El martes 7 de enero de 2025 fueron ordenados diáconos en una emocionante celebración en Almaty los jóvenes Maxim Permin y Serguey Sudak, convirtiéndose en los dos primeros diáconos, y futuros sacerdotes, ordenados para el servicio pastoral de esta ciudad, situada al sur de Kazajistán y que fue la capital del país hasta 1997. La diócesis de Almaty tiene una extensión de 711.000 km² y cuenta con 11 parroquias.
Maxim Pernim, periodista de profesión, es alumno del seminario interdiocesano de Karaganda, establecido en esa ciudad del centro del país en 1998. En el seminario de esa ciudad, situada a mil kilómetros de distancia de Almaty, se dan cita jóvenes de varios países de Asia Central y el Cáucaso. Por su parte, Serguey Sudak, profesor de enseñanza de educación primaria, y originario de Kostanay, en el norte del país, completa sus estudios sacerdotales en el seminario de San Petersburgo, en Rusia.
Una ordenación esperanzadora
Esta ordenación pastoral es probablemente la primera en la historia de esta joven diócesis, formada tras la caída de la Unión Soviética, aunque sus raíces se remontan al siglo XIV con la diócesis de Almalyk, establecida en la Ruta de la Seda. Misioneros como Ricardo de Borgoña y Pascual de Vitoria, hoy en proceso de beatificación, llevaron el cristianismo a la región bajo la protección de Chagatai, hijo de Gengis Khan. Sin embargo, tras su muerte, los misioneros fueron martirizados cuando el área cayó bajo dominio musulmán. Después de siglos de ausencia católica, la actual diócesis de Almaty retoma su legado con esperanza, ordenando jóvenes del país.
Aunque las ordenaciones en el país, considerado de misión, están creciendo en los últimos años, su frecuencia dista mucho de asimilarse a la de países de tradición católica. El 12 de septiembre del 2021 fue ordenado obispo el sacerdote Evgeniy Zinkovskiy, hoy obispo auxiliar de Karaganda. Años antes, el 29 de junio de 2008, fue ordenado el primer sacerdote de etnia kazaja, Ruslan Rakhimberlinov, actual rector del seminario de Karaganda. Los dos jóvenes ordenados este enero, aunque de ascendencia eslava, hablan la lengua kazaja con soltura (además del ruso, su idioma natal), lo que los hace especialmente idóneos para la tarea imprescindible de servir a una comunidad que trabaja por inculturarse, y hacerse natural para los originarios de este país.
Estas son por tanto buenas noticias para la Iglesia del país y la ciudad, que tres años después de sufrir unos altercados que amenazaban con dar al traste con años de convivencia pacífica y en concordia, ha demostrado su resiliencia, volviendo a mostrar su mejor rostro de multietnicidad y variedad religiosa.