España

Cardenal Ayuso: «Lo que el Santo Padre y la Iglesia están haciendo por la paz es esencial»

El Presidente del Consejo Pontificio para el Diálogo Interreligioso ha participado en la 51 Semana de la Vida consagrada organizada por el Instituto Teológico de Vida Religiosa.

Maria José Atienza·21 de abril de 2022·Tiempo de lectura: 3 minutos
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El Cardenal Miguel Angel Ayuso Guixot, mccj, Presidente del Consejo Pontificio para el Diálogo Interreligioso ha centrado las intervenciones de la mañana del segundo día de la 51 Semana de la Vida Consagrada que se desarrolla en Madrid del 20 al 23 de abril. Unas jornadas a las que asisten presencialmente varios centenares de personas, muchas de ellas jóvenes religiosos y religiosas.

Además son miles, desde muy diferentes partes del mundo, las inscripciones recibidas de comunidades de vida religiosa que siguen este congreso a través de su modalidad online.

El Presidente del Consejo Pontificio para el Diálogo Interreligioso ha centrado su intervención en “El diálogo interreligioso como espacio de encuentro y apuesta de futuro” una realidad de la que ha hablado con Omnes además de algunas cuestiones de actualidad.

En estos días, somos testigos de unas confrontaciones en las que se pone de manifiesto la necesidad de que las confesiones religiosas impulsen la reconciliación y no la guerra. ¿Cómo llevar a cabo esta apuesta por la paz que nos pide el Papa y que es cada vez más necesaria?

–Desde el inicio de su pontificado, el Papa ha remarcado que la Iglesia es un hospital de campaña que tiene que salir al encuentro de los demás y convertirse, invitando a los diferentes grupos, tanto a las diferentes comuniones cristianas como a otras tradiciones religiosas, a trabajar para ser artesanos de la paz.

Ha sorprendido mucho que el Papa, durante la bendición Urbi et orbi del pasado primer Domingo de Pascua citara estos conflictos apuntando que son el fruto de lo que él llama “una guerra mundial a trozos”.

Impresiona ver un mundo realmente herido, divido, confrontado por intereses. Dividido, también, por el fundamentalismo, el terrorismo, los abusos de poder, la falta de derechos humanos, el poco respeto a la dignidad humana… Esto quiere decir que, nunca como hoy, necesitamos que todos, en un clima de relación, sepamos colaborar para crear este mundo mejor que todos queremos.

A mí me sorprende negativamente ver cómo casi el único grito que invoca la paz e intenta crear esta relación en favor de la paz sea el del Santo Padre con algunos líderes religiosos; mientras que en otros ámbitos de la vida mundial se invoca más la guerra. Hay que hacer el esfuerzo de buscar estos medios: mesas de diálogo, lugares de encuentro… por la paz. Por esta razón el tema del diálogo es fundamental; lo necesitamos. Todo lo que el Santo Padre y la Iglesia están haciendo en este sentido es esencial.

En los últimos años, hemos visto o conocido muchos de estos gestos de diálogo en la Iglesia pero, ¿se reduce esta apuesta por la ‘apertura al otro’ a estos gestos públicos?

–El autentico diálogo es el diálogo de la vida cotidiana. Es un diálogo que se forma en la cotidianeidad, en la vecindad, en la convivencia…, en esos mil modos en los que vivimos un clima de comunión entre las personas, procedentes de distintas realidades y condiciones, para crear este clima de paz que es en el fondo la ambición de todo ser humano como Dios nos ha creado.

Tenemos que colaborar para que cada ser humano pueda gozar de su dignidad y, juntos, trabajar para que sea posible una cohesión social al beneficio de todos, de manera que podamos promover el bien común.

En este clima de comunión y teniendo presente su participación en estas Jornadas, ¿cómo valora la presencia de tantas comunidades religiosas en lugares en los son casi la única presencia de la Iglesia?

–La presencia de la vida religiosa en esos sitios es encomiable y hemos de apreciarla. Existe un reconocimiento en todas partes, tanto de realidades culturales diferentes como tradiciones religiosas distintas, de este gran respeto a las comunidades religiosas que están en los lugares mas remotos y que viven totalmente al servicio de los demás.

Tenemos el ejemplo del ‘hermano universal’, Carlos de Foucauld y que vivió en el desierto, en Tamanrasset. Allí, desde su soledad, desde la lejanía del desierto, ha dado a la Iglesia esta posibilidad de volver a los orígenes: a la importancia de la fraternidad y sororidad hecha de la relación de cada uno con Dios y la relación entre nosotros.

Ahora que estamos inmersos en un camino sinodal que pone sus ojos en este aspecto relacional, de diálogo, ¿cómo se vive este sínodo en el Consejo Pontificio para el Diálogo Interreligioso?

–Hemos tenido varios encuentros y hemos percibido que hablar de sinodalidad supone hablar de diálogo.

Tenemos una serie de proyectos para que, en estos dos años de reflexión y crecimiento conjunto, el papel de la comunidad cristiana en relación con otras tradiciones religiosas se centre en crear este caminar juntos por el bien de la humanidad.

Es importante no olvidar que el Buen Pastor sabe que hay ovejas que no son de nuestros redil y tenemos que ir a esas ovejas más lejanas.

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