Según un estudio realizado por la Conferencia episcopal de Estados Unidos, la comunidad hispana representa la gran mayoría de católicos del país. Conscientes de esta realidad, los obispos estadounidenses han lanzado un plan nacional que pueda acoger el “momento hispano” que vive la Iglesia en Estados Unidos.
Dada la presencia de laicos de origen hispano, el 99 % de las diócesis tienen alguna parroquia que celebra la Misa en español. Sin embargo, la presencia de un ministerio orientado a los hispanos es muy baja. Este es uno de los elementos que el Plan Nacional de los obispos quiere mejorar, con el fin de atender mejor a las necesidades de los católicos de las diócesis.
La encuesta publicada por la Conferencia Episcopal muestra que todavía queda mucho por hacer, idea con la que coincide Hossfman Ospino, doctor en Teología. En sus estudios, el doctor Ospino ha investigado el impacto de la comunidad hispana en las parroquias y escuelas, por lo que participa con frecuencia en cualquier tipo de debate que tenga que ver con la inclusión de los católicos hispanos.
En esta entrevista con Omnes, Ospino hace una radiografía del “momento hispano”, señalando las virtudes y defectos de los planes de la Conferencia Episcopal de los últimos años y explicando el impacto que la cultura hispana tiene en la Iglesia católica.
¿Por qué es tan importante que en este momento histórico los obispos estadounidenses hagan un plan específico para el Ministerio hispano?
—En primer lugar, hay que señalar que el trabajo que los obispos están haciendo con la comunidad hispana debería haber comenzado hace 100 años. La población hispana en los Estados Unidos ha ido creciendo, especialmente desde los años sesenta. Cada diez años se duplica la población hispana en Estados Unidos y en los años sesenta cerca de seis millones de latinos vivían en este país. Hoy en día somos entre 63 y 64 millones.
La mayoría de estos latinos, especialmente los inmigrantes, nos identificamos como católicos. Por supuesto, se espera que la comunidad católica en los Estados Unidos responda a esa presencia y al mismo tiempo acompañe tanto a los inmigrantes como a los hijos de los inmigrantes y el plan pastoral para el Ministerio hispano-latino del año 2023 no es el primero que se hace. De hecho, en 1986 se escribió también un plan que fue fruto de lo que se llama el Tercer Encuentro Nacional de Pastoral Hispana y que se publicó en 1987.
Este fue un plan pastoral que por primera vez en la historia del país se hacía para responder y acompañar mejor a la comunidad hispana. Estuvo vigente cerca de 35 años y ya era hora de renovarlo. Ahora se usa la experiencia del Quinto Encuentro Nacional de Pastoral Hispana precisamente para retomar algunos de los puntos y proponer un plan renovado.
¿Qué virtudes y defectos observa en los planes pastorales para el Ministerio hispano propuestos por la Conferencia Episcopal de Estados Unidos?
—Como algo positivo, hay que reconocer que tiene un gran valor que las estructuras eclesiales estén mirando el potencial de la comunidad hispana, no solamente como una comunidad que hay que servir, sino como una comunidad que tiene mucho para ofrecer en el proceso de renovación eclesial y de la construcción de las comunidades católicas en Estados Unidos.
La población hispana es muy joven, con una media de edad de 29 años. La comunidad hispana, además, es muy dinámica, especialmente a nivel de los migrantes. Tenemos experiencias católicas de todas partes del mundo de habla hispana que coinciden en este país. La gente está muy emocionada al llegar aquí y tener la oportunidad de vivir y practicar su fe.
El plan pastoral resalta tareas urgentes, como la atención a los jóvenes. El 94 % de los jóvenes latinos nacieron en Estados Unidos. El plan pastoral resalta el papel de la familia, la importancia de la formación en el liderazgo, la necesidad de que haya sacerdotes y consagrados, etc. Creo que algo muy importante es que este plan propone un marco de referencia para organizar la pastoral a distintos niveles.
A nivel de críticas constructivas, me parece que es un plan muy largo y que no adjudica recursos económicos para avanzar. Es muy difícil avanzar con un plan en el que se pide a las personas que hagan cosas pero sin asignar o facilitar los recursos que se necesitan para llevar a cabo las acciones. Creo que ese fue uno de los desafíos del plan pastoral que se publicó en 1987. La visión era muy interesante, pero al final la implementación recae a nivel local y muchas diócesis están en bancarrota. Muchas comunidades que atienden a los hispanos católicos son además comunidades pobres, y la comunidad hispana como tal no tiene muchos recursos económicos. Ahí se encuentra el gran desafío.
La otra crítica constructiva que yo haría es que gran parte del nuevo plan pastoral repite lo obvio. Resalta la evangelización, la formación, los jóvenes… Son cosas que las parroquias ya hacen y no se necesitaba un plan para decir a las parroquias que tienen que prestar atención a esos aspectos. En ese sentido, el plan pastoral es un poco repetitivo.
Sin embargo, creo que lo positivo prevalece sobre lo negativo, porque es cierto que el plan pastoral nos da un punto de referencia para organizar el Ministerio hispano.
¿Qué aportaciones tiene la comunidad hispana que enriquecen la vida de la Iglesia católica en Estados Unidos?
—En este momento, cerca del 40-45 % de todos los católicos en Estados Unidos somos hispanos. Si desapareciera la comunidad hispana, la Iglesia católica en el país se reduciría literalmente a la mitad. La presencia de los hispanos es ya de por sí renovadora, da vida a la Iglesia.
Una de las aportaciones es la juventud. La comunidad hispana en la Iglesia católica estadounidense cuenta con una media de edad de 29 años, mientras que el promedio de edad de los católicos euroamericanos angloparlantes es de 55 años.Queda claro que el potencial de los jóvenes y de los niños hispanos es impresionante.
En cualquier parroquia donde hay Ministerio hispano, la gran mayoría de bautizos, primeras comuniones, confirmaciones y actividades con jóvenes se enfocan de manera especial en la comunidad hispana. Podemos decir que esta inyecta un aire de vida nueva, joven y esperanzadora a una Iglesia católica euroamericana que a nivel estructural está envejeciendo y tiene sus dificultades para moverse hacia delante.
En muchas partes de Estados Unidos están cerrando parroquias, colegios y hospitales católicos. Sin embargo, en los lugares en los que se acoge a la comunidad hispana o que esta se encuentra presente, hay signos de vida, renovación y crecimiento. Pienso que esto es una gran oportunidad para construir Iglesia.
Aparte de eso, está la energía y la sabiduría de los agentes pastorales de las comunidades hispanas. Cuentan con teólogas y teólogos, profesionales con muchos dones y mucha gente que tiene capacidad de contribuir para comenzar y sostener proyectos.
En el “momento hispano” hay un movimiento de renovación que si la Iglesia institucional se atreve a acoger va a ser renovada. Sin embargo, hay que reconocer que hay muchos sectores de la Iglesia católica que todavía no se ajustan a la idea de que la comunidad hispana está creciendo o que la Iglesia estadounidense va a ser cada vez una Iglesia más hispana. Pero si no nos adaptamos, corremos el riesgo de perder a toda una generación de católicos que no encuentran su lugar para ser Iglesia al no ser acogidos.
¿Qué indicios hay en el plan pastoral actual de una mejor comprensión de la comunidad católica hispana?
—Yo tiendo a no mirar estos aspectos desde el punto de vista de la jerarquía. Para mí la jerarquía se enfoca por lo general en los aspectos programáticos y de fortalecimiento de la institución. A nivel jerárquico no veo muchos cambios, si bien es verdad que ahora hay, por ejemplo, más diversidad.
El plan pastoral es fruto de las comunidades hispanas que están discerniendo lo que es necesario para las personas de fe, no necesariamente de la Conferencia Episcopal. Los cambios que estamos viendo son fruto de un cambio en el contexto. Más de la mitad de los hispanos en Estados Unidos han nacido en este país y eso hace que la Iglesia deba cambiar los campos de acción, para adaptarse a la situación actual.
Ante esto, hemos pasado de un Ministerio hispano que se enfocaba en gran parte en servir a la comunidad hispana, a un Ministerio que sirve a la comunidad hispana y al resto de la Iglesia. Por ejemplo, los sacerdotes latinos ya no atienden de forma exclusiva a los hispanos, sino que atienden a toda la parroquia. Eso muestra un cambio de mentalidad.
¿Cómo se realiza un ministerio para una comunidad concreta, como la hispana, sin fomentar la división entre los creyentes de diferentes etnias y orígenes?
—Hubo una época en la que se hacía bastante énfasis en Ministerios separados y se segregaba a las comunidades. Cuando hay segregación pastoral, hay segregación de recursos. Desde los años 40 en adelante, se ha hecho un esfuerzo especialmente a nivel local para que cada diócesis decida cómo manejar el servicio pastoral a los distintos grupos.
La tendencia ha sido crear parroquias multiculturales. Eso implica que el personal de las parroquias tiene que desarrollar una serie de competencias interculturales, como hablar varios idiomas o saber invertir los recursos de tal manera que todos los grupos se beneficien de ellos. Esto requiere una visión abierta a nivel pastoral que vaya más allá de la separación de grupos.
Lo que no se puede negar es que las parroquias más pobres tienen menos recursos. Ahí se encuentra el talón de Aquiles de la pastoral multicultural. Hay parroquias con más de 50 agentes pastorales, mientras que en otra están el párroco y dos personas más. Hay que ser conscientes de que esta realidad afecta al modo en el que se realiza la pastoral.
¿Se ha hablado del ministerio hispano en el proceso sinodal estadounidense? ¿A qué conclusiones han llegado?
—Los procesos de los encuentros de los que es fruto el plan pastoral son en sí mismos procesos sinodales. En ellos hay consultas y diálogos. El plan pastoral para el Ministerio Hispano es fruto de un esfuerzo sinodal que acompañó al Quinto Encuentro Nacional de Pastoral Hispana.
Los obispos de Estados Unidos han dicho y reconocido repetidamente que la comunidad hispana, en su manera de discernir su presencia y acción pastoral, lo hace de una manera sinodal. En los países de América Latina ese proceso sinodal se lleva haciendo mucho tiempo.
Del mismo modo, pienso que la comunidad hispana ha avanzado en esos procesos sinodales de una manera muy humilde. Muchas de las comunidades son pobres, no tienen influencia política ni económica. Pero tienen el poder del Espíritu Santo y eso les ha permitido crear espacios sinodales de diálogo en los que no hay una expectativa con intereses económicos o institucionales, sino que desean de forma sincera aprender a crear una mejor Iglesia.