América Latina

Chiquitunga será la primera beata de Paraguay

Omnes·9 de junio de 2018·Tiempo de lectura: 6 minutos

María Felicia de Jesús Sacramentado, religiosa carmelita descalza fallecida en 1959, se convertirá el 23 de junio en la primera beata paraguaya. El Papa Francisco sigue de cerca la beatificación de Chiquitunga.

TEXTO – Federico Mernes, Asunción (Paraguay)

Recorro 223 kilómetros para encontrarme con Koki Ruiz. El artista del Papa y ahora de Chiquitunga. Nos cruzamos. Él va para Asunción. Esta es la capital del Corazón de América, como es conocido nuestro país, Paraguay. Resulta que el 28 de abril de 1959, un mes antes de que yo naciera, falleció una tía mía monja carmelita; 59 años después será elevada a los altares. Leyendo su biografía me entero de que ¡mi abuelo fue su padrino de Bautismo! El proceso de beatificación de Chiquitunga fue abierto en 1997, y fue declarada Venerable en 2010 por Benedicto XVI, quien proclamó sus virtudes heroicas.

Chiquitunga (María Felicia Guggiari, 1925-1959), recibió ese nombre de su papá por ser un poco menudita. Era la mayor de siete hermanos, provenía de una familia tradicional, de buena posición y educación. De niña destacó por su piedad e inclinación a las obras de caridad. De joven se adscribió a la Acción Católica, siendo muy activa. Una biografía habla de ella como “formada y formadora en la Acción Católica”. Efectivamente, primero aprender y después dar. Ingresó a los 16 años y saldría de esa asociación solo para entrar al Carmelo.

T2Os era su lema. Parece una fórmula química, pero era un recordatorio de “Todo te ofrezco Señor”. Hoy se pone esta frase en internet y remite a la futura beata, que quiso entregarse plenamente a Dios. Estuvo trabajando en la Acción Católica más de diez años. Aunque confundida sobre si su camino era el matrimonio o la vida consagrada.

Responde a la vocación

Y tiene lugar una historia de amor humano. Se enamora de un médico, también de la Acción Católica, cuyo padre era árabe —de apellido Saua—, de religión musulmana. Un noviazgo muy espiritual. Rezando, charlando y llorando los dos toman la decisión de entregarse plenamente a Dios: ella en el Carmelo y él en el seminario para ser sacerdote. Con esta separación se realizaba una vez más su anhelo de entregárselo todo al Señor, como ella misma lo había deseado: “¡Qué hermoso sería tener un amor, renunciar a ese amor y juntos inmolarnos al Señor por el ideal!”.

Chiquitunga encontró una gran oposición en su padre. Aunque ya contaba con la mayoría de edad, no se fue al convento hasta los 30 años, para no disgustar a su padre. Comentaba antes de entrar: “Yo hago lo contrario de Jesús: viví treinta años de vida pública y ahora comienzo mi vida oculta”. Efectivamente, sólo a los 34 años llegaría a cumplir su deseo de hacerse monja de clausura.

Buscó la santidad en ese nuevo camino. Adoptó un nuevo nombre para su nueva misión: María Felicia de Jesús Sacramentado. En una oportunidad, le dijo a la madre superiora: “Si es que he de ser mediocre, intercede por mí ¡y haz que muera!”.

La Superiora actual se refiere a lo que supone para ella y para la comunidad la beatificación de Chiquitunga: “Es un compromiso muy grande, ya que con la beatificación de nuestra Hna. María Felicia, la Iglesia una vez más nos confirma el valor que tiene la vida contemplativa dentro de la Iglesia. Significa que hoy podemos ser santos en cualquier lugar y circunstancias en que vivamos. Para la comunidad es un motivo de alegría, de agradecimiento por elegir a uno de sus miembros para ser Luz en medio de nuestra Iglesia, y eso nos llena de inmensa gratitud”.

“Yo le cedo”

Pasará cuatro años tranquilos y muy felices en el claustro. Todavía viven dos religiosas que la conocieron. Nos cuentan que “era muy agradable, hacía chistes, muy alegre y muy espiritual. Cuando las dos queríamos hacer las mismas cosas, ella decía: ‘Yo le cedo’. Tenía mucha caridad; era muy servicial, quería ayudar a todas; decía que quería más tiempo para ayudar”.

La Madre Teresa Margarita, por su parte, da su testimonio acerca de ella: “Su año de noviciado lo pasó como era de esperar de su generosa alma para con su Dios: no negándole nada de cuanto el Señor le pedía; así que no había dificultad para que nuestra Comunidad la admitiera a la Profesión simple, que tuvo lugar el 15 de agosto del 1956”.

Por su vida en el mundo y en el convento vemos que era una mujer de su tiempo: muy del mundo y muy de Dios. Pero el último año, teniendo 34 años, vino la dura prueba de la enfermedad. Una afección del hígado que luego se complicó con la sangre le llevó a un desenlace fatal.

Abandono en Dios

Vivió sus últimos días con total abandono en la voluntad de Dios. Antes de entregar su espíritu al Señor, pidió que le leyeran el poema de Santa Teresa “Muero porque no muero”. Escuchaba con el rostro muy alegre y repetía el estribillo: “Que muero porque no muero”. Se dirigía a su padre y le decía: “Papito querido, soy la persona más feliz del mundo; ¡si supieras lo que es la Religión católica”; y añadía, sin borrarse la sonrisa de sus labios: “¡Jesús, te amo! ¡Qué dulce encuentro! ¡Virgen María!”.

Como consecuencia de la beatificación, hay mucho más movimiento de lo habitual en torno al convento. La Superiora explica que el acontecimiento “requiere actividades extras, por decirlo así, como atender a las personas que vienen a compartir sus testimonios, o a los medios de comunicación que desean saber más sobre ella, o esporádicamente a grupos de jóvenes que llaman a nuestra puerta para saber sobre ella”. Hay que decir que los conventos de carmelitas están llenos en Paraguay. Hay vocaciones jóvenes. Están en cinco ciudades del país.

El Papa Francisco admira a la mujer paraguaya y suele referirse a ella como “gloriosa”. Pregunto a la Superiora: “¿Chiquitunga encarna esa figura?”. “Desde luego que Chiquitunga encarna esta figura” —responde—, “ya que desde su ser de mujer que supo amar, donarse, olvidarse de sí misma, supo sacrificarse por los demás sin rendirse a nada por un bien mayor: la salvación de las almas, como las gloriosas mujeres paraguayas, así lo dice el Papa”.

El ideal de Cristo y de la entrega

Chiquitunga es cercana en el tiempo y en sus actividades, por eso su figura y próxima beatificación puede significar mucho para el país. Continúo con la Superiora: “¿Qué le dice a la sociedad paraguaya la figura de Chiquitunga?”. “Chiquitunga nos dice que hoy podemos llegar a ser santos, si vivimos con pasión un ideal, en el caso de ella su deseo de que todo se sature de Cristo: Cristo, su Iglesia, los hermanos fueron su ideal. Nos dice que podemos ser felices entregándonos a los demás. Olvidándonos de nosotros mismos por el bien de los demás. Nos dice que vale la pena: Ofrecerlo todo, aún lo más preciado. Nos dice que se puede ser feliz en una vida sencilla, alegre, y dándonos en todo momento”.

En estos días se ha publicado la nueva Exhortación apostólica del Papa, Gaudete et exsultate, sobre la santidad de los fieles corrientes. Qué oportuno hablar de santidad y tener una figura. Con motivo de la beatificación han surgido innumerables iniciativas. La más importante es la del artista plástico Koki Ruiz. Me acaba de llegar también un whatssapp de Renato, concertista de guitarra clásica que me cuenta que están preparando un documental sobre Chiquitunga.

El milagro

Un matrimonio de sordomudos; ella queda embarazada: llegan al Centro de Salud en un lugar recóndito del país, muy precario. Casualmente hay una enfermera que entendía el lenguaje de señas. Le atendió la obstetra, al ver la situación del bebé: “Me apoyé sobre la pared, abrí mis brazos, cerré mis ojos y pedí con mucha fe la intercesión de Chiquitunga ante Dios”.

Después de todos los trabajos de reanimación y las oraciones pidiendo por la salud del recién nacido, finalmente a los 30 minutos el bebé empezó a tener su primera respuesta cardiorrespiratoria con una respiración profunda, siendo ese su primer signo vital. Lo pude ver y escuchar, hace unos meses, en una Misa en honor de la futura beata. Con 15 años, es totalmente normal, sin ninguna discapacidad. Cursa el 9° grado de colegio, el correspondiente a su edad. Pero aquí no termina todo.
Los restos de Chiquitunga estaban en el panteón de la familia. Después de un tiempo se decidió trasladarlos al convento. Estaban en un lugar hasta que casualmente fue llamado el Dr. Elio Marín para atender a una monja. Le comentaron que tenían los restos de Chiquitunga. Los examinó y se encuentra con el cerebro petrificado. Desde el punto de vista médico, ese cerebro se tendría que haber desintegrado en los primeros días, teniendo en cuenta la enfermedad y el calor que tenemos en estas tierras. La hermana Yolanda, que la conoció, comenta: “Oí decir a la Madre Teresa Margarita, cuando supo que el cuerpo de la Hna. María Felicia permanecía incorrupto más tiempo de lo normal, que quizás Dios quería glorificarla, pues había sido una religiosa muy virtuosa”.

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