Una propuesta de educación en la fe cristiana, así se presenta Comunión y Liberación, el movimiento fundado por el sacerdote Luigi Giussani a finales de los años 60 del pasado siglo.
El periodista español Fernando de Haro acaba de publicar Don Giussani. El ímpetu de una vida, un retrato vivaz, ágil y, al tiempo, completo de la figura de “Don Gius”.
¿Cómo nace la idea de escribir esta biografía de Luigi Giussani?
—Pertenezco a Comunión y Liberación y personalmente conocí a Giussani en 1985. Comencé en la biografía después de que Alberto Savorana hiciera un gran trabajo de investigación que dio lugar a una biografía de más de mil páginas. Algunos me pidieron algo más divulgativo.
Yo no quería que el lector leyera una descripción de la vida de Giussani sino que pudiera vivir con él, conocer sus reacciones ante los desafíos que tenía.
Cuando empecé a documentarme me di cuenta que aquello era oceánico, se lo dije a un amigo y me aconsejó que me quedara con aquello que me hacía vibrar. Así es como he trabajado. El trabajo de documentación ha tenido tres ejes: bibliográfico, leyendo muchísimas cosas; acudiendo a los lugares en los que ha vivido Giussani y hablando con personas que han tenido trato con él.
Lo que más me sorprende es cómo Giussani aprende de lo que le va sucediendo, de la experiencia. De hecho, él no tiene ninguna intención de fundar nada sino que responde a unas circunstancias que él vive como vocación: “Todo en mi vida ha sido historia”, dirá.
Me ha llamado la atención la manera que tiene de ponerse delante de las circunstancias, ya sea la nostalgia que siente en el seminario, cómo trata a sus alumnos, que ya son secularizados, ya sea su enfermedad o la revuelta del 68.
El diálogo con la sociedad secularizada es igualmente actual. ¿Cómo desarrolla Giussani este encuentro con el mundo?
—Ya en los años 50 del pasado siglo, Giussani tiene la capacidad de entender que, aunque las iglesias estén más o menos llenas, aunque la Acción Católica convoque manifestaciones más o menos numerosas debajo de esa costra, muchas personas han abandonado la fe porque no les interesa, realmente, para sus vidas. Creo que eso hace muy actual la posición de Giussani. Él no da por supuesto que la gente conozca la fe, que se haya tenido la experiencia de la fe que da lugar a una adhesión personal.
Giussani presenta la fe como una respuesta a la exigencia de cada uno, como una propuesta que, aquel al que se le presenta, tiene que verificar si le hace vivir la vida plenamente. Frente a un mundo que, podemos decir, rechaza a Dios, Giussani no se coloca en una posición dialéctica. Al contrario, subraya cualquier aspecto valioso de esa realidad. El cristianismo en Giussani no se confronta de forma negativa con el mundo secularizado, sino que acoge todo lo que hay en ese mundo de anhelo, de aspiración y lo redime desde dentro. Ya aparece en sus primeros escritos y se mantiene. Convierte la secularización en una gran oportunidad
Es una opción muy actual. Cada vez es más difícil que el cristianismo se mantenga por pura tradición, como vemos y Giusanni da respuesta a esto presentando la fe como algo que cumple el deseo humano.
Si una palabra define la vida de fe en Giussani es acontecimiento.
—Efectivamente, Giussani tiene una comprensión del cristianismo no como una doctrina, no como un conjunto de nociones o una ética como punto de partida. Giussani comprende el cristianismo como el encuentro con una persona, como un acontecimiento. Esto es muy original en Giussani. Él viene a decir que cualquiera puede tener la experiencia que tuvieron los discípulos. Esa idea ha sido recogida posteriormente, de hecho, por el magisterio pontificio, Benedicto XVI, de hecho, comienza su primera encíclica diciendo esto, precisamente. Y luego Francisco también.
Don Giussani. El ímpetu de una vida
Comunión y Liberación se caracteriza por ese encuentro con personajes de la cultura o de otras realidades del mundo que muchas veces parecen antagónicos en sus principios.
—A Giussani le gustaba encontrarse con personas “vivas”, que humanamente estuvieran vivas, vibrantes. En primer lugar, esa conversación le interesaba humanamente porque le interesaban aquellas personas donde vibraba lo humano con intensidad. La segunda cuestión, para él, es que una persona verifica que el cristianismo es cierto en la relación con el otro, no en un choque dialéctico, defensivo con el otro ni en una autorreferencialidad protectora.
¿Cómo se conjuga esta libertad con la obediencia en la Iglesia?
—Giussani mantiene dos polos siempre vivos: obediencia y libertad. Y eso es de gran fecundidad.
Vive una obediencia clara a la Iglesia, no una obediencia borreguil sino basada en la convicción de que, sin el vínculo con la Iglesia, la contemporaneidad de Cristo no está garantizada. Junto a eso, una gran libertad. Giussani, sin pensarlo, genera una reflexión que luego desarrolla, sobre todo, Ratzinger, que es la coesencialidad del carisma dentro de la Iglesia.
Gracias a experiencias como Comunión y Liberación y otros movimientos no hay esta dialéctica entre institución y carisma o entre parroquia y movimiento. La aparición de los movimientos provoca que la Iglesia haga una reflexión. Juan Pablo II llega a decir que los carismas son coesenciales a la institución, que vivifican las instituciones y que la propia institución es un carisma. Esto es una cosa muy interesante que aún no se ha terminado de digerir. Lo contrario sería volver al esquema de que ha de ser siempre la jerarquía la que lidera la iniciativa de todo en la Iglesia, como ocurre con Acción Católica, que está muy bien pero no es lo único.
¿Cómo se dibuja la figura de Giussani en el futuro?
—Tenemos el riesgo de convertir a Giussani en una especie de intelectual cuando lo interesante de Giussani es el método. Un método educativo para la fe. El mundo cambiará y los retos de la fe cambiarán -han cambiado desde 1968-, pero Giussani ha dejado un método que permite varias cosas. Primero, partir de la experiencia, no en un sentido subjetivo, sino basada en que, o la fe es experimentada como una fuente de intensidad en la vida, de más humanidad, o no resiste.
La presencia en el ambiente cultural, laboral, sociopolítico, de Comunión y Liberación no nace como un proyecto cultural de conservación, sino que tienen como finalidad la educación de la fe… Si un chico en la parroquia aprende el Catecismo pero llega al instituto y vive de otra manera diferente, acabará perdiendo su fe, porque la fe no resiste si no es algo que te permite vivir en todas las circunstancias. Ese método se basa en tener la experiencia como los discípulos de que Cristo responde a mi corazón y a mis circunstancias y se hacen testigos. Ese método sigue siendo esencial. Ese es el Giussani del presente y del futuro.