El Papa descubrió en los colombianos “una fuerza de vida” para responder a los problemas de la violencia y a la “lacra” del narcotráfico.
El golpe en el papamóvil que sufrió el Papa Francisco en Cartagena lo sintieron millones de colombianos que por cinco días habían seguido sus pasos, gestos y palabras. El incidente le produjo una pequeña herida en la ceja y un hematoma en el pómulo izquierdo, pero nada de esto detuvo su ritmo. Rápidamente fue atendido y siguió la agenda prevista. Fue una lección más de fortaleza y entrega que dejó en Colombia.
Dos días después de su regreso a Roma, el 13 de septiembre, apareció en la audiencia general de los miércoles, con el ojo y el pómulo morados. Allí agradeció el buen recibimiento y el cariño de los colombianos. “Un pueblo alegre entre tanto sufrimiento, pero alegre; un pueblo con esperanza”.
Esperanza que el Papa pudo observar entre las personas que escuchó y saludó en Bogotá, Villavicencio, Medellín y Cartagena. Así lo recordaba en la audiencia: “Una de las cosas que me impresionó en todas las ciudades, entre la multitud, fueron los padres y las madres con niños, que levantaban a los niños para que el Papa los bendijera, pero también con orgullo enseñaban… Texto íntegro solo para suscriptores.