En una hermosa mañana en las montañas de Villalba llegaba de unas gestiones mañaneras y recibía de una feligrés su acostumbrado almuerzo sabatino para los Padres del pueblo.
Llevaría un sancocho
En el alegre diálogo previo a la entrega de los alimentos ella comentaba que llevaría un sancocho (un guiso muy típico que mezcla carnes de diversos tipos y tubérculos) a un rosario de novenario de un difunto. Además traía a colación que siempre llegaba temprano para ayudar a la familia a preparar los entremeses que se acostumbran ofrecer luego del novenario a quien participa: ¡qué importante este gesto!
Me hacía pensar cuánto sentido tiene para una familia hacer un obsequio, por sencillo que sea, a quien compárate con ellos en ese momento, en este caso un poco difícil. Pero no se circunscribe a momentos difíciles pues casi todos los momentos de la vida cristiana se sellan con una comida o por lo menos con un compartir algunos piscolabis.
La jornada pascual de la familia
A raíz de todo esto recordaba una actividad que desarrollamos en la parroquia Santo Domingo de Guzmán del hermoso pueblo de Yauco, en la cual colaboré y que llevaba por nombre «jornada pascual de la familia». En dicha actividad perseguíamos, que alrededor de la mesa del comedor, se reuniera la familia de los hijos de Dios que peregrinaba en dicha comunidad y estrecháramos lazos de fraternidad cristiana dentro del espíritu del tiempo pascual.
La actividad se llevaba a cabo una tarde de domingo en los predios de la iglesia parroquial que proveía todos los elementos: estacionamiento y el área al aire libre para preparar las mesas para la cena. Dentro de la iglesia teníamos la primera parte de nuestro encuentro, un rato de oración por todas la familias especialmente las de nuestra comunidad. Luego pasábamos al exterior donde debajo de unos flamboyanes y al fresco de la tarde había 30 mesas preparadas para acoger a todos. También estaba dispuesta, al fondo, una sencilla tarima para un rato de buena música.
La tercera parte
Todos sentados comenzaba a servirse la cena que habían preparado un grupo de fieles junto al vicario parroquial. Con gran amor desde temprano trabajaban juntos para presentar a todos los que participaban una cena suculenta en la que había pan, arroz, carnes, ensalada y postre. Mientras los comensales degustaban los alimentos comenzaba la tercera parte de la actividad.
El párroco de la comunidad, que gozaba de dotes musicales, junto a feligreses de los diversos coros preparaba una selección musical para brindar un pequeño concierto a los que cenaban. La dinámica era verdaderamente agradable, unos bailaban y cantaban, los niños corrían jugando por los alrededores y todos pasaban una tarde de verdadera fraternidad junto al sencillo hecho de una cena en familia.
Esto es solo un ejemplo de como el hecho de compartir la comida brinda la oportunidad de confraternizar y estrechar los vínculos de familia. Aprovechemos cada oportunidad que nos regale el Señor para servir a los demás (cf. Lc 22, 27) en este pequeño detalle y por medio de este sencillo gesto crear y profundizar vínculos de familia cristiana.