América Latina

Ir a la periferia del Gran Norte canadiense

Canadá: diez millones de quilómetros cuadrados, segundo país más grande del mundo, treinta y seis millones de habitantes, el 40 % católicos… Diez provincias en el sur y tres territorios nacionales en el Grand Nord: una periferia con algunas de las diócesis más grandes y más despobladas del mundo. Sus obispos nos hablan.

Fernando Mignone·16 de junio de 2016·Tiempo de lectura: 5 minutos
gran norte canadiense

En Canadá hay 62 diócesis de rito latino y diez de rito oriental. El pasado 25 de enero el Papa Francisco transfirió seis diócesis del norte canadiense a la legislación ordinaria canónica. Es decir, ya no recibirán ayuda financiera de Roma como misiones. Pero como evidentemente la necesitan (sólo dos de las 32 comunidades de los Territorios del Noroeste son autosuficientes), la Conferencia Episcopal Canadiense (CCCB) estudia soluciones. El 25 de enero el presidente de la CCCB, el obispo de Hamilton (Ontario) Mons. Douglas Crosby, OMI, recordó que la Iglesia peregrina es misionera por naturaleza. “Como católicos, hemos entrado en una nueva fase de nuestra historia. Ahora, todos juntos, debemos continuar nuestro común esfuerzo para hallar nuevos modos de sostener y extender nuestra presencia y servicio en el Canadá Septentrional”.

Territorio de Yukon

Mons. Héctor Vila nació en Lima en 1962. El 7 de febrero de este año tomó posesión de los 725.000 quilómetros cuadrados de la diócesis de Whitehorse, en la que viven 42.000 personas, de los cuales 8.000 son católicos. “Las distancias son un reto. La misión más lejana está a mil quilómetros de distancia. En invierno, con 40 o 50 grados bajo cero, hay zonas que quedan absolutamente incomunicadas”. En una ocasión, el obispo anterior se había desplazado hasta una localidad muy lejana un Jueves Santo. El problema fue que coincidió con una final de hockey, por lo que sólo fue una persona a la Misa in Cena Domini. “Ir a la iglesia los domingos es relativo aquí: el sacerdote puede llegar después de un largo viaje, pero a lo mejor hay un juego de bingo que es prioridad para la gente, más que la Misa”

“Otro desafío es que somos cinco sacerdotes y yo para 23 parroquias y misiones. Es difícil cubrirlas, excepto en Whitehorse, donde resido. Dependiendo de la cercanía a Whitehorse, se va a esos lugares una o dos veces al mes. Este hecho abre una distancia entre la Iglesia y el pueblo. A veces mandamos sacerdotes que vienen de fuera y que se quedan uno o dos años pero después vuelven a sus diócesis. No se puede formar comunidad”, lamenta. La necesidad de pastores es grande. “En la temporada del verano, en algunos lugares como Dawson City, hay más concurrencia. Van los turistas a mirar la naturaleza y se incrementa el número de fieles. Pero cuando el pueblo se retira de la ciudad, va a la pesca o a la caza en lo profundo del bosque…, disminuye mucho la concurrencia a Misa”. Por lo tanto, “falta una pastoral de presencia y cada comunidad tiene sus dificultades. En ciertas partes hay suicidios, casos de droga, alcohol…”.

No obstante, “en la comunidad de Teslin es diferente. Tienen los elders [ancianos, jefes] que vienen a Misa siempre. Esta comunidad cuenta con la labor de la hermana Trudy, de la asociación pública de fieles canadiense Madonna House, que está en la diócesis desde hace 62 años. Desde hace 20 ó 30 años Trudy visita a la comunidad, a los ancianos, en cualquier necesidad. Esa pastoral de presencia ha hecho que cuando les visité, encontré una comunidad bien formada”.

Territorios del Noroeste

Mons. Mark Hagemoen, cuya diócesis de Mackenzie-Fort Smith cubre 1.500.000 quilómetros cuadrados, cuenta que el domingo 1 de mayo llegó a una localidad en la que bautizó a diez fieles y confirmó a otros 65. Pero para llegar a allí su avioneta hizo seis “segmentos aéreos” (vuelos). Había estado en otra aldea poco antes, cuya capilla los vecinos habían reparado después de ser destruida en una inundación. Mons. Hagemoen pudo dar 17 primeras comuniones. No las había habido allí desde hacía 20 años. “Fue una buenísima manera de reabrir esa capilla, que rebosaba. A nuestra gente le encanta celebrar los sacramentos, y los funerales. Tengo 8 sacerdotes, 5 religiosas, y un joven, de origen vietnamita, que va a empezar en septiembre el primer año en el seminario de Cristo Rey, cerca de Vancouver”. Esta labor pastoral favorece a una población de 50.000 personas, la mitad católicos. Se habla media docena de idiomas y dialectos indígenas (algunos en peligro de extinción), además de inglés y francés.

Mons. Hagemoen nació en Vancouver en 1961 y fue ordenado sacerdote el 12 de mayo de 1990. Era rector de una pequeña universidad católica y un montañero apasionado cuando fue nombrado obispo en octubre de 2013. Laudato si´ habla de manera especial a este pueblo”, dice, “ya que muchos de sus fieles son cazadores y pescadores; pero los caribús están desapareciendo debido al cambio climático, y la explotación minera debe ceder ante las exigencias del Creador, según varios elders

Hace pocos días conecté por teléfono móvil con Mons. Hagemoen mientras él estaba de gira por el Ártico occidental. “Visito con frecuencia nuestras 32 comunidades, sólo 5 de las cuales son parroquias. Cuando llegué, hace menos de tres años, 7 no tenían torres para teléfonos celulares; hoy todas tienen…”, lo que es una bendición, ya que supone una mejor comunicación, y al mismo tiempo es un infortunio, porque favorece la homogeneización cultural, el materialismo y el hedonismo. “Tenemos, en la ciudad de Yellowknife dos escuelas primarias y un colegio secundario católicos, subsidiados por el estado”. Son los únicos de la diócesis. Yellowknife es la capital del territorio, y fue visitada por san Juan Pablo II. Ese Papa intentó reunirse con indígenas en Fort Simpson, (población 1.300 habitantes) en su gira por Canadá en septiembre de 1984, pero la neblina le impidió aterrizar. Se desvió a Yellowknife, desde donde prometió por radio a los que lo esperaban que volvería. Lo hizo el 19 y 20 de septiembre de 1987.

Territorio de Nunavut

La diócesis de Churchill-Hudson Bay, con una extensión de casi 2.000.000 quilómetros cuadrados, engloba el norte de la provincia de Manitoba y gran parte del Territorio de Nunavut, cuyo caparazón de hielo llega al Polo Norte. En Nunavut viven 35.000 personas; el 85 % son inuits (esquimales). Hay unos 10.000 católicos en la diócesis. Hablan inuktikut, idioma en el que publican muchas revistas religiosas.

Mons. Anthony (Tony) Krotki, misionero Oblato de María Inmaculada, nació en 1964 y fue ordenado en 1990 en Polonia. Enseguida fue a Nunavut, donde fue ordenado obispo hace tres años. No fue fácil localizarlo por teléfono, porque una tormenta de nieve le impidió viajar a su destino tras haber administrado confirmaciones en Whale Cove. Tiene a su cargo 17 parroquias, 8 sacerdotes (4 son Oblatos polacos) más el obispo emérito Mons. Reynald Rouleau OMI, dos religiosas (en Whale Cove) y un seminarista de origen polaco que será ordenado sacerdote diocesano en 2017. Tendrá entonces dos sacerdotes incardinados en la diócesis. Habla con pasión de ir a la periferia. “Si te aceptan, ellos mismos te llevan a las periferias. Puede tratarse de una situación en casa, como la pérdida de un ser querido, cuando la familia está tan mal que necesitan tu presencia para estar y caminar con ellos”.

Este pueblo tiene grandes dificultades. “Nuestra gente era nómada, viajaban. Hoy, en los pueblos que tenemos, ya no pueden viajar porque tienen una casa que está construida. Es difícil para la juventud hacer frente a su situación. ¿Qué haces?; no tienes trabajo, no tienes mucha posibilidad de empleo. Tendrás que ir a otro lugar para estudiar, pero cuando terminas y tienes un diploma, ¿dónde trabajas si tu comunidad tiene 300 ó 600 personas? No hay empleos para nadie. Y entonces hay frustración. Así que la vida es muy difícil. Están siempre buscando”.

Mons. Krotki pide a los misioneros “que estén presentes en cada momento de la vida de las familias. Las familias son lo más importante, para nosotros. Vemos que todo empieza en la familia. Las familias aquí son muy grandes, y están conectadas con comunidades lejanas, a mil o dos mil quilómetros de distancia. Tienen que ser fuertes para seguir conectados con parientes que no pueden visitar”.

Por eso la Iglesia debe adaptarse a esa particularidad. “Los misioneros tenemos que abrazar su estilo de vida, sus costumbres, su historia, y eso no es fácil cuando tenemos otra cultura. Debemos crear un espacio para lo nuevo que vemos en el Ártico. Y nuestra gente que vive aquí se da cuenta de quién puede aceptar su cultura, costumbres, tradiciones, estilo de vivir y de sobrevivir. ¿Todos los misioneros pueden hacerlo? Yo he conocido a algunos que no pudieron. Encontramos la periferia a diario. Y especialmente cuando la gente joven lo pasa mal, para sobrevivir, para vivir, cuando su vida cuelga de un hilo fino” (se refiere al hecho de que hay muchos suicidios, especialmente entre los jóvenes).

“En mi experiencia, es el pueblo el que me dice adónde debo ir, dónde están las periferias, qué tengo que hacer. Sólo necesito escuchar. Pienso que los misioneros de hoy debemos estar atentos. Si no, no podremos hacer todo el bien que se nos pide”.

El autorFernando Mignone

Montreal

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