“Por la libertad así como por la honra se puede y debe aventurar la vida”
(Miguel de Cervantes, El Quijote, LVIII 3).
“En un lugar de La Mancha”…, como empezaría la obra cumbre de nuestra literatura castellana, se levanta el Hospital de la Misericordia, entre viñedos, olivos centenarios y el paisaje dorado y añil donde nacen los Montes de Toledo. Desde hace más de cuatro siglos Urda, pueblo de Toledo y capital de la piedad manchega, lleva siendo meta y casilla de salida de miles de pasos en la búsqueda del Dios que se ha hecho también Peregrino a la búsqueda del hombre.
El pasado 2 de febrero, el Papa Francisco, a través de la Congregación del Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, elevaba a la dignidad de Basílica el secular Santuario Diocesano del Santísimo Cristo de la Vera Cruz, en Urda. Con jubileo a perpetuidad concedido por san Juan Pablo II el 25 de enero 2005, Urda es el referente en el corazón de las tierras de Castilla de la piedad popular como cauce y camino de una nueva evangelización.
Un proceso de transformación de un enclave tradicional para la piedad hace de este lugar, en el magnífico entorno de una ecología perfecta para el espíritu, un hospital de sanación donde, tras la búsqueda de Cristo por un camino de peregrinación exterior e interior, se celebra con júbilo su encuentro en el Sacramento del Perdón, en el Pan y la Palabra al llegar a la basílica de Urda.
Una presencia activa en las nuevas redes y ágoras sociales, gracias a un joven equipo de trabajo, han incrementado esa transmisión oral de este lugar como centro espiritual y cultural. Las peregrinaciones anuales organizadas a pie desde diversos puntos de la geografía, con unos nuevos caminos trazados y señalizados, en bicicleta deportiva, incluyendo su paso por la apasionante ruta de Llos Montes de Toledo, a caballo desde la vecina Ciudad Real. Las diversas tandas de Ejercicios, Curso de Retiros y Encuentros de Formación, propiciados para agentes de pastoral y Hermandades y Cofradías, hacen de Urda con su nueva Casa de Retiros anexa a la Basílica un lugar de estudio, trabajo y reflexión sobre el necesario papel de la piedad popular y sus retos en la nueva evangelización.
Descubrir la fe en un proceso de peregrinación, o redescubrirla en una mayor formación y profundización de la misma, es el objetivo del trabajo programado desde este enclave del corazón de la tierra del Quijote. La escucha y la atención al peregrino, bien en el sacramento de la confesión, bien en el acompañamiento junto a un voluntariado especializado para la acogida y escucha, junto con un cuidado programa de ayuda social que va desde la colaboración en Cáritas o Manos Unidas en distintos proyectos, hasta la creación de ayudas para la investigación del cáncer, hacen que la Basílica de Urda sea no sólo la meta del hombre en Cristo, sino también la parrilla de salida de nuevas iniciativas en la búsqueda de Cristo en el hombre.
Tras la reciente elevación a la dignidad de Basílica del Santuario de Urda, y con la mirada ya puesta en el próximo Año Santo Jubilar 2024-2025, invitamos a nuestros lectores a encontrar en este lugar de La Mancha un espacio donde, en expresión de Miguel de Cervantes en su Quijote, se trabaje en la armonización por el futuro en la apuesta por la libertad de los hijos de Dios, y en la honra de su dilatada historia desde 1595 al servicio de Cristo y del hombre. Ven tu mismo con los tuyos a descubrirlo. Vive una nueva aventura en la tierra de los gigantes y los molinos. Cristo te espera, Urda te acoge. ¡Ven!
Las basílicas menores
El Decreto Domus Ecclesiae, de 9-XI-1989, establece las normas para el nombramiento de una iglesia como basílica. Se distingue entre basílicas mayores (San Juan de Letrán, San Pedro del Vaticano, Santa María la Mayor y San Pablo Extramuros) y basílicas menores (todas las demás).
Para lograr el titulo de basílica menor, la iglesia elevada a dicha dignidad ha de ser un centro ejemplar de actividad litúrgica y pastoral en la diócesis y, además, ha de gozar de cierta resonancia en la misma, ya sea porque haya sido construida y dedicada a Dios con motivo de un acontecimiento histórico religioso o porque custodie una reliquia insigne de una santo o una imagen sagrada de gran veneración.
Entre otras características, las basílicas menores han de contar con dimensiones suficientes para la celebración así como un número conveniente de sacerdotes que puedan garantizar la atención pastoral y el cuidado litúrgico pastoral en dicha basílica.
Para lograr este título, deben presentarse la petición formal del obispo diocesano competente, el nihil Obstat de la conferencia episcopal, información sobre el origen y la vitalidad religiosa del templo: celebraciones, asociaciones de caridad, vivencia de la pastoral…, fotos del templo y la historia religiosa del mismo.
El título de Basílica menor no se trata de un “premio” sino de una valoración de la labor pastoral que se lleva a cabo y que se ha de mantener e incluso acrecentar tras esta concesión. Entre los compromisos que conlleva la obtención del título de basílica menor está el de promover la formación litúrgica de los fieles, especialmente a través de la liturgia y cursos de formación o la promoción de la participación de los fieles y simbolizan, de manera especial, la unión con la sede de Pedro.
Asimismo, los fieles que devotamente visiten la Basílica, y participen en ella en algún rito sagrado o al menos reciten la oración dominical y el símbolo de la fe, bajo las condiciones acostumbradas (confesión sacramental, comunión eucarística y oración por las intenciones del Sumo Pontífice) pueden obtener Indulgencia Plenaria: 1) el día del aniversario de la dedicación de dicha Basílica; 2) en el día de la celebración litúrgica del titular; 3) en la solemnidad de los Santos Apóstoles Pedro y Pablo; 4) el día del aniversario de la concesión del título de Basílica; 5) una vez al año en el día que sea determinado por el Ordinario del lugar; y, 6) una vez al año en un día a elegir libremente por cada fiel.
Rector de la basílica de Urda