Cultura

Tradiciones de Navidad en Lituania y Polonia

Las fechas navideñas siguen siendo en Lituania un momento privilegiado de vivencia de las tradiciones. El influjo de la vecina Polonia y la cristianización de antiguas costumbre son claves en muchas de estas costumbres que, cada año, las familias lituanas reviven en torno a la Natividad de Nuestro Señor.

Marija Meilutyte·24 de diciembre de 2022·Tiempo de lectura: 9 minutos
kalėdaičiai navidad lituania

Foto: Los kalėdaičiai u Oplatek de origen polaco. ©Wikimedia Commons

Polonia y Lituania comparten algunas de las tradiciones navideñas más extendidas. La vigilia del día 24 de diciembre y el 25 se encuentran jalonadas de diversas manifestaciones de cariño, fe y devoción, tan enraizadas en ambos pueblos que, siglos después y tras múltiples avatares históricos, siguen estando presentes en las familias polacas y lituanas.

Lituania: De los kalėdaičiai a los 12 platos de Nochebuena

Para entender las costumbres lituanas en torno a la Nochebuena y la Navidad hay que entender dos cosas. Por una parte, que el cristianismo llegó a Lituania desde dos direcciones: desde Oriente, es decir, Bizancio a través de los eslavos orientales, y desde Occidente, es decir, Roma a través de los germanos y los eslavos occidentales, sobre todo los polacos. Por otra, que Lituania fue una de las últimas naciones en cristianizarse de Europa, en el siglo XIV, por lo que en muchas de estas tradiciones el paganismo y el cristianismo se entremezclan.

La palabra que se utiliza para denominar la Navidad, Kalėdos, tiene su origen en el eslavo oriental коляда, derivado del eslavo eclesiástico kolęda, que a su vez procede del latín kalendae a través de los griegos bizantinos. Kalendae se refiere al primer día de cada mes en el antiguo cómputo romano y en el eclesiástico. Todavía hoy se denomina «calenda» o anuncio de la Navidad al texto del «martirologio romano» que resume la historia de la humanidad y las esperanzas de la salvación, que encuentran su cumplimiento en Cristo.

La palabra que se utiliza para denominar la Nochebuena, Kūčios, tiene su origen en el eslavo oriental kuтя (ucraniano: кутя, ruso antiguo: кутья). Su lugar de nacimiento es Bizancio, no Roma y se relaciona con Kūčia, un plato elaborado con cereales (trigo, cebada, centeno, etc.) mezclados con agua endulzada con miel. Este plato también es tradicional en Bielorrusia y Ucrania.

En la época precristiana en torno al solsticio de invierno se conmemoraba a los muertos y también se celebraban algunos ritos relacionados con la cosecha. Por ejemplo, el plato Kūčia servía para alimentar los espíritus de los antepasados. De este culto a los antepasados queda todavía la tradición de dejar la mesa de Nochebuena sin tocar durante la noche para que las almas de los difuntos puedan darse un festín o rezar por los difuntos en la oración de bendición de la mesa, especialmente por los fallecidos en ese año.

Otra costumbre pagana posteriormente cristianizada es poner heno o paja debajo del mantel: en origen era para que los muertos descansaran, hoy se pone en recuerdo del pesebre donde fue depositado el Niño Jesús tras su nacimiento.

La cena de Nochebuena

Muchas de las tradiciones propiamente cristianas llegaron a través de Polonia, por lo que en la actualidad los lituanos y los polacos comparten muchas de estas costumbres.

La cena de Nochebuena comienza con una oración, normalmente dirigida por el cabeza de familia. Después de la oración se comparten los kalėdaičiai: obleas alargadas decoradas con imágenes del Nacimiento de Jesús. Cada una de las personas ofrece su kalėdaitis a otro de los presentes mientras le bendice y le desea algo para el próximo año; cuando todos los comensales han intercambiado un trozo de la oblea empieza la cena. Normalmente, estas obleas se venden en las iglesias desde el comienzo del Adviento, tras haber sido bendecidas por los sacerdotes. Si una persona no va a celebrar la Nochebuena en Lituania, sus familiares se encargan de enviarle los kalėdaičiai para que no falten en su mesa.

Las obleas simbolizan el cuerpo de Jesucristo, ya que la celebración de la Nochebuena reúne la mesa de la Última Cena de Cristo y el pesebre de Belén.

Los kalėdaičiai son un recuerdo de esto, nos hablan del Pan Vivo hecho carne; partir e intercambiar un trozo de la oblea simboliza la comunión de los cristianos con y en Jesucristo.

En la mesa de Nochebuena tiene que haber doce platos (entiéndase platos como doce cosas distintas de comida), según la interpretación cristiana, en honor a los doce apóstoles que se sentaron a la mesa de la Última Cena.

Tanto en Polonia como en Lituania el tiempo de Adviento es un tiempo de abstinencia y, en la tradición más estricta, el día 24 de diciembre es un día de “abstinencia seca”, es decir, no solo no se puede tomar carne, sino tampoco productos lácteos o huevos. Por esto, la mayoría de los platos son a base de pescado, sobre todo de arenque, setas y verduras.

Entre las bebidas típicas se encuentran el aguonpienas (leche de semilla de amapolas), hecha con agua, azúcar y semillas de amapolas trituradas y el kisielius (kisel) bebida a base de bayas o frutas a la que se añade almidón de patata o de maíz, por lo que la bebida tiene una consistencia muy espesa.

En la mesa de Nochebuena no pueden faltar los kūčiukai, pequeñas bolitas hechas de harina, levadura y semilla de amapolas que se hicieron especialmente popular tras la restauración de la Independencia, cuando comenzaron a celebrarse de nuevo libremente las fiestas navideñas.

Una curiosa herencia de la época soviética es se popularizó la ensaladilla rusa, que en Lituania se conoce como la ensaladilla blanca o ensaladilla casera, como plato del día de Navidad. La razón era que se hacía con guisantes en conserva y mayonesa que eran alimentos difíciles de encontrar y, por tanto, se consideraban artículos de lujo.

Todavía hoy, en la mayoría de las familias se siguen observando estas tradiciones y la Navidad es un tiempo de fuerte vivencia cristiana en el país.

Polonia. La Misa de los pastores y el pan compartido

Texto: Ignacy Soler

Era y todavía hoy es una expresión usada, que todas las fiestas se conocen por sus vísperas. En Polonia la nochebuena se conoce con el nombre de Vigilia y tiene unas costumbres muy arraigadas en cualquier familia, creyente o no.

La Navidad es la fiesta del nacimiento de un Niño en el cual los cristianos reconocemos al Hijo de Dios, al Dios hecho hombre para nuestra salvación. Para muchos la Navidad no es ya una fiesta cristiana, pero siguen siendo unos días de la afirmación de la bondad de la vida humana, especialmente del recién nacido: un don para la familia, el país y todo el mundo. Cada niño es un alguien único, irrepetible, una novedad que hace distinto todo lo demás. Además la Navidad es tiempo para desearnos mutuamente paz, alegría, felicidad, un mundo mejor, sin guerras, sin penas y males: la utopía de un mundo inalcanzable para los humanos de todos los tiempos. Pero lo que el hombre no puede, lo puede Dios.

La Vigilia de Navidad, como indica su nombre nos invita a estar vigilantes y preparados para la celebración. La Nochebuena empieza en las casas polacas frecuentemente cubiertas en esos días de fría y blanca nieve, con la cena de la Vigilia al aparecer la primera estrella, a eso de las cinco de la tarde. Todos se sientan en la mesa común después de un día de mucho trabajo. Desde las primeras horas de día 24 todos están involucrados en preparar la Vigilia. Unos días antes ya se ha puesto el árbol de Navidad y se le ha vestido con todas sus luces, adornos, regalos y la estrella en lo más alto. Sí no lo hubieran hecho antes, la mañana del 24 es obligatorio que luzca el Árbol navideño. El tradicional belén, sobre todo las figuras del Misterio – Jesús, María y José, también tienen tradición y arraigo pero menos que el árbol de Navidad y no tan extendido como en Italia o en países hispano hablantes.

Después de una preparación de unas cuantas horas, y no solo de la comida sino también de la casa, especialmente de la limpieza de las ventanas (esto es algo que no acabo de comprender bien, por qué motivo en Polonia se limpian a fondo las ventanas en la Víspera de la Navidad y del Domingo de Pascua), se agrupan junto a la mesa de Navidad con las mejoras galas de platos y cubiertos. Se agrupan pero no se sientan pues la Cena de la Nochebuena empieza  –  todos juntos y de pie – con la lectura del Nacimiento de Jesús según el Evangelio de san Mateo (1, 18-25) o de san Lucas (2, 1-20). Suele leerlo el padre de familia o el más pequeño.

Compartir el pan: Opłatek

A continuación viene el tal llamado Opłatek, en castellano oblea, que viene del latín oblatum – ofrenda de regalo. La oblea, también llamado pan de ángel o pan bendito, y en nuestro caso, hostia de Navidad, es una hoja de pan blanco, horneado con harina blanca y agua sin levadura, que se comparte en la mesa de Nochebuena. Todos siguen en pie y cada participante en la Vigilia toma una oblea de una bandeja preparada con ellas. Cada comensal sostiene su oblea con la mano izquierda y con la derecha parte un trozo de la oblea de otro participante, al mismo tiempo que expresa concretamente para esa persona sus mejores deseos, con palabras improvisadas, breves o largas, emotivas u oficiales, según el querer de cada uno. Y come ese pequeño trozo partido de la oblea ajena. La acción es respondida mutuamente por la otra persona. Y al final se estrechan las manos, lógicamente la derecha, que es la que está libre.

La hostia navideña es signo de reconciliación y perdón, de amistad y amor. Compartirlo al comienzo de la cena de la Vigilia de Nochebuena expresa el deseo de estar juntos, tiene una significación no sólo espiritual sino también material: el pan blanco recalca la naturaleza terrenal de los deseos, el tener y compartir. Cada uno debe ser como pan bueno y divisible, algo que se puede entregar. Tiene, lógicamente referencias con la petición en la oración del Padre Nuestro y con la Eucaristía.

La tradición de compartir (partir – con), es decir de romper mutuamente parte de la oblea o de la hostia Navideña tiene sus raíces en los primeros siglos del cristianismo. Inicialmente no tenía relación con la Navidad, era símbolo de la comunión espiritual de los miembros de la comunidad. La costumbre de bendecir el pan se llamaba eulogia (pan bendito). Con el tiempo, el pan se llevaba a la misa de Nochebuena, era bendecido y compartido. También se llevaba a los hogares de los enfermos, o los que por diversas razones no estaban en la iglesia, o se enviaba a familiares y amigos. La práctica de celebrar la eulogia, popular en los primeros siglos del cristianismo, comenzó a desaparecer en el siglo IX bajo los decretos de los sínodos carolingios, que querían evitar la confusión entre el pan consagrado (la Eucaristía) y el pan bendito (la eulogia).

Cena de Vigilia de Navidad

La cena de la Vigilia es una cena alegre, familiar y penitencial, sí ciertamente suena curioso pero es una cena de abstinencia de carnes. Es costumbre de ofrecer esa mortificación de no comer carne en ese día como preparación a la gran solemnidad de la Natividad del Señor. El no comer carne es algo que en Polonia sigue teniendo su importancia, pues se vive todos los viernes del año, y a los polacos les cuesta, no les es indiferente. La cena de la Vigilia consta de doce platos diversos, muchos de ellos de pescado, y todos muy bien preparados y de excelente sabor. Se empieza con la sopa, que suele ser un borsch, una sopa roja de remolacha. Después vienen los pierogi, cuyo nombre viene de la antigua raíz eslava pir-festividad, que consiste en una especie de pasta, de croqueta rellena de diferentes tipos y variedades de vegetal, tiene un cierto parecido a los ravioli italianos. Entre los pescados destaca la carpa frita. De bebida es también obligado el kompot, un tradicional jugo que se obtiene de la cocción de algunas frutas como fresas, manzanas, grosellas o ciruelas en una gran cantidad de agua a la que se añaden azúcar o pasas. Como postre no puede faltar la kutia, es una especie de pudin dulce elaborado con granos de cereal, o los makówki, un pastel hecho con granos de amapola.

En la mesa de la cena de la Vigilia debajo del mantel se suele colocar un poco de paja que recuerda el pesebre de Belén. Es también tradición dejar un lugar libre y preparado para el inesperado huésped. Es algo muy eslavo: la amable acogida al visitante, al que siempre se le invita a sentarse en la mesa común. Después de la cena toda la familia se reúne junto al árbol de Navidad donde están esparcidos bajo sus ramas los diferentes regalos. Alguien de la familia, que suele revestirse de san Nicolás, se encarga de repartirlos recitando poesías o bromas en alusión al homenajeado. Al acabar se cantan villancicos, kolenda, antiguas canciones de Navidad, de rico contenido teológico, que se cantan también en las iglesias. En algunas kolenda se habla de cómo en esta noche navideña tan especial los animales hablan con voz humana y entienden nuestro vocabulario. Quizá sea una interpretación de las palabras del profeta Isaías (1, 3): Conoce el buey a su amo, y el asno el pesebre de su dueño; Israel no me conoce, mi pueblo no recapacita.

La misa del gallo, que en Polonia se llama Pasterska, misa de los pastores, se celebra siempre a las doce de la noche. Muchas familias acuden a las iglesias, los templos están materialmente abarrotados y en las calles de las ciudades y de los campos se ve un ir y venir de coches y de luces.

La Eucaristía es el punto culminante de la celebración de la Vigilia. Antes ha habido los llamados rekolecje, ejercicios espirituales de tres días, en todas las parroquias, con la confesión al final. Hace unos meses escuché una conversación casual en la calle: ¿a dónde vas Marek? – Voy a la iglesia, a confesarme. – Pero ¿cómo es eso, si no es Navidad ni Pascua? Y es que acudir al sacramento de la penitencia en estos dos tiempos litúrgicos fuertes es también una arraigada costumbre. Ciertamente es importante la confesión frecuente, pero más importante es que por lo menos exista la confesión infrecuente de un par de veces al año. Los hechos hablan por si solos: en este país todavía se ven interminables colas para confesarse en Adviento y Cuaresma. Yo mismo he tenido la experiencia en esto días: me llamó el párroco de donde vivo y me pidió si podía esos días ayudarle a confesar. Estuvimos las tres jornadas cuatro sacerdotes dedicados a confesar durante bastantes horas. Si hay penitencia, hay sentido de pecado, hay la necesidad de un Salvador, de la venida de Jesús.

El autorMarija Meilutyte

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