transmitir la fe a través del libro directamente, ni de evangelizar. Eso no está en ningún sitio en Tolkien.
De hecho, Stephen Lawhead, de familia evangélica, que escribió “Las crónicas de Pendragón”, dice en un ensayo del libro “Señor de la Tierra Media” que a él siempre le habían dicho que un cristiano tiene que evangelizar constantemente y en todo, y él pensaba que, si escribía fantasía, tenía que evangelizar. Entonces leyó las cartas de Tolkien y descubrió que escribió “El señor de los anillos” porque el editor le había pedido hacer una segunda parte de “El hobbit”. Y a eso se puso, no estaba pensando en cómo llegar a la gente. Dice Lawhead: “El arte no necesita justificación, cuando lo entendí, ah libertad, libertad, eso significaba que mi trabajo no tenía que ser un sermón encubierto o incluir de alguna manera las cuatro leyes espirituales de la salvación”.
De hecho, lo primero que Tolkien había escrito eran las historias que luego compondrían el “Silmarillion”.
Sí, y él quiso hacer una obra que llenara su corazón y el de sus lectores, con historias que había contado a sus hijos, y estuvo diez años repasándolo para que tuviera sentido interno. De ahí todo el tema, que sale hasta en la serie cutre de “Los anillos del poder”, del alma de los orcos: ¿de dónde viene el alma de los orcos? Solo Dios puede crear almas. ¿Son una especie de robots, son monstruos puros y duros? Entonces ¿tienen espíritus demoníacos metidos? ¿De dónde vienen los espíritus de los monstruos?
El concepto de “monstruo” es muy problemático para el cristianismo. Porque ¿Dios creó los monstruos? ¿A qué llamamos monstruos? ¿Es solamente un animal o es algo que está fuera del sistema natural? Debería ser algo que está fuera del sistema natural, los monstruos a los que se enfrenta Beowulf son monstruos, no son animales grandes y ya está. Es decir, él no lo tenía todo resuelto, y en los últimos diez años de su vida se esforzó por intentar encajarlo.
En la obra de Tolkien, como todo sucede antes de la Encarnación y antes de la Redención, los personajes solo pueden funcionar con la esperanza, y Tolkien mismo lo dice: la gran forma de culto en un mundo como ese, que apenas ha recibido nada de revelación, excepto un poco de revelación natural, es la resistencia a la oscuridad, a la esclavitud, a la adoración de aquello que sabes que no es Dios y a los sacrificios humanos.
En cuanto crean una religión falsa en Númenor, lo primero que establecen es el sacrificio humano. Y no puede ser de otra forma, incluso en España lo estamos viviendo, estamos en una nueva civilización. El médico, que desde la época de Hipócrates era una casta especial que no mataba y que hacía el juramento de no matar, ahora es alguien que a veces mata y a veces cura. Si a cualquier cosa la llamas “médico”, entonces nada lo es.
Para mí la eutanasia es el cambio de civilización, porque además hay mucha más guerra contra el aborto que contra la eutanasia, porque todos tenemos miedo de “si yo sufriera mucho”… Cuando tenemos el mejor arsenal terapéutico que ha habido jamás. Tolkien, en el tercer tomo de “El señor de los anillos”, solo usa una vez la palabra “pagano”: para referirse al suicidio, cuando dice que Denethor quería suicidarse como los reyes paganos de antaño. El paganismo, además de matar niños y los sacrificios humanos, tiene una relación con el suicidio.
A mí me enfada mucho el blanqueamiento que se está haciendo del paganismo, en general. La fantasía lo hace, porque crea mundos donde, sin cristianismo, la gente es bastante maja. Pero en la realidad no es así. Una cosa que queremos hacer en la ATC es un encuentro con Alejandro Rodríguez, que ha escrito el libro “Imperios de crueldad”, para hablar sobre el paganismo en Tolkien. No limpiemos a los paganos, eran culturas que intentaban controlar a la gente con la religiosidad, con cada vez más y peores sacrificios humanos, como muestran los mayas, que eran magníficos matemáticos, pero estaban en guerra continua, y sacrificios humanos continuos. Y los aztecas eran peores.
Un ejemplo más moderno es el Japón del siglo XVI-XVII, donde no querían la religiosidad cristiana porque hacía que la vida humana valiera demasiado, y no les convenía eso porque entonces no habría poder omnímodo del estado, que había nacido después de cuatro siglos de guerras civiles. La persecución contra los cristianos en los siglos XVI y XVII es la de un estado unificado, totalitario al máximo, con una persecución sistemática en un estado-isla-prisión. Ríete de la persecución de los anglicanos y presbiterianos contra los católicos, porque, en las islas escocesas donde había católicos, de vez en cuando venía un cura irlandés, confesaba, casaba una vez al año y se volvía a Irlanda y se escondía. Pero eso no podías hacerlo en Japón. La última expedición que intentó entrar en Japón es la que sale en la película de Silencio, y es terrorífico cómo los persiguen y torturan.
Para terminar, ¿con qué escena de Tolkien te quedarías?
A mí me gusta la parte épica y bélica, y me gusta la recreación de los enanos, por ejemplo. Pero, espiritualmente, es muy impresionante la tentación de Galadriel. “En el trono oscuro me instalarás a mí, yo no seré oscura, sino hermosa y terrible…”. Se le ofrece el anillo y ella lo rechaza. “He pasado la prueba. Me iré al Oeste y solo seré Galadriel”. Hay que hacerse pequeño, reconocer que no puedes hacer todas las cosas grandes que querías hacer, intentar arreglar los desastres que has hecho y prepararte para ir al Oeste, porque toda nuestra vida es prepararnos para la muerte. Galadriel es la más grande, pero tiene que hacerse pequeña.
Podría haber dicho: “El anillo ha llegado a mí. ¿Por qué? Porque el destino lo quiere, él vino a mí”. Es lo que dice el anillo siempre: “Tú te lo mereces, tú eres muy especial, tú no eres como los demás, tú sí que puedes llevar el anillo”. Pero ella ya ha visto otras corrupciones. Espiritualmente, nos puede ayudar mucho eso en la vida cotidiana: hacernos pequeños y, como Galadriel, rechazar grandezas y prepararnos para ir al Oeste.
Luego hay otra parte que teológicamente quiero trabajar mucho y voy a preparar algo sobre el tema, que es la alabanza. Me di cuenta de que “El señor de los anillos” está lleno de alabanzas, y la Biblia también. Hay una carta de Tolkien que es clave en este sentido, de 1969, cuatro años antes de morir. Camilia Unwin, hija de su editor, tenía 16 años y estaba haciendo un trabajo de clase sobre el sentido de la vida. Su padre le dice que le pregunte a Tolkien. Tolkien le explica que, para que haya un sentido de la vida, tiene que haber algo detrás que incluya inteligencia y propósito.
Si hay una mente que lo domina todo y lo entiende todo, tiene que ser Dios. Preguntar cuál es el sentido de la vida si no existe Dios es una tontería. Y, si hay Dios, el sentido de la vida es, y lo dice al final después de tres páginas de carta (es la número 310): “El principal propósito de la vida para cualquiera de nosotros es incrementar de acuerdo con nuestra capacidad el conocimiento de Dios mediante todos los medios que disponemos. Y ser movidos por Él a la alabanza y la acción de gracias”. “Hacer como decimos en el gloria in excelsis: laudamus te, benedicamus te, adoramus te, glorificamus te…”. Sentido de la vida: la alabanza.
El único culto que hay en Númenor son tres oraciones, una de ellas el “Erulaitalë”, la alabanza a Dios, Eru, y otra el “Eruhantalë”, la acción de gracias a Dios, que se hacen en la montaña sagrada, el Meneltarma. Ese es un aspecto de la obra de Tolkien que no está muy estudiado.
Luego hay dos cuentos que la gente que no lee a Tolkien debería probar: “Hoja de Niggle” y “El herrero de Wootton Mayor”. Tienen mucho valor teológico.