Omnes entrevista a Dennis P. Petri, director del Instituto Internacional para la Libertad Religiosa, un centro de investigación encargado de estudiar a fondo en todo el mundo este derecho humano fundamental. La institución cuenta con más de 15 años de experiencia y ha desarrollado una gran cantidad de estudios académicos.
¿Qué proyectos tienen entre manos desde el instituto?
Entre otras cosas, editamos nuestra propia revista académica, el “International Journal for Religious Freedom”. También publicamos libros e informes de investigación, facilitamos capacitaciones, asesoramos a políticos que desean promover la libertad religiosa y académicos que buscan integrar el tema en sus currículos educativos y sus líneas de investigación.
Actualmente, uno de nuestros proyectos en expansión es la Base de Incidentes Violentos. Es un instrumento para recopilar, registrar y analizar incidentes violentos relacionados con violaciones a la libertad religiosa. Con estos datos buscamos influir en las políticas públicas de los diversos países que monitorizamos.
Por el momento, el staff del Observatorio de Libertad Religiosa en América Latina (OLIRE), un programa que fundé en el 2018, mantiene actualizada esta base de datos para América Latina. Más recientemente hemos dado el primer paso para convertirlo en un proyecto mundial, comenzando con la recolección de datos en Nigeria e India.
¿Cuál es su valoración general de la libertad religiosa en el mundo? ¿Estamos mejorando?
Hoy en día, hay una gran variedad de instrumentos de medición de la libertad religiosa. Todos, sin excepción, confirman que está en aumento la discriminación religiosa en el mundo. Es una tendencia global que afecta a todas las religiones y áreas geográficas, incluyendo el mundo occidental. Si bien hay mejoras en algunos países, en promedio, hay deterioros en muchos más lugares.
Queda por delante un largo camino para que la libertad religiosa sea plenamente garantizada en el mundo. Muchos países están comenzando a reconocer y comprender lo que realmente implica garantizar la libertad religiosa. Ya no se trata solo de promulgar este derecho en sus constituciones políticas, sino que hay que desarrollar políticas públicas que integren a la diversidad religiosa de sus países en igualdad de condiciones.
En un mundo cada vez más globalizado y polarizado, la diversidad religiosa sigue siendo un desafío para la cultura y el gobierno de muchos países. Al mismo tiempo, representa una oportunidad para fortalecer la democracia o un riesgo para la misma si esta dimensión del hombre es reducida sólo al ámbito privado y relegada de su rol social.
¿Qué países le preocupan especialmente en este momento?
Un país del mundo que me preocupa especialmente es Nigeria. Es un país extremadamente complejo. La situación de la libertad religiosa es muy difícil de interpretar porque hay muchos factores y actores involucrados. Hay cierto desacuerdo sobre si el conflicto consiste en una disputa entre agricultores y pastores por recursos naturales, o si hay algo más que eso. Creo que el debate no es si es una cosa o la otra, sino ambas.
En cualquier conflicto siempre hay múltiples factores implicados, por lo que podemos debatir durante años si se trata de un conflicto religioso o no, pero creo que ese no es el debate adecuado. A mi juicio, deberíamos reconocer que, además de un conflicto religioso, también es político, cultural, económico, étnico y de recursos. Tanto si es religioso como si no, los grupos religiosos están sufriendo y eso es lo que debemos destacar.
¿Qué puede decirnos de la libertad religiosa en América latina, especialmente en Nicaragua?
En América Latina, los países sobre los cuales OLIRE tiene especial atención son México, Cuba y Nicaragua. México por lo que hemos estado observando durante los últimos años, por la especial vulnerabilidad que viven los referentes de comunidades religiosas que desarrollan su trabajo pastoral o comunitario en zonas afectadas por el narcotráfico y la trata de personas. Son claros ejemplos de cómo el crimen organizado ha condicionado la libertad religiosa de muchas personas en el mundo. Y, desgraciadamente, ha saltado a la vista a nivel global tras el asesinato de los sacerdotes y pastores en zonas fronterizas con Estados Unidos.
Sobre Nicaragua, la situación ha escalado de forma preocupante durante los últimos seis meses. El rol que desempeñan diversos referentes de la Iglesia católica como defensores de los derechos humanos, los ha expuesto de forma particular a las arbitrariedades del régimen de Daniel Ortega. Las acciones del gobierno han incrementado no solo en su nivel de censura a la libre expresión religiosa o de opinión de sacerdotes y feligreses, sino que han llegado a manifestar un nivel de violencia seriamente preocupante. Desde las diversas detenciones, enjuiciamientos de sacerdotes, expulsión de religiosos y religiosas del país, hasta la violenta toma de diversas instalaciones, como una radio emisora católica clausurada por el gobierno, el asedio policial a sacerdotes críticos al gobierno, el acordonamiento que impide a los feligreses de participar de sus celebraciones, entre otras.
Estas acciones han amedrentado no solo a los obispos o sacerdotes, sino a la feligresía que comienza a percibir como un riesgo el participar de determinada comunidad parroquial, ante la constante vigilancia y acoso de la policía.
¿Hay algún político en algún país que destaque por su defensa y lucha por la libertad religiosa?
Tuve el privilegio de trabajar con un diputado holandés, el Dr. Pieter Omtzigt, y el activista para los derechos de las minorías religiosas Markus Tozman. En el 2012 organizamos una consulta pública sobre la situación del milenario monasterio Sirio Ortodoxo Mor Gabriël, que estaba siendo expropiado por el gobierno de Turquía. Hicimos un llamamiento para el Ministro de Relaciones Exteriores de los Países Bajos agendara el tema internacionalmente. Desafortunadamente la iniciativa no tuvo mayor trascendencia debido a la realidad geopolítica del mundo, aunque la Canciller de Alemania, Angela Merkel, siguió planteando el tema.
Son destacables también los políticos colombianos que promovieron la creación de la Política Pública Integral de Libertad Religiosa en el 2017. Se trata de una iniciativa única en el mundo, que generó un marco para la consulta de actores religiosos en la toma de decisiones sobre asuntos pertinentes. Ha tenido aplicaciones muy positivas en varios gobiernos locales, incluyendo el Municipio de Manizales y el Departamento del Meta.
Por supuesto que también se puede mencionar la ley de Libertad Religiosa Internacional que votó el Congreso de los Estados Unidos en el 1998. Tras esfuerzos de una coalición amplia de organizaciones religiosas y de derechos humanos, la libertad religiosa pasó a ser un eje permanente de la política exterior norteamericana.
¿Cree que los creyentes de Occidente son suficientemente conscientes de la persecución religiosa que existe en otros países?
Considero que en occidente hay una percepción de que la persecución religiosa es algo que se vive en regiones lejanas como Medio Oriente, África, India o China. Sin embargo, occidente está enfrentando otras formas de limitación a la libertad religiosa, muchas de las cuales los creyentes de occidente apenas comienzan a reconocer. El laicismo, la intolerancia religiosa o los regímenes dictatoriales son algunos de los retos que afronta la libertad religiosa en nuestros países. Por ejemplo, en América Latina se cree que, porque el continente es mayoritariamente creyente, estas limitaciones a la expresión religiosa no deberían ocurrir.
Sin embargo, cada día las sociedades occidentales parecen ir entendiendo que este derecho no es algo por lo que se luche solo en territorios conflictivos. Ocurre en la gran mayoría de nuestros países sin que seamos conscientes del nivel de autocensura al que estamos sometidos por diversos agentes externos, como lo son los grupos ideológicos o la errada comprensión del estado laico, entre otros.
¿En qué consiste la autocensura de la que hablan sus informes?
Para comprender mejor a qué nos referimos con autocensura, debemos primero conocer de que se trata el “chilling Effect”. Este término fue desarrollado por primera vez por la Corte Suprema de los Estados Unidos. Este fenómeno se da cuando un individuo que goza de libertad de expresarse libremente, decide autocensurarse para evitar las consecuencias negativas que podría expresar su opinión en un determinado caso.
El “chilling Effect”, “efecto paralizador” o “efecto intimidatorio” es un término que, en relación con la libertad de expresión y la libertad religiosa, puede ser utilizado para hacer referencia al efecto disuasorio que surge cuando las personas temen las consecuencias de manifestar sus convicciones religiosas o incluso comportarse según sus propias convicciones, lo que finalmente puede llevarlas a la autocensura. De manera que, “chilling effect“ y autocensura son dos aspectos de un mismo fenómeno.
Hemos observado que este fenómeno puede ocurrir como consecuencia de la implementación de leyes y/o políticas que de manera indirecta reducen la libertad de expresión religiosa. O también cuando un individuo percibe un entorno hostil, o sospecha que manifestar sus creencias tendrá consecuencias negativas.
En junio publicamos un informe sobre la autocensura en cristianos titulado “Perceptions on Self-Censorship: Confirming and Understanding the “Chilling Effect”. Tras realizar entrevistas a cristianos de Alemania, Francia, Colombia y México, recabamos datos muy interesantes sobre los factores que influyen en dicho fenómeno. Entre los hallazgos podemos mencionar que muchos cristianos frecuentemente se ven en la necesidad de ser “prudentes”, de “autorecularse” o de usar un “lenguaje democrático” para expresar sus ideas. Mostrar con transparencia unos valores fundados en la fe implica un costo social muy alto: ser objeto de censura, descalificación o incluso de discriminación en el ámbito social o incluso laboral.
Y además, esta conducta muchas veces no es reconocida como autocensura por los propios individuos. En definitiva, hemos observado que muchos cristianos se autocensuran inconscientemente.
Tras el 11-S, se ha extendido la idea de que la religión genera violencia y, por tanto, debemos hacer todo lo posible por suprimirla. ¿Cómo respondería usted a este argumento?
Los desafortunados hechos ocurridos el 11-S marcaron un antes y un después en la materia. Durante buena parte del siglo XX, en las ciencias sociales predominaba la llamada “teoría de la secularización”, que planteaba que el mundo se estaba secularizando. La religión nunca desaparecería por completo, pero el proceso de secularización sería inevitable. Los lamentables hechos ocurridos en el 11-S fueron una llamada de atención para la comunidad científica internacional, porque dejaron muy claro que la religión seguía siendo un factor relevante a tomar en consideración.
Que la comunidad científica se interese más por el hecho religioso es significativo. El problema es que el 11-S también hizo que se asociara la religión con el terrorismo y la violencia, lo cual es muy preocupante, pues se oscurece el papel positivo que los actores religiosos han tenido, y siguen teniendo, en la promoción del desarrollo a muchos niveles.
Es importante recordar que los radicalismos de cualquier tipo, ya sean religiosos, ideológicos o políticos son sumamente arriesgados y volátiles. Los atentados del 11-S fueron llevados a cabo por personas en concreto, con una interpretación de su fe radicalizada, que en definitiva no representaban la totalidad de los musulmanes del mundo o del medio oriente. Desgraciadamente el sufrimiento y desconcierto de millones de personas en el mundo ha hecho perder de vista los valores, principios y aportes pacíficos que han traído la mayor parte de las religiones presentes en nuestra civilización.
¿Podemos olvidarnos de la dimensión religiosa?
La dimensión religiosa, espiritual o trascendental del hombre es esencial a su condición humana, por lo cual siempre ha estado y probablemente estará presente en las nuevas generaciones. Las comunidades religiosas han demostrado a lo largo de la historia su relevante rol como agentes de cohesión social, como mediadores de conflictos, proveedores de ayuda humanitaria, así como colaboradores en la construcción de la paz y la justicia.
Quitar mérito a las diversas comunidades religiosas en el ámbito del servicio humanitario, la defensa de los derechos humanos y la promoción de la dignidad humana, sería dejar de lado a un actor estratégico clave para la construcción de la paz. Esto sería una gran pérdida. En lugar de sumar colaboradores de paz, reducimos el análisis a que todas las religiones llevan a la violencia, cuando la historia y los hechos nos han demostrado que este posicionamiento ante la religión es errado.
Muchas religiones no aceptan la visión de género que promueve la ONU. ¿Cómo cree que evolucionará esta diversidad de opiniones y se verá amenazada la libertad religiosa por esta cuestión?
Es difícil predecir cómo avanzará el debate al respecto, pero considero que, para proteger la libertad religiosa en estos ámbitos internacionales, los defensores y referentes religiosos deben abogar por el respeto a la diversidad de religiones y expresiones religiosas. Es en esta diversidad, todos juntos, que podrían exigir a las agencias internacionales coherencia con su discurso de inclusión y diversidad.
La diversidad de opiniones sobre el género será una amenaza en la medida que renunciemos a exigir el respeto del valor de la diversidad cultural expresada en la religiosidad. Podría sonar ingenuo, pero es importante que los defensores y líderes religiosos no renuncien a usar el sistema de defensa de los derechos humanos para hacer valer su voz como una más que debe ser respetada.
El argumento muchas veces usado en estas instancias es que las religiones mayoritarias imponen su visión hegemónica con respecto al género. Sin embargo, sería provechoso que las religiones mayoritarias fueran comprendidas como parte de una diversidad cultural que debe ser respetada al igual que otras más “modernas”, por así decirlo. Es en la breve renuncia de la individualidad, que las comunidades religiosas podrían consolidar una unidad de las diversas religiones con una idea sobre el género similar, para así contrarrestar la amenaza de imposiciones arbitrarias sobre la materia.
¿Existen universidades u otras instituciones académicas donde se estudien a fondo los datos sobre la persecución religiosa? ¿Es alguna de estas universidades realmente relevante?
Efectivamente, en los últimos años han surgido muchos programas de investigación universitarios que se interesan por la libertad religiosa. El mejor ejemplo es el proyecto de Religión y Estado dirigido por el Dr. Jonathan Fox en la University de Bar-Ilan, en Israel. Ese proyecto es la base de datos más completa que permite analizar la discriminación religiosa en el mundo. Con cerca de 150 indicadores, es actualmente el “estándar de oro” para los datos sobre libertad religiosa en el mundo académico. Se ha utilizado en más de 200 publicaciones, incluidos libros, artículos académicos, tesis doctorales y de grado.