Vaticano

“Nos hace bien mirarnos en la paternidad de José y permitir al Señor que nos ame con su ternura”

En la catequesis de la audiencia general de este miércoles, el Papa Francisco ha reflexionado sobre la ternura de San José, animando a experimentarla en el amor de Dios y a ser testigos de ella.

David Fernández Alonso·19 de enero de 2022·Tiempo de lectura: 4 minutos
papa audiencia ternura san jose

Foto: ©2021 Catholic News Service / U.S. Conference of Catholic Bishops.

En la audiencia de este miércoles 19 de enero, el Papa Francisco quiso “profundizar en la figura de San José como padre en la ternura”.

Recordó que “en la Carta Apostólica Patris corde (8 de diciembre de 2020) pude reflexionar sobre este aspecto de la personalidad de San José. De hecho, incluso si los Evangelios no nos dan particularidades sobre cómo ejerció su paternidad, podemos estar seguros de que su ser hombre “justo” se tradujo también en la educación dada a Jesús. “José vio a Jesús progresar día tras día “en sabiduría, en estatura y en gracia ante Dios y los hombres” (Lc 2,52). Como hizo el Señor con Israel, así él ‘le enseñó a caminar, y lo tomaba en sus brazos: era para él como el padre que alza a un niño hasta sus mejillas, y se inclina hacia él para darle de comer’ (cf. Os 11,3-4)” (Patris corde, 2)”.

“Los Evangelios”, continuó el Santo Padre, “atestiguan que Jesús usó siempre la palabra “padre” para hablar de Dios y de su amor. Muchas parábolas tienen como protagonista la figura de un padre. [1] Entre las más famosas está seguramente la del Padre misericordioso, contada por el evangelista Lucas (cfr Lc 15,11-32). Precisamente en esta parábola se subraya, además de la experiencia del pecado y del perdón, también la forma en la que el perdón alcanza a la persona que se ha equivocado. El texto dice así: ‘Estando él todavía lejos, le vio su padre y, conmovido, corrió, se echó a su cuello y le besó efusivamente’ (v. 20). El hijo se esperaba un castigo, una justicia que al máximo le habría podido dar el lugar de uno de los siervos, pero se encuentra envuelto por el abrazo del padre. La ternura es algo más grande que la lógica del mundo. Es una forma inesperada de hacer justicia. Por eso no debemos olvidar nunca que Dios no se ha asustado de nuestros pecados, de nuestros errores, de nuestras caídas, sino que se asusta por el cierre de nuestro corazón, de nuestra falta de fe en su amor. Hay una gran ternura en la experiencia del amor de Dios. Y es bonito pensar que el primero que transmite a Jesús esta realidad haya sido precisamente José. De hecho, las cosas de Dios nos alcanzan siempre a través de la mediación de experiencias humanas”.

El Papa animó entonces, a “preguntarnos si nosotros mismos hemos experimentado esta ternura, y si a su vez nos hemos convertido en testigos de ella. De hecho, la ternura no es en primer lugar una cuestión emotiva o sentimental: es la experiencia de sentirse amados y acogidos precisamente en nuestra pobreza y en nuestra miseria, y por tanto transformados por el amor de Dios”.

“Dios no confía solo en nuestros talentos”, afirmó Francisco, “sino también en nuestra debilidad redimida. Esto, por ejemplo, lleva a San Pablo a decir que también hay un proyecto sobre su fragilidad. Así, de hecho, escribe a la comunidad de Corinto: ‘Para que no me engreía con la sublimidad de esas revelaciones, fue dado un aguijón a mi carne, un ángel de Satanás que me abofetea […]. Por este motivo tres veces rogué al Señor que se alejase de mí. Pero él me dijo: “Mi gracia te basta, que mi fuerza se muestra perfecta en la flaqueza”’ (2 Cor 12,7-9). La experiencia de la ternura consiste en ver el poder de Dios pasar precisamente a través de lo que nos hace más frágiles; siempre y cuando nos convirtamos de la mirada del Maligno que «nos hace mirar nuestra fragilidad con un juicio negativo», mientras que el Espíritu Santo «la saca a la luz con ternura» (Patris corde, 2). ‘La ternura es el mejor modo para tocar lo que es frágil en nosotros. […] Por esta razón es importante encontrarnos con la Misericordia de Dios, especialmente en el sacramento de la Reconciliación, teniendo una experiencia de verdad y ternura. Paradójicamente, incluso el Maligno puede decirnos la verdad, pero, si lo hace, es para condenarnos. Sabemos, sin embargo, que la Verdad que viene de Dios no nos condena, sino que nos acoge, nos abraza, nos sostiene, nos perdona’ (Patris corde, 2)”.

Ya al final de la catequesis, el Papa aseguró que “nos hace bien entonces mirarnos en la paternidad de José y preguntarnos si permitimos al Señor que nos ame con su ternura, transformando a cada uno de nosotros en hombres y mujeres capaces de amar así. Sin esta “revolución de la ternura” corremos el riesgo de permanecer presos en una justicia que no permite levantarnos fácilmente y que confunde la redención con el castigo. Por esto, hoy quiero recordar de forma particular a nuestros hermanos y a nuestras hermanas que están en la cárcel. Es justo que quien se ha equivocado pague por su error, pero es igualmente justo que quien se ha equivocado pueda redimirse del propio error”.

Para concluir, el Pontífice rezó la siguiente oración a San José:

“San José, padre en la ternura,
enséñanos a aceptar ser amados precisamente en lo que en nosotros es más débil.
Haz que no pongamos ningún impedimento
entre nuestra pobreza y la grandeza del amor de Dios.
Suscita en nosotros el deseo de acercarnos al Sacramento de la Reconciliación,
para ser perdonados y también capaces de amar con ternura
a nuestros hermanos y a nuestras hermanas en su pobreza.
Sé cercano a aquellos que se han equivocado y por esto pagan un precio;
ayúdales a encontrar, junto a la justicia, también la ternura para poder volver a empezar. Y enséñales que la primera forma de volver a empezar
es pedir perdón sinceramente.
Amén”.

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